Luego de un año atípico, la política venezolana despertó. El presidente Nicolás Maduro ha dado pasos hacia una posible realización de comicios reconocidos por la comunidad internacional, al tiempo que el presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, cambió drásticamente de parecer y expresó ahora sí su intención de sentarse a negociar con el oficialismo bajo ciertas condiciones. Maduro y Guaidó comparten una situación en común: tienen el agua al cuello.
Maduro fue el primero en tratar de salvarse. Con la designación de un nuevo Consejo Nacional Electoral integrado por dos personalidades de la oposición, configuró el último de una serie de gestos de acercamiento, seguido de la entrada de Venezuela al Programa Mundial de Alimentos de la ONU y la medida de casa por cárcel a ejecutivos petroleros por corrupción. Medidas desesperadas para tender puentes a la comunidad internacional que le permitan rescatar su economía.
Geoff Ramsey, director para Venezuela de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, le explicó a BBC Mundo el as bajo la manga de Maduro. “Lo que hay es un claro interés por parte del Gobierno de lograr alguna flexibilización en la política de Estados Unidos. Buscan algún tipo de alivio ante las sanciones”. Una respuesta a la política de gobierno que implementó Joe Biden desde su llegada a la Casa Blanca: aliviar sanciones siempre y cuando existan pasos concretos hacia unas elecciones libres.
Guaidó también tiene el agua al cuello. La administración Biden le exigió resultados al líder opositor y le dio un ultimátum para sacar a Maduro del poder antes del primero de diciembre, de lo contrario le retiraría el reconocimiento como presidente interino y, por ende, el acceso a los fondos de la nación que están bajo su protección, según informó Oswaldo Muñoz, presidente del Grupo Editorial El Venezolano.
El opositor le propuso a Maduro una reactivación de las negociaciones. En ellas, pide un “cronograma de elecciones libres y justas: presidenciales, parlamentarias, regionales y municipales con respaldo internacional” y la “entrada masiva de ayuda humanitaria y vacunas”, a cambio del “levantamiento progresivo” de sanciones internacionales.
La presión ejercida por la Casa Blanca es tanta, que Guaidó afirmó que está en conversaciones con una delegación de Noruega para que visite “lo más pronto posible” el país y que sirva de mediador para alcanzar elecciones justas. Esta vez, el opositor cruzará los dedos para que las negociaciones lleguen a buen puerto y no suceda lo mismo que en 2019, cuando, mediadas por Noruega, fracasaron por falta de disposición del Gobierno de Maduro, según la oposición.
El panorama puede ser diferente. El cambio de opinión de Guaidó le cayó como anillo al dedo a Maduro, quien aceptó la invitación de sentarse con toda la oposición y la comunidad internacional. “Ahora Guaidó se quiere sentar conmigo. Estoy de acuerdo con la ayuda de la Unión Europea, del Gobierno de Noruega, del Grupo de Contacto, cuando quieran, donde quieran y como quieran, listo para reunirme con toda la oposición para ver qué se saca de ahí, si se saca algo bueno y ellos abandonan el camino de la guerra, del golpe de Estado y vienen al camino electoral”.
Además, aprovechó la oportunidad para celebrar los comicios conjuntos de gobernadores, alcaldes, representantes a los Consejos Legislativos y Concejos Municipales, convocados por el Poder Electoral. Los comicios serán los primeros tras las legislativas de 2020, en las que el chavismo retomó el Parlamento. Un guiño más para la comunidad internacional.
Por primera vez en años, tanto el oficialismo como la oposición tienen algo en común: necesitan un respiro. El letargo político de Venezuela desesperó a la administración Biden, que decidió tomar cartas en el asunto. Maduro y Guaidó ya tienen las suyas sobre la mesa.