“Es Claudia” decían miles de bardas pintadas en diversas partes de México desde hace más de un año anunciando a Claudia Sheinbaum, entonces jefa de gobierno de la Ciudad de México, como la candidata indiscutible del partido oficial Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) a la presidencia en 2024. “Es Claudia” es la leyenda impresa en camisetas, volantes y carteles gigantescos que han invadido durante más de un año las calles de las principales ciudades del país, pagados con dinero de origen desconocido.

Pero, como la propia frase indica: “Es Claudia” nunca fue una sugerencia o propuesta, mucho menos una invitación a evaluar sus cualidades o idoneidad. Desde el principio ha sido una orden, un decreto sin discusión dictado desde Palacio Nacional en 2021 por Andrés Manuel López Obrador, un decreto tan ‘sacro’ e indiscutible para el ala más retrógrada y fanática de MORENA como las ‘tablas’ de Moisés.

Claudia Sheinbaum fue el 6 de septiembre ungida candidata de MORENA gracias al dedazo de AMLO y a un proceso contaminado de las peores prácticas políticas que han envenenado la vida pública de México desde hace más de un siglo: apoyo de gobernadores, acarreo de personas, desvíos de recursos públicos para organizarle eventos políticos, uso de programas sociales sensibles, según la denuncia de medios de comunicación durante el proceso, y de Ebrard.

La mal llamada “contienda interna” era de origen una farsa, como lo anticipé en mi colaboración del 12 de junio pasado, y estaba predestinada al resultado que tuvo este 6 de septiembre: una irreparable fractura de consecuencias aún incalculables en la elección presidencial del 2024.

Marcelo Ebrard, quien participó en el proceso interno, denunció sereno, pero de forma contundente, graves irregularidades que hacen el proceso interno insalvable. Tras la negativa de la dirigencia de reponer el proceso, él ha decidido romper con MORENA, y la información que tengo indica que se postulará a la Presidencia en 2024 por el partido Movimiento Ciudadano. Se calcula que podría llevarse consigo entre el 25 y 30 por ciento de los votos de morenistas y simpatizantes.

AMLO prefiere súbditos, no iguales

Marcelo Ebrard no descarta presentarse a la presidencia por un partido diferente a MORENA. | Foto: Europa Press 2023

Ebrard, hasta hace poco Secretario de Relaciones Exteriores, y quien fue gobernante de la Ciudad de México (2006-2012), ha sido cercano colaborador de AMLO durante varios lustros, pero tiene una carrera política y personalidad propias. Lo que ha aportado a López Obrador no lo ha hecho desde el rol de un subordinado incondicional, sino de un político maduro hacia un igual.

Desde 2022 escribí en este espacio que el entonces canciller, quien tiene legítimas aspiraciones de contender por la presidencia en 2024, estaba molesto con la clara preferencia de AMLO por Sheinbaum y la forma de querer imponerla, pese a que años atrás entre ellos había un pacto de amigos y compañeros de que Ebrard sería el candidato de MORENA y muy posible sucesor de López Obrador.

Lo que rompió el acuerdo no fue el talento de Sheinbaum como gobernante, ni de la alcaldía de Tlalpan, ni de la Ciudad de México. Prueba de eso es que fuentes internas de MORENA me aseguran que, aunque en la mal hecha encuesta de Morena para elegir a su candidato supuestamente Claudia tuvo el 39 por ciento de las preferencias, curiosamente en la encuesta aplicada en la Ciudad de México perdió.

Lo que habría roto el acuerdo es que AMLO, ya sentado en la silla presidencial y con todos los pendientes acumulados en el gobierno (como el crecimiento de la violencia y del poder de los carteles de la droga, la caída de la Línea 12 del Metro en la que estuvo involucrada su comadre Florencia Serranía, así como excesos presupuestales en dos de los proyectos del sexenio más emblemáticos: La refinería Dos Bocas y el Tren Maya) se siente más seguro con la obediencia y sumisión de Claudia, que con la actitud más independiente y con plena experiencia de Marcelo.

