De espía de la KGB a líder supremo del país, es el perfil que podría resumir la carrera de Vladímir Putin, el inexorable presidente ruso que está a unas elecciones de trámite de llegar a su quinto mandato en el poder, el cuarto consecutivo. Pero detrás, este líder político nostálgico de la Unión Soviética ha traído consigo un sinfín de polémicas para el planeta, amenazas para el mundo occidental y ríos de sangre de sus enemigos, que siempre niega que surjan de él.

En sus orígenes, Putin trabajó para la agencia de inteligencia de la Unión Soviética, KGB; incluso llegó a desarrollar actividades de contraespionaje en la ciudad de Dresden, en Alemania Oriental, y fue clave para salvaguardar documentos clasificados del régimen después de la caída del muro de Berlín. Pero tras dicha revolución, volvió a su país a trabajar en el servicio público. En 1999 manifestó que el comunismo es “un callejón sin salida, lejos de la corriente principal de la civilización”.

De a pocos, Putin fue subiendo escalones hasta que, a finales del milenio, asumió la jefatura del Gobierno y, tras una inesperada renuncia de Boris Yeltsin, se erigió como sucesor encargado. Fue a partir de ese momento que Putin empezó un reinado que nadie esperaba que fuera a alcanzar tanto éxito y perdurara en el tiempo. En el 2000 asumió su primer periodo presidencial y luego fue reelegido. Al completar dos periodos consecutivos, se le exhortó a dejar el poder durante cuatro años en los que puso un mandatario de su confianza, Dmitri Medvédev, que estuvo en el poder hasta 2012.

“En Occidente se piensa que Rusia funciona como otras naciones occidentales. Rusia apostó por una especie de líder vitalicio que efectivamente es Vladímir Putin y que ejerce como una suerte de seguro internacional de Rusia frente al mundo; esencialmente, la ideología de Putin, si hubiera que resumirla en una sola palabra, sería nacionalismo muy agresivo y radical”, manifiesta a SEMANA Enrique Serrano, profesor de la Facultad de Estudios Internacionales de la Universidad del Rosario.

El presidente ruso Vladimir Putin | Foto: Sputnik

La receta de Putin fue acumular el poder a sus anchas hasta donde se le permitiera, y no ha tenido límites. En el 2000 arrancó la segunda guerra chechena que le dio el triunfo al Kremlin. Además, en su primer mandato cerró medios de comunicación y mantuvo a raya a los oligarcas del país, que en mandatos anteriores habían manipulado los hilos del poder para conservar varias de las decisiones más importantes de Rusia hacia sus propios intereses.

A partir de su vuelta al poder, Putin siguió mostrando sus intereses. En 2014 tomó la decisión de anexar la península ucraniana de Crimea luego de que el país vecino se rebelara contra un corrupto gobierno satélite de Moscú. Y así mismo, ha venido amenazando a Occidente constantemente con oprimir el botón nuclear y llevar al planeta a una destructiva guerra que lo conduciría al Armagedón.

Además, sistemáticamente, los enemigos de Putin han sido eliminados del panorama político de Rusia de una u otra manera. Desde 2002, nueve opositores murieron asesinados a tiros. Mientras hay otros casos como el de Zelimján Yandarbiyev, quien murió por un carro bomba. Uno de los casos más conocidos fue el de Alexander Litvinenko, envenenado con polonio, supuestamente por agentes de inteligencia rusos, al igual que Yuri Shchekochijin, defensor de derechos humanos, quien falleció por una supuesta alergia que derivó en sospechas de un envenenamiento con talio.

Tras dar inicio a la invasión de Ucrania en febrero de 2022, Putin aumentó la represión y cualquier persona que se atreviera a renegar del mandatario tendría su destino sellado. En los últimos meses, se sumaron a la lista Yevgueni Prigozhin, exlíder de la milicia privada Wagner que fue de gran ayuda para Putin en la guerra hasta que decidió alzarse en armas contra el Kremlin. A pesar de llegar a un acuerdo entre ambas partes, el líder militar murió por la explosión de una granada en el interior del avión en el que se transportaba, en agosto del 2023.

Alexéi Navalni, fallecido opositor ruso. | Foto: Celestino Arce/NurPhoto

El más reciente en esa lista fue el activista Alexéi Navalni, quien en 2020 ya había sido tratado por un envenenamiento con una antigua arma química soviética, del cual el régimen intentó desligarse. En 2021 fue encarcelado y en febrero de este año murió en cautiverio en medio de grandes dudas de la comunidad internacional. Según las autoridades, el opositor se desmayó de repente y murió tras una reanimación fallida.

Catorce líderes políticos han muerto en extrañas circunstancias. Mientras que desde el inicio de la guerra en Ucrania, alrededor de 23 personas, entre empresarios, exmilitares y políticos han fallecido. Caídas desde ventanas, sospechosos suicidios y accidentes de tránsito han sido algunos de los casos que reveló la revista holandesa NOS y que describió todos los extraños episodios que se le anotan al régimen.

En un país donde protestar contra el gobierno está prohibido, para Vladímir Putin –con un autoritario mandato– atornillarse al poder y prácticamente no contar con oposición tiene una gran popularidad. Según un sondeo del Centro de Estudio de la Opinión Pública ruso, el mandatario tiene una favorabilidad del 76 por ciento. Lo cual, sumado a la situación política del país que ha transformado el mandatario, hace que su elección esté prácticamente hecha.

1 | Foto: Restringido

“La popularidad de Putin sigue aumentando a medida que la guerra se alarga y las sanciones económicas no han tenido el efecto esperado. Entonces Putin se consolida interna y externamente, porque la guerra no parece haberlo debilitado, ni tampoco las sanciones que impuso Occidente sobre la industria militar y el sistema financiero. Rusia rápidamente se acomodó a la economía de guerra y Putin ha podido convencer a los rusos de que es una guerra de Occidente contra Rusia”, manifiesta Mauricio Jaramillo, profesor de la Facultad de Estudios Internacionales de la Universidad del Rosario.

Las elecciones del domingo han sido condenadas por la comunidad internacional, que asegura la falta de transparencia. “Vladímir Putin puede tener una elección limpia, pero no exactamente libre por lo de Navalni y por otros opositores que se han coaccionado, para decirlo con caridad cristiana. Se va a las votaciones, se cuentan los votos y todo es limpio, pero no creo que sea el adjetivo libre porque no hay diferentes opciones que estén en juego”, dice Giovanni Reyes, profesor de la Universidad del Rosario.

Por ahora, la salida de Putin del poder parece casi un sueño para Occidente, todo mientras el líder más grande que ha tenido Rusia desde la Guerra Fría sigue consolidando su poder en el país, a la fuerza. La elección del domingo solo será una muestra más del dominio irrevocable que tiene el mandatario ruso y que aún está muy lejos de terminar.