Llevar dos identidades en bandos contrarios no es nada fácil, es una locura, algo que puede desembocar en una esquizofrenia, en especial cuando el riesgo de morir asesinado parece ser una sentencia de por vida. El protagonista de esta historia se llama Morten Storm, un danés de 39 años que se convirtió al islam desde su país, pero diez años después decidió cambiar de bando y colaborar para los servicios de inteligencia de la CIA. “Durante media década entré y salí de dos mundos y dos identidades… una frase en el momento equivocado me hubiera costado la vida”, así lo reveló en su libro Mi vida en Al Qaeda, la historia del yihadista danés que espió para la CIA. Su historia se inicia en Dinamarca, donde empezó a frecuentar las mezquitas de su ciudad, a leer habitualmente el Corán así como a escuchar en internet los sermones de varios radicales como Omar Bakri, cuyas ideas fueron permeándolo. La yihad contra Occidente empezó a ser su obsesión. Viajó a Londres y luego estuvo en Yemen, donde entró a los más herméticos y prevenidos círculos extremistas. Se ganó la entera confianza del predicador Anual Al Aulaki, uno de los principales ideólogos de Al Qaeda y responsable de varios atentados terroristas. Storm ayudó a la organización en tareas logísticas aunque nunca, asegura él, llegó a participar en un ataque terrorista. A medida que pasaba el tiempo su radicalismo crecía, hasta justificar los atentados del 11 de septiembre, cuando se adhirió al islamismo más extremo. Se convirtió en un salafista, miembro de la corriente que lucha por aplicar literalmente los textos coránicos. Precisamente, en mayo de 2005 participó en Londres en una protesta contra la guerra de Irak frente a la embajada de Estados Unidos quemando la bandera norteamericana. Pero poco a poco comenzó a encontrar contradicciones en los textos sagrados hasta que en 2007 su fe e ideales se desmoronaron. La yihad dejó de tener sentido para él y empezó a preocuparse por las víctimas de sus actos. “Le dije a Al Aulaki que yo apoyaba los atentados contra objetivos militares, pero le aclaré que ni podía ni quería ayudarle a conseguir nada que se pudiera utilizar contra civiles”, escribe Storm en su libro. Y luego comenzó a ayudar a los servicios secretos de Estados Unidos, Reino Unido y Dinamarca. Las organizaciones yihadistas se caracterizan por tomar precauciones para prevenir que sus enemigos se infiltren en sus filas y hasta ejecutan en público a quienes colaboren con ellos. Pero nadie jamás sospechó de Storm cuando comenzó a recopilar información en las mezquitas que frecuentaba. “Cuando sostenía encuentros con los agentes de inteligencia, el danés utilizaba los colores de los semáforos para indicarle a los servicios secretos el grado de peligrosidad de un individuo: verde para los inofensivos, naranja para los posibles conflictivos y rojo para los más peligrosos”, le dijo a SEMANA Antonio Pita, periodista del diario El País de España que logró entrevistarse con él en un hotel anónimo de Madrid. En Al Qaeda llegaron a confiar tanto en él que una vez le consiguió una esposa croata a uno de los líderes de la organización, cuando ya trabajaba para las agencias de inteligencia. Morten no imaginó entonces que la mujer llevaba en su maleta un dispositivo de seguimiento implantado por los servicios de inteligencia. Tiempo después terminó por participar indirectamente en la muerte de Al Aulaki, abatido por un misil estadounidense en 2011. Ante esta situación cada vez más difícil de manejar, sintió que los servicios de inteligencia lo engañaban y decidió contar su historia a un periódico. Luego se retiró y pasó al anonimato debido a que los yihadistas lo tienen amenazado de muerte. Había dejado de ser Murad, nombre que adoptó cuando se radicalizó, para volver a llamarse Morten. Ahora que se retiró de su doble militancia, se concentra en mantenerse con vida lo que cada vez le resulta más difícil. “Ahora vive en Reino Unido, pero no dice dónde precisamente. Me dijo que no quería regalar información, pero de todas formas tampoco se está escondiendo”, dijo Pita. Morten sabe muy bien lo que le puede costar. El año pasado los combatientes de Isis en Siria publicaron un video en el que le disparaban a una foto suya.