Por: Mauricio SaenzLos presidentes de Estados Unidos suelen retirarse a sus cuarteles de invierno tras dejar el poder, que generalmente ejercen durante ocho años. Inauguran su biblioteca, fundan su instituto, juegan golf, toman largas vacaciones y si acaso se dedican a dar conferencias motivacionales a los empresarios del mundo a cambio de jugosos honorarios. Pero por lo visto en la última semanas, Barack Obama no está dispuesto a seguir ese destino tradicional. Al fin y al cabo él fue el primer afronorteamericano en llegar a la presidencia, el primero en acceder a tan alta magistratura sin experiencia ejecutiva, y el primero en ser sucedido por un personaje del calibre de Donald Trump.Desde que entregó el poder, Obama había mantenido el callado perfil tradicional. Lo había hecho a pesar de que, algo también sin precedentes, el actual inquilino de la Casa Blanca se ha dedicado a atacarlo con toda clase de críticas e insultos, muchas veces personales y casi siempre infundados. Pero no solo decidió romper su silencio sino hacer algo aún más insólito para alguien en sus circunstancias: salir en campaña a recorrer, en principio, California y Ohio para llevar su mensaje. Nunca, al menos desde comienzo del siglo XX, un expresidente se había plantado de esta manera para confrontar a su sucesor.Los espectadores del auditorio del campus de Urbana-Champlain pudieron apreciar, de nuevo, el contraste entre Obama y el actual mandatario. Con su acostumbrada elocuencia, Obama recibió el premio Ethics in Government (muy oportuno, por cierto) con un extenso discurso en el que, por primera vez desde que terminó su período, pronunció el nombre de Trump en dos oportunidades, aunque no con el título de presidente.Puede leer: El misterio sobre el autor de la columna anónima contra TrumpObama no perdió el tiempo para entregar su mensaje a los asistentes: “Estoy aquí porque este es uno de esos momentos cruciales, cuando cada uno de nosotros, ciudadanos de los Estados Unidos, debemos determinar quiénes somos”.A lo largo de su discurso el público escuchó a un Obama clásico, que mezclaba frases de gran calado con referencias irónicas y gracejos que de cuando en cuando hacían reir a los espectadores. Con su tono acostumbrado, el expresidente se refirió, entre otros puntos, al estado de la economía, a los proyectados recortes de impuestos para favorecer a los más ricos, a las medidas de Trump para desmontar el sistema de salud, conocido popularmente como Obamacare, que han sacado a dos millones de personas de sus beneficios. A su tendencia a congraciarse con tiranos mientras irrespeta a los aliados que comparten los valores democráticos. Incluso cuestionó qué tan difícil podía ser condenar a los simpatizantes nazis, en referencia a la negativa de Trump a hacerlo tras los disturbios de Charlottesville, donde murió una manifestante bajo las ruedas del carro de un ultranacionalista blanco. Acusó además a los partidarios de Trump de practicar una "política del miedo" y resentimiento, al darles voz y fuerza a los supremacistas blancos. Y llamó a rechazar “las fuerzas que nos mantienen separados y furiosos.”Hizo ese largo recorrido para preguntarse dónde está el partido republicano, porque lo que el actual presidente hace nada tiene que ver con sus ideales . “Nada de eso es conservador”, dijo. “Creo que eso no es lo que tenía en mente (Abraham Lincoln) cuando ayudó a formar el Partido Republicano. Esto es radical”.En uno de los raros momentos en que lo mencionó por su nombre, Obama dijo que Trump no constituye él solo la causa de los problemas del país, sino sólo “un síntoma”. En su sentir, el mandatario “está aprovechando resentimientos políticos de años atrás y está capitalizando algunos odios enraizados en la sociedad estadounidense”. Sin embargo, advirtió que sus posiciones y actitudes frente a sus contradictores son una clara "amenaza a la democracia", cuyo rechazo no debería ser un tema de uno u otro partido.Le puede interesar: Trump contra la prensa: pide despedir a presidentes de CNN y NBC y ataca al periodista del caso WatergatePor eso reclamó a los congresistas republicanos por no actuar ante alguien que llama enemigos