El primer paso es siempre la hostilidad. Pero luego puedes sentarte y hablar sobre el tema”, dijo Harvey Milk poco antes de ser asesinado. Ni en sus expectativas más optimistas este célebre activista gay habría imaginado el impresionante progreso de la opinión pública sobre la homosexualidad. En menos de 35 años, un número creciente de personas en Occidente ha dejado de verla como una enfermedad, para entenderla como una forma más de la sexualidad humana. Hoy, 69 países cuentan con leyes antidiscriminación, ente ellos la gran mayoría de los americanos y todos los europeos. El caso de Irlanda es ejemplarizante. La semana pasada, sus votantes se sacudieron la fama de reaccionarios y reconocieron el derecho de las parejas del mismo sexo a casarse. Hace menos de 30 años, sin embargo, dos hombres besándose en las calles de Dublín habrían sido detenidos, como si se tratara de criminales. Y es que la homofobia, lejos de haber desaparecido sigue presente en amplias áreas del planeta. En particular, en África y en Oriente Medio la mayoría piensa que la homosexualidad es inaceptable. Con excepción de Filipinas, Japón y partes de Indochina, en Asia se registra un fenómeno similar. Lo más inquietante de esa tendencia es la violencia que en muchos lugares se ejerce contra los miembros de la comunidad LGBT, a quienes las leyes no siempre protegen contra los abusos. En algunos países –en particular en los de mayoría musulmana– la propia legislación promueve la homofobia, y castiga la homosexualidad incluso con la pena de muerte. Si bien a nadie se le puede obligar a simpatizar con los homosexuales, los gobiernos sí tienen el deber de proteger a sus ciudadanos y de favorecer las condiciones para que prosperen la tolerancia y el respeto. Al mismo tiempo, la comunidad LGBT no debe bajar la guardia ni dejar de consolidar los logros alcanzados. Como dijo el propio Milk: “solo ganan los derechos aquellos que hacen que su voz se escuche”. Seis hitos de los derechos LGBT Los medios de comunicación, la política y algunas figuras religiosas han respaldado a la comunidad LGBT. Su nombre era Harvey Milk. Este activista entendió que para acabar con la homofobia había que salir del clóset. Asesinado en 1978, confrontó los prejuicios de sus compatriotas. En 2008, Sean Penn le dio vida en una película que lleva su nombre. La naranja progresista. En el siglo XX, Holanda legalizó la eutanasia, descriminalizó el consumo de la marihuana y, en 1998, fue el primer país en aprobar las uniones del mismo sexo. Otros 33 países han seguido su ejemplo. En las pantallas grande y chica. Series y películas como Queer as Folk y Brokeback Mountain conmovieron al público con los dramas de sus protagonistas de la comunidad LGBT. Su impacto fue enorme, sobre todo en las nuevas generaciones. El impulso de la prensa. La portada de The Economist con un pastel de dos novios generó hace 20 años una oleada de comentarios negativos. Hoy, la imagen de dos hombres besándose no es polémica. La primera gobernante. El 1 de febrero de 2009, la islandesa Jóhanna Sigurdardóttir se convirtió en la primera persona abiertamente gay en dirigir un país. Desde entonces, ha habido varios mandatarios y ministros que aceptan en público su homosexualidad. La iglesia ha dicho sí (pero no). “¿Quién soy yo para juzgar a un gay?” dijo el papa Francisco hace dos años. Pero tras el referendo de Irlanda, el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, dijo que el matrimonio gay es “una derrota para la humanidad”. ¿A quién creerle?