Por Luisa María Lozano y Juan Nicolás Garzón A
En medio de una campaña electoral marcada por la polarización, las noticias falsas, las agresiones mutuas y fuertes divisiones ideológicas e incluso religiosas, Luiz Inácio Lula da Silva fue declarado vencedor, por estrecho margen, en las elecciones a la presidencia en Brasil. El resultado electoral marca el fin de una campaña tensa y de un gobierno polémico en cabeza de Jair Bolsonaro, pero a su vez supone el inicio de una agudización de la fractura interna del país, la cual podría profundizarse en la medida en que Bolsonaro asuma una posición de abierto cuestionamiento y deslegitimación de los resultados.
La estrategia de campaña del actual presidente y candidato perdedor Jair Bolsonaro puede compararse con la del expresidente norteamericano Donald Trump. En reiteradas ocasiones, Bolsonaro tendió un manto de duda sobre el sistema electoral y manifestó que solo reconocería el resultado si las elecciones eran limpias, aunque en la víspera de la elección suavizó su discurso, el margen escaso con el que fue derrotado genera interrogantes acerca de cuándo y cuál será su postura frente al resultado final mientras el nuevo gobierno toma posesión.
En el entretanto, a nivel interno el gobierno electo tendrá la labor de subrayar la legitimidad de la elección, construir un gobierno que se revele como moderado y próximo al centro, enviar un mensaje que tranquilice a los mercados e inversionistas con grandes intereses en la mayor economía de la región, y empezar a trazar una hoja de ruta que se adapte al hecho de no contar con mayorías parlamentarias que respalden iniciativas reformadoras heterodoxas.
Lula no conserva el capital político que tuvo durante sus dos primeros mandatos, entre otras razones porque carga a sus espaldas las acusaciones de corrupción que se han hecho en su contra, al tiempo que tendrá que enfrentar una oposición bien organizada, militante, que se ha fortalecido en los últimos años y que hoy se aglutina en torno a un partido cuya solidez se le debe al liderazgo ejercido por Bolsonaro.
Varios de los electores de Lula votaron por la remembranza de lo conseguido en sus dos primeros mandatos, logros impulsados en buena medida por los altos precios de las materias primas. Sin embargo, es importante tener en cuenta que Lula llega al poder en condiciones muy diferentes a nivel económico. Se enfrenta a un contexto marcado por la crisis energética y alimentaria, sumado a señales de recesión y alta inflación mundial que marcan una economía global convulsionada.
En el contexto regional, la victoria de Lula sobre Bolsonaro tiene un impacto significativo teniendo en cuenta la posición de liderazgo de Brasil en América Latina. En primer lugar, el presidente electo renovará el interés hacia la multilateralidad y una agenda ampliada que incorpore temas ambientales, incluyendo asuntos tan sensibles como deforestación del Amazonas; inequidades de género y políticas que atiendan las demandas de las minorías; temas que Bolsonaro no priorizó durante su gobierno.
Para el presidente colombiano Gustavo Petro, la victoria de Lula resulta conveniente, ya que encuentra en Brasil un gobierno aliado con el que mantiene sintonía ideológica y política. Hay que recordar que Lula pidió públicamente apoyar a Gustavo Petro durante la campaña presidencial en Colombia y Petro ha celebrado las victorias de Lula en primera y ahora en segunda vuelta. Así mismo, se podría esperar que ambos gobiernos busquen trabajar en una agenda común y pretendan fortalecer el bloque regional latinoamericano. Sin embargo, Lula ha sido claro en que no detendrá la exploración de hidrocarburos en el futuro inmediato, postura opuesta a la de Petro quien desde el primer momento de su elección subrayó la necesidad de impulsar la descarbonización de la economía e impulsar un proceso de transición energética que suponga el fin del extractivismo.
En definitiva, el tercer mandato de Lula no será igual a sus anteriores gobiernos debido a que cuenta con márgenes de gobernabilidad más estrechos, tendrá que buscar puntos de encuentro con sus contradictores políticos y deberá moderar las expectativas de sus electores, en tanto las circunstancias locales y globales son sustancialmente distintas. A su favor está el hecho de encontrar un contexto regional con buena parte de los gobiernos próximos ideológicamente y un número significativo de países, entre ellos Estados Unidos, que le han dado la bienvenida al reconocer como legítima su victoria.
*Luisa María Lozano es directora de la Maestría en Derecho Internacional de la Universidad de La Sabana y Juan Nicolás Garzón es profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la misma Universidad.