En un discurso dirigido a un grupo de jóvenes reunidos en una iglesia de San Petersburgo, el pontífice habló de “la gran Rusia, de grandes santos, de reyes, de Pedro el Grande, de Catalina II, de un pueblo ruso de gran cultura y gran humanidad”.
Ello fue suficiente para que Ucrania, cuya invasión por parte de Rusia desató la actual feroz guerra, se desmandara en duras críticas contra Francisco, acusándolo difundir “propaganda imperialista”.
Francisco luego explicó que, al hablar así, se refería a la cultura de ese país.
Pues bien, habría que ver que piensan los ucranianos y personas de otros lugares del mundo al oír que, antes de terminar este lunes su visita a Mongolia, el máximo jerarca de la iglesia católica alabó a un imperio que fue mucho más sangriento y déspota que el de los zares de la casa Románov.
El papa destacó el imperio de Genghis Khan en el siglo XIII por respetar la libertad religiosa y unificar a las culturas.
En efecto, el imperio mongol de Genghis Khan, reconocido como uno de los líderes y guerreros más hábiles del devenir del mundo, es el más grande en un territorio continuo de la historia, pues abarcó desde la actual Lituania hasta Vietnam.
Pero también es verdad que aquel fue un periodo de cruentas masacres que barrieron con miles a lo largo de Asia.
De acuerdo con The Times, de Londres, durante los cinco días que estuvo en el país, Francisco les repitió a los líderes locales que sus ancestros conquistadores “reconocían las cualidades de las gentes en su inmenso territorio y ponían esas cualidades al servicio del progreso común”.
En efecto, los representantes de líder mongol absorbían la sabiduría de los académicos locales y de los ingenieros y mantenían a salvo las rutas comerciales a través de la imposición de la “pax Mongólica” aplicada a la resolución de conflictos locales.
“Que el Cielo conceda hoy, en esta Tierra devastada por innumerables conflictos, que se renueve, respetando las leyes internacionales, lo que una vez fue la “pax mongólica”, es decir, la ausencia de conflictos”, expresó el sumo pontífice.
No obstante, como lo recordó el diario londinense, si bien el imperio trajo estabilidad, lo hizo a través de las masacres de pueblos enteros que se negaron a someterse voluntariamente a su dominio.
Páginas de la historia de esos tiempos cuentan cómo las tropas de Mongolia desataron una hambruna en Irán por medio de la destrucción de los sistema de irrigación.
Así mismo, catapultaban cadáveres a las ciudades que se tomaban, una técnica a la que se le atribuye la propagación de la peste negra en Europa.
Las palabras de Francisco de nuevo han causado extrañeza, pero hay quienes las observan desde la óptica de que él se ha trazado la meta de llegar a donde otros no lo han hecho y entrar en contacto con comunidades muy distantes.
Así, esta fue la primera visita de un papa a ese país que solo cuenta con 1.450 fieles.
La visita a Mongolia también ha sido calificada de “estratégica” por los especialistas, pues fue concebida para mandarle un mensaje conciliador a China, quien sigue persiguiendo a los 12 millones de católicos que hay en su territorio.
Reflejo de ello podrían ser estas palabras, que hicieron parte de una de sus alocuciones en el país asiático: “Los gobiernos y las instituciones seculares no tienen nada que temer del trabajo evangelizador de la Iglesia”, la cual “no tiene agenda política en la cual avanzar, sino que se sostiene con el poder silencioso de la gracia de Dios y un mensaje de misericordia y verdad”.
En su viaje de regreso, el papa les dijo a los periodistas que todavía tiene pendiente convencer a China de que la iglesia no está supeditada a ningún gobierno extranjero.
Por su parte, fueron muchos los católicos chinos que no vieron cumplida la ilusión de ver a Francisco en la vecina Mongolia, debido a que su gobierno se los prohibió.
No obstante, también fueron muchos los que cruzaron la frontera y pudieron contemplar a uno de los líderes espirituales más poderosos del orbe.
Uno que logró pasar los controles para llegar a Mongolia fue un hombre llamado Li, quien contó que habían devuelto a mucha gente que quería ir a ver a Francisco.
Cuando le preguntaron cuál era su mensaje para el sucesor de San Pedro, contestó: “¡Papa, por favor, salva a nuestra iglesia china!”.