El martes se comprobaron las dos grandes tendencias de las elecciones primarias estadounidenses. Por un lado, con sus victorias en tres de los cuatro estados que se disputaron ese día, Donald Trump demostró una vez más que es de lejos el preferido de los votantes republicanos. Por el otro, la victoria de Bernie Sanders en Michigan puso de manifiesto que, pese a tener todo a su favor, a Hillary Clinton le tocará luchar hasta el último minuto para alcanzar la nominación demócrata.Sin embargo, los comicios de ese día confirmaron también el ascenso de un candidato que, sin acaparar los titulares de prensa ni los análisis electorales, se ha convertido en uno de los protagonistas de la contienda. Se trata de Ted Cruz, un cubanoestadounidense nacido en Canadá, que se ha abierto camino en la política gringa gracias a su envolvente oratoria de predicador y a sus posturas extremas, lo que lo ha sintonizado con el ala más radical y numerosa del electorado republicano. Eso le ha bastado para ganar en 7 de los 24 estados que hasta ahora han celebrado primarias, hacerse con casi el 30 por ciento de los votos en juego, y ser el único candidato que le ha mantenido el ritmo a Donald Trump. Mientras que el magnate ha conseguido 462 de los 1.237 delegados necesarios para alcanzar la nominación, este ha conseguido 362, muchos más que Marco Rubio, que apenas tiene 155. “Ante el fracaso del preferido del ‘establishment’ del Grand Old Party, el miedo está llevando a algunos electores a votar por Cruz para detener al magnate”, dijo a SEMANA Ange-Marie Hancock, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad del Sur de California.La estrategia de Cruz ha sido sencilla. En primer lugar, ha sabido ganarse el apoyo de los grupos evangélicos y de los ultraconservadores del Tea Party con políticas reaccionarias en temas sociales. Pese a sus orígenes, se opone a cualquier tipo de amnistía para los indocumentados. A su vez, es un férreo defensor de la pena de muerte, se opone a toda restricción en la compra o porte de armas y rechaza cualquier interrupción del embarazo (incluso en los casos de violación). También ha invitado a ignorar los matrimonios homosexuales desde que la administración Obama los legalizó a mediados de 2015.De hecho, el segundo pilar de su popularidad ha sido su oposición a todas las medidas adoptadas por el presidente demócrata, como el acuerdo nuclear que Estados Unidos y otros países alcanzaron con Irán a mediados del año pasado, o el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba a finales de 2014. Sin embargo, el principal objetivo de Cruz ha sido la reforma sanitaria (el Obamacare), cuya adopción trató de torpedear en 2010 con un discurso que duró 21 horas. En este, llegó a comparar su cruzada contra esa ley con la resistencia contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, o contra la Unión Soviética durante la Guerra Fría.Sin embargo, pocos aprecian a Cruz dentro del Partido Republicano. De hecho, ningún senador lo ha respaldado y es probablemente el congresista menos popular del Capitolio. Como dijo a SEMANA Robert Y. Shapiro, autor del libro Presidential Power: Forging the Presidency for the Twenty-First Century y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Columbia, “Cruz ha saboteado muchas iniciativas de su partido. De hecho, muchos de sus colegas sienten que sus opiniones extremistas tienen como fin aumentar su popularidad a expensas de la de ellos. En concreto, este ha liderado una exitosa insurrección con el apoyo de su ala más religiosa y conservadora”.La cosa no deja de ser paradójica. Mientras que Trump le produce pánico al establishment republicano porque con su estilo autoritario le abre las puertas a lo desconocido, Cruz produce el mismo efecto pero por la razón contraria: sus copartidarios saben muy bien cómo sería Estados Unidos bajo su presidencia. Y eso les produce escalofríos.