En Brasil hay dos cosas que parecen expandirse sin descanso en estos días: el coronavirus y los conflictos del presidente Jair Bolsonaro. Mientras Brasil se volvía el tercer país del mundo más golpeado por la pandemia de covid-19, con casi 36.500 muertos y más de 690.000 casos confirmados hasta el lunes, según la Universidad Johns Hopkins, Bolsonaro abrió varios frentes de batalla. El mandatario de extrema derecha relativizó la amenaza del virus, llamándolo "gripecita", y criticó las medidas de aislamiento social implementadas por los estados brasileños para detener los contagios, porque dañan la economía.

También cambió dos veces de ministro de Salud y participó de actos contra el Congreso y la Corte Suprema, donde uno de los jueces comparó recientemente los riesgos del orden democrático en Brasil con la Alemania de Adolf Hitler. Bolsonaro sostiene que él defiende la Constitución y el lunes dijo que su gobierno es fustigado por quienes se niegan a aceptar el resultado de las elecciones de 2018, lanzándole "acusaciones absurdas" para deslegitimarlo. Miguel Lago, un politólogo, profesor de la Universidad de Columbia y director del Instituto de Estudios para Políticas de Salud (IEPS) en Brasil, sostiene que el presidente tiene una táctica definida. "El comportamiento de Bolsonaro desde el principio de la crisis sigue una estrategia y un método", dice Lago en una entrevista con BBC Mundo. "El método es generar caos". Lo que sigue son extractos del diálogo telefónico: ¿Cómo describe la situación sanitaria de Brasil? Brasil todavía no ha logrado implementar políticas consistentes para aplanar la curva de contagios. Tenemos políticas heterogéneas, algunos gobiernos locales están tomando medidas un poco más restrictivas, otros menos. Y no hay ningún comando central como vemos en países vecinos.

Miguel Lago advierte que la crisis de covid-19 puede empeorar en Brasil, con colapsos hospitalarios en algunos estados. Foto: ARCHIVO PERSONAL Brasil tiene un sistema de salud que, si bien es sólido en varias áreas, en el sector hospitalario tiene problemas crónicos de distribución regional: 10 % de la población vive en regiones donde no hay siquiera una cama de UCI (unidad de cuidados intensivos). Si llegamos a un grado de infección cercano al 9 %, todos los estados de Brasil tendrán falta de médicos y enfermeros para responder a la crisis de coronavirus. Si miramos a estados del norte, noreste, a Río de Janeiro e incluso Sao Paulo, veo el colapso hospitalario muy cercano. Y en algunos de esos estados ya es una realidad.

El gobierno de Bolsonaro ha generado varias polémicas por la forma en que responde a esta crisis, la última por una confusión al dejar de divulgar datos totales de casos y muertes por coronavirus en Brasil. ¿Cómo observa esto? Es muy interesante que, en el momento en que desaparecieron los datos en el Ministerio de Salud, los gobernadores se organizaron a través de un consejo que existía para poner los datos que ellos tenían y montar una página web alternativa. Eso ilustra muy bien el momento que estamos viviendo. ¡Qué bien que tengamos instituciones en Brasil todavía! Es lo que está impidiendo que esta crisis sea aún más catastrófica. Hay que distinguir dos cosas que se mezclan mucho en este gobierno. Hay una incompetencia brutal, como nunca antes se había visto en la historia del país. Son personas que no tienen ninguna formación ni capacidad para ocupar los puestos que están ocupando. Bolsonaro cambió a un ministro de Salud que tenía un equipo, por un médico y en seguida por un general. Han cambiado todas las secretarías vinculadas al ministerio, dos veces en tres meses. Ningún médico serio irá a trabajar con un presidente que exige a sus ministros que cambien la prescripción médica de una droga, como hizo con la hidroxicloroquina. Usted decía que la "incompetencia" es una parte de la realidad del gobierno. ¿Cuál es la otra? La estrategia política. Bolsonaro no tiene grandes calidades administrativas. Pero es muy hábil políticamente. Tiene una estrategia política pensada, que puede ser que le funcione.

En São Paulo y otras ciudades de Brasil hubo protestas recientes contra Bolsonaro. Foto: AFP -BBC La mayoría de las cosas que estamos viendo tienen un problema de incompetencia encima de todo. Pero el comportamiento de Bolsonaro desde el principio de la crisis sigue una estrategia y un método. El método es generar caos, traer aún más inestabilidad en medio de una pandemia, cambiando los ministros, peleándose con los gobernadores, incentivando a la gente a irse a la calle… Bolsonaro entendió que tenía dos crisis imposibles de evitar: una económica y otra sanitaria. Sabiendo que tendrá pérdidas electorales, entendió que tenía que aparecer como un presidente impotente pero que ha avisado a todos que era más importante preservar la economía. Bolsonaro es un líder súperautoritario pero que al mismo tiempo da la imagen de gran fragilidad, de que nadie lo deja hacer nada.