Con Sheinbaum, AMLO sabe que será el poder tras el trono. Cuando él habla de continuidad, no es solo una palabra, espera una calca, incluyendo su autoritarismo. Y para que no haya duda de la simbiosis, el presidente se inventó la ceremonia de trasferencia de bastón de mando. Un acto ilegal, que viola la Constitución y ley electoral, y que es una burla para las tradiciones indígenas, población que las políticas de AMLO masacran a balas, por la tolerancia al crimen organizado, además de arruinar sus tierras y sitios sagrados, como en el caso del Tren Maya.

El show perverso tiene la finalidad de hacer pensar en el colectivo de feligreses fanáticos que Sheinbaum es de facto la presidenta de México y la elección constitucional del 2024 es una mera formalidad. Pero hay tres factores que ni AMLO ni Sheinbaum, que promete continuación, incluyendo el modelo de gobierno autoritario, han calculado del todo bien.

Las elecciones presidenciales en México están presupuestada para 2024. | Foto: Getty Images

El factor Marcelo

Uno: no todo el país es morenista, y no todos los miembros y simpatizantes de ese partido son fanáticos ni ciegos. Hay muchos valiosos integrantes que no comulgan con AMLO ni su forma de gobierno.

Una encuesta realizada a fines de agosto por el periódico Reforma revela que, si bien el 60 por ciento de los consultados aprueba la gestión de AMLO, sólo el 44 por ciento de ellos piensa que las cosas deben continuar como están, y un 53 por ciento planteó que es necesario un cambio de rumbo. El apoyo a AMLO no se traduce directamente en votos para quien promete continuidad.

Dos: la llegada a la contienda por la presidencia de Xóchitl Gálvez, por parte del Frente Amplio por México, cuyas simpatías en el electorado crecen rápidamente, al menos hasta este momento.

Tres: el factor Marcelo Ebrard, su denuncia, su rebelión y ruptura con Morena.

Las anomalías denunciadas por Ebrard no son casuales o fortuitas. En los nueve años de vida que tiene como partido, Morena ha acumulado un historial de sus procesos internos para elegir a sus candidatos plagado de escándalos, trampas, simulación y uso indebido de recursos públicos en muchos casos. Todos estos vicios que tanto las dirigencias locales, la dirigencia nacional y el propio AMLO catalogan como menores, es justo el sistema corrupto antidemocrático que López Obrador dijo iba a destruir con la llamada Cuarta Transformación.

El triste caso que encarna Sheinbaum es muestra palpable de que la 4T no quería destruir esas prácticas de las que tanto se quejó y criticó cuando no estaba en el poder, sino que lo que quería era apropiarse de esos vicios, justificarlos y legitimarlos.

Ebrard, político de larga experiencia, había contemplado ya un doloroso plan B que es lo que está poniendo en marcha: reconocer que el partido del cual no fue militante ni dirigente, pero sí fiel simpatizante, resultó igual de antidemocrático y corrupto que los peores. Buscará ser el abanderado del partido Movimiento Ciudadano (MC) que dirige Dante Delgado para la contienda presidencial del 2024.

Para alterar de forma importante las cuentas alegres que AMLO y Sheinbaum hacen sobre el 2024 no bastaba la llegada de Gálvez, era indispensable esa ruptura en MORENA que el propio López Obrador propició.

Ahora, si se confirma, como me han asegurado, el paso de Ebrard a MC, por primera vez desde que AMLO llegó al poder las elecciones presidenciales del 2024 no son un triunfo asegurado para el partido oficial. No es más lo que el presidente quiere hacer ver como una insignificante formalidad para dar pase automático a la parte más retrógrada, dura y fanática de MORENA que encabeza López Obrador, y a la que pertenece Sheinbaum.

Aunque cuando le pase el cetro, Sheinbaum se pare en el podio de la victoria y alce los brazos de manera anticipada, mejor sería que los baje porque la contienda no ha terminado, como quisiera, sino que apenas comienza.

La grieta en Morena podría dejar pasar la luz de un futuro para México distinto que la continuidad del obradorismo que tanto ha dañado al país.

Claudia Sheinbaum ganó la nominación del oficialismo a la presidencia. | Foto: REUTERS