Desde hace más de una década que en Turquía no conocen un líder diferente que el presidente Recep Tayyip Erdogan. Bien sea como primer ministro o en su cargo actual, Erdogan ocupa el puesto más importante del sistema político turco desde hace 15 años. Su historial de victorias electorales, el fracaso de la oposición y un fallido golpe de Estado en 2016 le merecieron la imagen de ser un candidato imbatible. Sin embargo, el próximo domingo concluirá una de las elecciones más inciertas de los últimos años en las que, por primera vez desde 2003, nadie tiene el triunfo asegurado.Le recomendamos: El salón de clases que se convirtió en un libro en TurquíaLas encuestas de las últimas semanas pusieron en entredicho la posibilidad de que Erdogan gane en primera vuelta, y una oposición cada vez más fuerte y organizada amenaza con tumbarlo en la segunda. El panorama no pinta fácil ni para él ni para su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que también deberá jugarsela ese día en las elecciones legislativas por la conquista del parlamento turco, otro bastión político del mandatario. Dos victorias necesarias para Erdogan si quiere seguir siendo el hombre fuerte del país.Sin embargo, una cadena de errores hoy lo tiene en la cuerda floja. Hace dos meses, y en medio de un escenario político de creciente inconformidad por la devaluación de la lira y la tensa situación en Oriente Medio, el presidente decidió adelantar más de un año las elecciones. En concreto, el 24 de junio los turcos votarán en unos comicios programados para noviembre de 2019. Una movida que los expertos calificaron como una estrategia para tomar por sorpresa a una oposición desarmada y perpetuarse en el poder antes de que los coletazos de la crisis económica tengan peores efectos sobre su imágen. Pero todo indica que la jugada le salió al revés.Vacas flacasUno de los mayores éxitos de Erdogan durante estos 15 años fue la reactivación de la economía. De hecho, le debe gran parte de su popularidad al aumento del ingreso promedio anual y la inversión en infraestructura. Pero en los últimos años la depreciación de la moneda, la inflación y el desempleo pusieron contra las cuerdas al régimen. Eso sin contar la dramática situación después del fallido golpe de Estado y el siete veces renovado estado de emergencia que desde entonces se apoderó del país y que disminuyó aún más la inversión y la confianza financiera en la decimoctava economía más grande del mundo. Y cuando no hay logros económicos que mostrar, otras cifras empiezan a tener protagonismo. Por ejemplo, que a raíz de la asonada militar de 2016 el gobierno expulsó a más de 11.000 militares de las Fuerzas Armadas, despidió a 151.967 funcionarios públicos, cerró a 150 medios de comunicación y detuvo a más 100.000 personas, de las cuales 78.000 aún están en prisión.  Puede leer: La respuesta de la embajada de Turquía a una columna de Semana.comEl todopoderoso Hace un año un histórico referéndum constitucional en Turquía ocupó los titulares de la prensa mundial y dividió en dos al país. La polémica empezó con la propuesta de Erdogan de abolir el cargo de primer ministro y concentrar la jefatura tanto del Estado como del gobierno en la figura del presidente. Esta reforma constitucional era, según Erdogan, la única vía para consolidar la administración fuerte y estable que necesitaba Turquía, mientras que para la oposición era una excusa para ampliar legalmente sus poderes, apropiarse del parlamento por medio de numerosas atribuciones legislativas e influir en el aparato judicial por medio del poder nominal.  Reformas a la medida para convertir a Erdogan en un virtual dictador.Por eso, nunca antes una votación había polarizado tanto a Turquía. Con una participación del 85,55 por ciento, el sí a la reforma constitucional ganó con un 51,37 por ciento frente al 48,63 por ciento del no y las denuncias de fraude no tardaron en aparecer. La oposición denunció irregularidades y amenazó con impugnar los resultados que entrarán en vigor en las próximas elecciones generales, es decir, este domingo. El plebiscito tuvo varios efectos perjudiciales para Erdogan: demostró que no tiene el apoyo de la mitad del país, fortaleció la oposición y evidenció el verdadero talante autoritario de un presidente que busca apoderarse de todas las esferas del poder. En palabras de Asli Aydintasbas, experta del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales, “ese resultado mostró un voto sólido de la oposición que puede ser calificado de voto anti-Erdogán".Le sugerimos: Turquía, Rusia e Irán se reúnen para hablar sobre SiriaEl rival En medio de todo, sorprende  la inesperada fuerza que ha tomado la oposición en las últimas semanas. Aunque dividida,  la competencia llega con la firme intención de derrotar a Erdogan en alguno de sus frentes. Cuatro candidatos se enfrentarán en primera vuelta y aunque no se presentan como un frente unido, existe el acuerdo de apoyar a cualquiera que pase al balotaje. El presidente necesita el 51 por ciento de los votos para asegurar su reelección, mientras que las encuestas solo le auguran un 47 por ciento. Un candidato en especial repunta como el rival favorito. Se llama Muharrem Ince, viene del Partido Republicano del Pueblo y es un profesor de física convertido en político y fuerte defensor de la laicidad del Estado. Los enfrentamientos verbales entre él y Erdogan en los últimos días le ha merecido un protagonismo importante en a tal punto que, por ejemplo, “la oposición ha orientado el debate durante la campaña como no pasaba desde la llegada de Erdogan al poder”, explicó Aydintasbas.La presión y el pulso escaló a tal nivel que obligó al presidente a prometer levantar el estado de sitio vigente desde el golpe de estado si sigue en el poder. Un triunfo para la mitad de un país que protege las divisiones de poderes características de una democracia. Y si bien la popularidad de Erdogan todavía puede bastarle para triunfar en estos comicios, las apuestas se dirigen a las parlamentarias en las que el AKP podría perder las mayorías. De una u otra forma, el poder casi absoluto de Recep Tayyip Erdogan está en duda.