¿Por qué un presidente haría algo así? Es una cuestión de estrategia política. No es que Bolsonaro tenga un sueño de Brasil, no es como los movimientos de extrema derecha en los años 30 que tenían una visión clara del mundo. Bolsonaro no tiene una finalidad de una raza superior, de un Estado final fascista o nazi. No muestra a dónde quiere ir; simplemente quiere deconstruir lo que existe. Es un comportamiento totalmente excepcional en políticos. Está vinculado a las redes sociales. Líderes como Bolsonaro o Duterte en Filipinas son fenómenos nuevos, pero serán cada vez más comunes si la tecnología sigue teniendo el mismo impacto que ahora en las elecciones. Usted le atribuye a Bolsonaro una intención y eso es muy difícil de probar. ¿Qué hechos concretos o ejemplos ve para eso? Bolsonaro convoca a manifestaciones, incluso durante la cuarentena, contra el Congreso y la Corte Suprema de Brasil. Lo han hecho casi todas las semanas desde el 15 de marzo, va a esos eventos y siempre sube un poco el tono. Creo que Bolsonaro intenta llevar a un conflicto extremo con el Congreso para provocar un pedido de impeachment (juicio político), para poder movilizar su base. No tengo ninguna prueba de eso, es una manera de interpretar su estrategia política.

¿Simpatizantes de Bolsonaro han pedido en las calles el cierre del Congreso y del Supremo Tribunal Federal. Foto: AFP - BBC Al principio de la pandemia, Bolsonaro pidió a la gente que no participara de las protestas contra las instituciones porque había que respetar la cuarentena y era importante evitar aglomeraciones. Lo dijo el 12 de marzo. Pero el 15 de marzo hubo manifestaciones y Bolsonaro fue a encontrarlas. En ese momento cambia radicalmente su discurso respecto a la enfermedad. Hay varias explicaciones posibles. Pero la que tiene más sentido para mí es que entendió que una situación de crisis provoca unión. Basta mirar lo que pasó en Argentina. Bolsonaro vive siempre de la polarización. No sabe cómo operar en la unidad política. No sabría ser el líder de la unidad política. Si lo intentara, su ministro de Salud se hubiera destacado mucho más que él. Bolsonaro ha intentado polarizar en medio de la pandemia, poniéndose en contra de los gobernadores, del Congreso y de todos los otros. Entonces se convierte en un problema sanitario para Brasil y cabría al Congreso hacerle un proceso de impeachment que movilizaría a sus bases y provocaría una insurgencia muy fuerte de su grupo político.

¿A qué sectores cree que apela? Apela sobre todo a los policías. Pero también al Ejército, sobre todo a los militares de rango inferior. También a toda la población armada de Brasil. Ese es su electorado, que lo quiere mucho. Después están los neopentecostales que lo apoyan y es una franja importante de la población. Y una parte del empresariado también. ¿No sería demasiado peligroso para un presidente provocar una polarización e ir a un impeachment que no sabe cómo va a terminar? Es arriesgado. Pero todo lo que hace Bolsonaro es bien arriesgado: lo que hizo con la Amazonía, lo que está haciendo con el coronavirus…Desde su elección intenta constantemente profundizar el tipo de involucramiento de sus votantes con él. Eso significa que necesita siempre estar en conflicto y polarizar con alguien.

‘Todo lo que hace Bolsonaro es bien arriesgado", sostiene Lago. Foto: EPA - BBC Bolsonaro salió de un electorado de extrema derecha brasileña a algo mucho mayor. Ha logrado englobar a los evangélicos, involucrar a toda la lucha contra la corrupción que no tenía nada de extrema derecha. Ha logrado ampliar su base y su audiencia se radicalizó. El problema es que siempre se está poniendo en víctima. Pero si quiere provocar algo más revolucionario, que en mi opinión es lo que pretende, va a necesitar hechos concretos como un pedido de impeachment. Creo que está provocando eso para hacer ese conflicto cada vez más fuerte.

¿Sin un objetivo claro? Creo que su objetivo es tener el imperio de la fuerza, con instituciones débiles donde básicamente pueda hacer lo que quiera. Pero sin necesariamente ser una dictadura con una ideología ultra fija. Veo mucho más una cosa de destrucción que de construcción. Pero Bolsonaro parece haberse debilitado políticamente con esta crisis, en vez de fortalecerse. Entonces si hay una estrategia, como usted sostiene, no parece estar funcionando muy bien para él… Depende de la perspectiva. Bolsonaro ha perdido apoyo de sus votantes más racionales. Defender a Bolsonaro se ha convertido en algo más difícil. La mayoría de los gobernadores no está con él. Hay una oposición más articulada contra Bolsonaro y cada vez más amplia. Pero también tiene muchísima popularidad con una porción de entre 20 % y 30 % de la sociedad. Veo a Bolsonaro muy fuerte con su electorado principal. También con los diputados no muy importantes, pero que cuentan para el voto. Ha distribuido gran parte de los cargos públicos y está comprando no una mayoría en el Congreso para gobernar bien, sino para tener el mínimo necesario para evitar un impeachment. El Ejército no parece abandonarlo. Tampoco parece que vaya a hacer un golpe de Estado con Bolsonaro. Parece muy improbable un autogolpe de Bolsonaro, que es algo que se comenta en Brasil. No tiene la fuerza de Fujimori cuando hizo su autogolpe en 1992 en Perú. Pero las Fuerzas Armadas están en su gobierno. Es un poco la lógica chavista de ocupación de puestos políticos por militares. Y sabemos cómo termina eso.