“La pasión de Elliott por los derechos y las libertades de todos los pueblos lo convierten en un candidato perfecto, valioso y oportuno”, dijo el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, al presentar a Elliott Abrams como el nuevo líder del equipo de la Casa Blanca que mediará en la crisis de Venezuela. El anuncio se dio dos días después de que Estados Unidos reconoció a Juan Guaidó como presidente interino del país. A pesar de los halagos que recibió de parte del gobierno estadounidense, incluido el presidente Trump, Elliott es recordado en Sudamérica y en Oriente Medio por las intervenciones militares que ha propiciado. De hecho, la Agencia de Noticias de Venezuela no tardó en decir que Estados Unidos estaba nombrando como “emisario del país al mismo personaje que ejecutó el golpe de 2002”. Aunque el presidente George W. Bush negó siempre un intento de derrocamiento instigado desde Washington al gobierno de Hugo Chávez, que duró 48 horas fuera del poder, los sectores oficialistas han defendido la tesis de que Abrams fue el autor intelectual del plan. Le puede interesar: Venezuela es un desastre que tiene que ser limpiado Trump En ese entonces, Abrams se desempeñaba como asistente adjunto del presidente y como asesor de seguridad de la Casa Blanca, desde donde supervisó las decisiones que se tomaron respecto a la política exterior de Estados Unidos en Oriente Medio. Tanto así que, según el Wall Street Journal, fue él quien propuso la invasión a Irak en el 2003 que resultó en la posterior caída de Saddam Hussein, el brutal dirigente de ese país, pero también en la muerte de 106.032 personas, de las cuales más de la mitad eran civiles. Esa es la razón también por la que varias organizaciones de derechos humanos lo han tildado de “guerrerista e imperialista”. Incluso Humans Rights Watch, al enterarse de que el polémico Abrams volvería a la Casa Blanca para intervenir en Venezuela, publicó de nuevo el informe de 1992 en el que lo acusa de “distorsionar, manipular y oscurecer” evidencia en los casos de masacres en Centroamérica. Antes de asesorar a Bush padre, Elliott Abrams era la mano derecha de Ronald Reagan en la política interamericana. Y fue en ese cargo en el que llegó a las primeras planas internacionales al ser acusado de ser el arquitecto de uno de los mayores escándalos del gobierno estadounidense: el Irán-Contra. En ese caso se comprobó que entre 1985 y 1986 el gobierno de Reagan le vendió armas a Irán, país que estaba en guerra con Irak, y que usó el dinero de esa venta (unos 47 millones de dólares) para financiar a los Contras, un grupo paramilitar nicaragüense que luchaba en contra de los sandinistas que habían derrocado la dictadura de Somoza. Tanto la venta como la intervención estaban prohibidas por el Senado estadounidense. Abrams fue culpado de ocultar información sobre el proceso. Le sugerimos: Todas las opciones están sobre la mesa Trump sobre intervención militar en Venezuela A pesar de todas las acusaciones y de los más de 1.300 ataques terroristas que cometieron Los Contras gracias, en buena parte, al dinero que recibían de Estados Unidos, Elliott solo recibió dos años de pena en libertad condicional por cargos relacionados con el “ocultamiento de información”. Años después, Bush lo indultó. A esos señalamientos se unieron otros, por ejemplo el de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que lo demandó por su participación en la famosa masacre del Mozote, en El Salvador, en la que 1.000 personas fueron asesinadas por fuerzas armadas especiales, al parecer otra vez financiadas por el gobierno norteamericano. Una vez más, Estados Unidos no aceptó la responsabilidad y el caso no prosperó. Sin embargo, en el país centroamericano el nombre de Elliott se volvió un hito en la historia de la guerra civil de los 80. Años después Elliott se refirió al suceso y dijo que los medios de comunicación habían inflado la cifra, porque en el Mozote solo se encontraban 300 personas. Desde luego, todas las organizaciones de derechos humanos volvieron a criticarlo. Con ese prontuario, muchos se preguntan si Elliott Abrams es el funcionario más idóneo para resolver la difícil situación de Venezuela, o si su designación es parte de una jugada del gobierno Trump para atizar el fuego. En ese sentido, la participación del asesor de seguridad, John Bolton, y del secretario de Estado, Mike Pompeo, a su vez dos halcones recalcitrantes, hacen pensar que en Washington pueden estar decantándose por una salida militarista para Venezuela, o que, al menos, están jugando a mostrarle los dientes al régimen de Maduro. Le recomendamos: 5.000 soldados en Colombia un apunte en la libreta de Bolton que sembró la intriga El episodio de ayer de la libreta de Bolton, que puso a circular la idea de la llegada de 5.000 soldados estadounidenses a Colombia, es solo una maniobra –seguramente calculada– que habla mucho del estilo que rige por estos días la política internacional estadounidense.