Como en las películas que empiezan con el asesinato, no habrá ningún misterio en las elecciones presidenciales argentinas del 27 de octubre: el Frente de Todos, encabezado por Alberto Fernández y acompañado por la expresidenta Cristina Fernández, ganará cómodamente al presidente Mauricio Macri, de Juntos por el Cambio.
Según todas las encuestas, los Fernández-Fernández superarán al actual presidente por un margen de entre 15 y 25 puntos, una cifra tan abultada como inmodificable. Por eso, también se da por hecho que las elecciones se definirán en esta primera vuelta.
La derrota de Mauricio Macri en las elecciones primarias fue aplastante y, a una semana de las generales, nada parece indicar que sus cifras vayan a mejorar. Sus reformas económicas y su deuda con el FMI le valieron fuertes críticas. De esta manera, el 27 de octubre no hará más que repetir y aumentar el resultado de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 11 de agosto, en las cuales Fernández obtuvo 47,66 por ciento frente al 32 por ciento de Macri. “Las elecciones en Argentina tienen la particularidad de que se vota en dos instancias, y podría haber una tercera si se llega al ballotage”, explicó a SEMANA Facundo Nejamkis, de la consultora Opina Argentina.
En este caso, las elecciones primarias funcionaron “casi como una elección general”, porque el voto es obligatorio. “Eso provoca que ya conozcamos de antemano el resultado”. Y agregó: “Es muy poco probable revertir esa situación en el escaso tiempo que queda, por lo que hay que esperar que ese resultado se mantenga e incluso se amplíe la diferencia. Tampoco es probable que haya segunda vuelta, porque en Argentina gana el que obtenga 45 por ciento de la votación, y es muy difícil imaginar que Alberto Fernandez saque una cifra inferior”.
Las protestas obreras, sindicales y de oposición contra Macri son enormes. Las reformas económicas han resultado traumáticas para los sectores más humildes del país. La verdadera incógnita será qué pasa el día después, en el intervalo entre las elecciones y la posesión del nuevo presidente. “El triunfo de Fernández está descontado en los mercados. La cuestión central pasa a ser la transición, es decir, los 44 días que van del 27 de octubre al 10 de diciembre, cuando se inicia el nuevo mandato. La cuestión es si habrá una transición acordada entre Macri y Fernández y, en consecuencia, ordenada, o será sin acuerdo y desordenada”, explicó a SEMANA el analista Rosendo Fraga, del Centro para la Nueva Mayoría. Si es ordenada, “la crítica situación económica no se resolverá, pero podrá contenerse, mientras el presidente electo inicia la renegociación de la deuda”. Si es desordenada, la situación económica “se hará más difícil y tanto la inflación como la caída de las reservas se agravarán. Lo lógico y conveniente es el acuerdo, pero en Argentina no siempre ocurre lo lógico y conveniente, como lo demuestra la historia reciente”, señaló. Los números rojos recibirán al nuevo presidente ¿A cuánto amanecerá el dólar? ¿El nuevo Gobierno dejará de pagar la deuda externa? ¿Se agotarán las reservas del Banco Central? ¿Es necesario sacar la plata de los bancos? Estas dudas desvelan a los argentinos en la dura situación económica presente. Porque, a pesar de las expectativas que depertó al llegar a la Presidencia, el Gobierno de Mauricio Macri deja todos los números en rojo.
Desde abril de 2018 el país se precipitó por un tobogán que lo obligó a pedir un préstamo al FMI por 57.000 millones de dólares. El dólar pasó de 18 a 60 pesos desde entonces. La inflación se pronostica en un 53,5 por ciento anual, la tercera del mundo, solo superada por las de Venezuela y Zimbabue. Y el Producto Interno Bruto (PIB) caerá este año del 3,1 por ciento, según estima el FMI. La consecuencia social implica que la pobreza afecta al 35 por ciento de la población y que el desempleo llegará al 10,6 por ciento. Los argentinos tienen en la memoria la crisis de 2001, cuando el país entró en default y el Gobierno impuso un “corralito” financiero que impedía a la gente sacar los dólares de los bancos. La megadevaluación que siguió llevó el dólar de uno a cuatro pesos, lo que redujo los ahorros a la nada.
Los argentinos que sufrieron el ‘corralito’ temen que les vuelva a pasar lo mismo. Muchos todavía hacen filas para retirar sus ahorros de los bancos. Por eso, el terremoto político que provocó la derrota de Macri en las elecciones primarias del 11 de agosto llevó a una retirada masiva de dólares y depósitos de los bancos y a que las reservas del Banco Central tuvieran una pérdida de 20.000 millones de dólares en menos de dos meses. En total, los analistas calculan que desde 2015, la fuga de capitales llegó a más de 60.000 millones de dólares. La bola de nieve de la deuda vuelve otra vez: el Banco Mundial estimó que Argentina fue el país que más se endeudó en 2018 y la deuda externa de 280.000 millones de dólares representa más del 80 por ciento del PBI. Incógnitas políticas y enormes expectativas El nuevo mandatario recibirá un país lleno de expectativas, pero sin ninguna esperanza de que los problemas se solucionen en el corto plazo. “Hay en la sociedad argentina una conciencia sobre la complejidad de esta situación, por lo que ninguno de los candidatos hace grandes promesas en cuanto a una cantidad de tiempo estimada para resolverla”, opinó Nejamkis. En efecto, los votantes de Alberto Fernández esperan que “se vuelvan a reproducir ciertos estándares de calidad de vida alcanzados durante los años de gobiernos kirchneristas [2003-2015], pero no hay una promesa de tiempo, o plazos, para recuperar ese nivel”, señaló.
Una de las incógnitas será el papel que desempeñará Cristina Fernández desde su puesto de vicepresidenta. “Es una líder que concentra niveles de apoyo con una intensidad mayor que cualquier otro dirigente político argentino, pero esos niveles no le alcanzaban para construir una coalición ganadora. Alberto Fernández aporta ese diferencial, y por eso plantear la discusión de quién es el dueño de esos votos carece de sentido”, agregó Nejamkis. También plantea una incógnita el funcionamiento del peronismo, de vuelta en el poder, porque una cosa es hacer campaña electoral, y otra, gobernar. Un partido que expresa fracciones disímiles y hasta contrarias –el sindicalismo, el kirchnerismo y los más conservadores gobernadores de las provincias– puede tener importantes disidencias internas al pretender seguir un rumbo de gobierno que satisfaga a todos. Lo que sí es seguro es que la derrota de Macri tendrá una influencia continental. El presidente argentino fue el primero en quebrar la racha de gobiernos de corte populista de la región y de entrada delineó una dura posición contra el presidente Nicolás Maduro en Venezuela: encabezó el reconocimiento a Juan Guaidó y lideró las ofensivas del Grupo de Lima contra el gobierno del país caribeño.
Macri junto a su esposa Juliana Awada, en la campaña “Sí se puede”, en Córdoba. Durante el evento, les recordó a sus votantes que ahora más necesita de su apoyo para concluir “lo que todavía falta”.
La salida de Macri, el retroceso del presidente Lenín Moreno en Ecuador frente a las protestas indígenas que coparon Quito, los problemas presidenciales en Perú y la baja popularidad de Jair Bolsonaro en Brasil, debilitan ese bloque, a la espera de nuevos liderazgos.