del pueblo a los periodistas, y que amenaza la separación de poderes al querer poner al sistema de justicia a defender sus intereses. Incluso Obama criticó al autor de un editorial anónimo publicado en The New York Times, que habla de una especie de movimiento clandestino de “resistencia” que trabaja por evitar que Trump cometa un disparate. Y descalificó el reclamo de que “todo estará bien porque hay gente que secretamente no sigue las órdenes del presidente”.Se refería a que ese no es el “check and balance”, el control de los poderes de un presidente en la democracia, y que no puede reemplazar a la acción política más allá de los partidos. “No nos están haciendo el gran servicio por promover el 90 por ciento de las locuras que salen de esta Casa Blanca, para luego decir no se preocupen, que estamos previniendo el otro 10 por ciento”, afirmó.Y le pidió a su auditorio, no como expresidente sino como un norteamericano más, “votar, porque nuestra democracia depende e ello”. Añadió que siempre se dice que las siguientes elecciones son las más cruciales de los últimos tiempos, pero que esta vez “con solo echar un vistazo a los titulares recientes debemos saber que este momento es realmente diferente “ y, además, que “lo que está en juego es más alto que nunca”. “En dos meses tenemos la oportunidad de restaurar alguna semblanza de cordura en nuestra política”.Como era de esperarse, muchos republicanos rechazaron las palabras de Obama. Incluso un columnista de Breitbart News calificó de “institución corrupta” a la universidad por darle a Obama un premio a la ética en el gobierno. Se trata de un síntoma que lleva a muchos a preguntarse si las palabras de Obama podrían tener efecto más allá de las toldas demócratas. Y la respuesta es dudosa, porque está claro que Trump ganó las elecciones de 2016 precisamente por un núcleo de republicanos incondicionales que responden positivamente al racismo, al sexismo y a la agresividad del magnate, que no son los más pobres que sufren sus ataques a la seguridad social, y que parecen motivados justo por reacción ante la presencia de Obama en la palestra pública. Y según una encuesta Gallup. 85 por ciento de los votantes republicanos aprueban consistentemente la gestión de Trump. De modo que el discurso de Obama, lejos de atraer votantes del partido opuesto, puede tener el efecto de impulsarlos más a votar, pero por candidatos republicanos.Como anunció al comienzo de la semana, esta es apenas a primera parada de Obama de un largo camino que recorrerá de cara a las elecciones del próximo 6 de noviembre, y aunque no hizo un llamado explícito a votar por su partido, en las próximas semanas empezará un tour de apoyo a varias candidaturas. El Partido Demócrata quiere arrebatar el control del Senado y de la Cámara de Representantes a los republicanos, quienes actualmente tienen una pequeña mayoría. Además, quieren ganar algunas gobernaciones claves que también elegirán los norteamericanos en noviembre. Todo ello por una causa que cada vez adquiere más presencia, y a la que Obama se refirió veladamente: la destitución, el “impeachment” de Trump, que solo sería posible con el triunfo de una ola azul (demócrata) que le permita al partido de oposición dominar ambas cámaras del congreso.Este sábado, Obama participa en la Casa de los Demócratas del condado de Orange, en California, en el lanzamiento de campaña de varios candidatos a la Cámara de Representantes. El partido espera que su presencia ponga en riesgo los escaños que por varios períodos han ganado allí los republicanos. Y la próxima semana, el expresidente tiene planeado aterrizar en Ohio para unirse a la campaña de Richard Cordray, candidato demócrata a la gobernación de ese estado.Le recomendamos: ¿Quién es Colin Kaepernick, enemigo de Trump y por quien están quemando tenis Nike?Más allá de la eficacia de su discurso inicial, Obama será para Trump un adversario de peso pesado en lo que podría ser una lucha de titanes de cara a las elecciones de noviembre. De un lado el expresidente, con su retórica impecable. Del otro el magnate, que reaccionó al discurso muy a su estilo: le pareció tan aburrido, “que me dormí”.