Con un discurso centrado en el poder adquisitivo y una imagen moderada comparada con el ultra Éric Zemmour, Marine Le Pen está a las puertas de cumplir el sueño de décadas de la extrema derecha: llegar a la Presidencia de Francia.
“Nunca he estado tan cerca de la victoria”, aseguraba a finales de marzo la candidata de Agrupación Nacional (RN), de 53 años, y que en 2017 perdió en la segunda vuelta frente al liberal Emmanuel Macron con un 33,9 % de votos.
A la tercera puede ser la vencida. Con un 25 % de votos, Le Pen logró pasar al balotaje del 24 de abril junto a Macron (alrededor del 28 %). Según los últimos sondeos, la ventaja del centrista en la segunda vuelta se reduciría a entre 2 y 8 puntos.
De lograr las llaves del Elíseo, esta abogada de formación coronaría con éxito su estrategia de borrar la imagen extremista del partido desde que en 2011 tomó las riendas del entonces Frente Nacional (FN), fundado por su padre.
Jean-Marie Le Pen ya alcanzó el hito de disputar el balotaje en 2002, cuando perdió con casi un 18 % de votos frente al conservador Jacques Chirac, pero con una imagen de partido racista, antisemita y nostálgico de la Argelia colonial.
Marine Le Pen fue apartando a los miembros destacados de estos sectores, incluso a su padre, y otros se unieron a las filas de su rival Éric Zemmour, que, según los observadores, busca resucitar el tradicional FN.
“Simpática”
“La mera presencia de Éric Zemmour, percibido como más radical que ella tanto en el fondo como en la forma, ha recentrado mecánicamente la imagen de Le Pen”, tuiteó recientemente Mathieu Gallard, analista de Ipsos France.
La candidata de RN también se ha esforzado en suavizar su imagen para dejar atrás el acalorado cara a cara con Macron de 2017, en el que se le reprochó su “agresividad” y “su falta de preparación”.
Le Pen “se hace la simpática y lo aprovecha. Y, además, nos hemos habituado a los extremos”, lamentó el ministro de Agricultura próximo a Macron, Julien Denormandie, sobre el auge de la candidata rival en su tercera elección presidencial.
La política nacida el 5 de agosto de 1968 en Neuilly-sur-Seine, una ciudad acomodada al oeste de París, visita mercados, sube a tractores y da entrevistas íntimas. Todo esto para diferenciarse de Macron, percibido como “arrogante”.
En las entrevistas, suele presentarse además como una agricultora, criadora de gatos, en un intento de normalizar su imagen y socavar el “frente republicano” de partidos en su contra en la segunda vuelta, según un informe de la Fundación Jean-Jaurès.
“Fundamentos del FN”
Su campaña la ha centrado en criticar el alza de los precios de la energía, en un contexto de temor sobre la pérdida de poder adquisitivo, y en asegurar que no atrasará la edad de jubilación a los 65 años como propone Macron, sino adelantarla a 60 en algunos casos.
Sin embargo, “su programa apenas ha cambiado respecto a los fundamentos del FN, como la inmigración y la identidad nacional”, explicó recientemente a la AFP Cécile Alduy, profesora de la universidad estadounidense de Standford.
Sus planes pasan por frenar la migración y combatir la “ideología islamista”: reservar las ayudas sociales a los franceses, acabar con la reagrupación familiar o prohibir el velo en el espacio público, entre otras propuestas.
“Pero ha elegido un vocabulario diferente para justificarlo: en nombre del laicismo y los valores republicanos, e incluso del feminismo”, agregó Alduy, especialista del discurso de extrema derecha.
Vestida con colores claros y sonriendo todo el tiempo, ha optado por aparecer como la candidata de la “paz civil” y la “unidad nacional”, y busca “hacer olvidar la dureza de su programa”, según la Fundación Jean-Jaurès.
Marine Le Pen, una rubia de carácter firme y ojos claros, se presenta como una “mujer moderna” y soltera. Esta madre de tres hijos se divorció dos veces, se separó de su última pareja y vive con una amiga de infancia a la que acogió.
*Con información de la AFP.