El presidente francés, Emmanuel Macron, que aspira a ser reelegido, se encuentra en medio de una encrucijada electoral. Después de los resultados de la primera vuelta, el mandatario dijo que “nada está decidido”.
La situación de su aspiración es aún bastante incierta. Macron llegó a la carrera presidencial con un índice de aprobación del 37 por ciento. Este mínimo histórico en su popularidad se debe, en rasgos generales, al desgaste causado por su gestión de la pandemia por la covid, las críticas a su liderazgo –considerado poco decisivo– en la crisis por la invasión rusa a Ucrania y una reforma pensional altamente impopular.
Macron pisa en estas elecciones un terreno poco seguro. Sumado a la crisis de popularidad, los contrincantes del presidente son ahora más fuertes que en años anteriores.
Marine Le Pen, la principal rival y representante de la extrema derecha, ha renovado completamente su imagen con respecto a las elecciones de 2017. De ser una figura radical y bastante agresiva, pasó a mostrarse como una figura moderada. Como la cara ‘amable’ de la extrema derecha, la actual contrincante de Macron ha logrado cautivar nuevos votantes, especialmente en las zonas rurales al norte de Francia, en donde se ubican en su mayoría campesinos y pensionados. Este tema, el de las pensiones, es bandera de Le Pen y un tema sensible para Macron.
La verdadera sorpresa electoral la dio el candidato del nuevo socialismo francés Jean-Luc Mélenchon, quien ocupó el tercer lugar en la primera vuelta presidencial. A solo unos cuantos puntos de Le Pen, el candidato de una izquierda atomizada pero programática y fuerte estuvo a pocos votos de entrar a la segunda vuelta.
La estrategia de Mélenchon fue conquistar dos nichos electorales bastante importantes en el país: los jóvenes y las clases populares de los suburbios franceses.
Macron tocó un techo relativo, en el que los votos alcanzados en primera vuelta representan de manera significativa sus electores fijos. Las posibilidades de crecer, en este punto, son limitadas para el mandatario.
Ante este escenario, la estrategia del presidente para la segunda vuelta es bastante clara: ir a la ofensiva a fin de conquistar a los votantes que sus contrincantes le robaron en terrenos indecisos sobre su figura
Solo un día después de la primera vuelta, Macron ya se encontraba en los territorios del norte, que pertenecen mayoritariamente a Le Pen. “Acá quedé de tercero”, dijo el mandatario, que pretende disputar este nicho de la extrema derecha.
Sin embargo, la tarea no es fácil, pues estos sectores son abiertamente hostiles a Macron, despreciando tanto sus políticas como su persona. Los pensionados lo acusan de abandonarlos, y algunos ciudadanos del norte dicen que su personalidad es prepotente.
Macron tiene más posibilidades de cautivar algunos votos en los sectores de Mélenchon. Se espera que, en estos días, el presidente se desplace a los suburbios donde ganó el socialista a hacer campaña.
A pesar de las pocas opciones, el mandatario puede encontrar en los sectores populares y juveniles adeptos a la izquierda una oportunidad para cautivar al “voto útil”, convenciéndolos de que es preferible apoyar a su figura, de centro y moderada, que propiciar la subida de la extrema derecha al poder.
La segunda vuelta presidencial en Francia acaba de empezar y nada está decidido. La pregunta es si Macron, presidente con imagen desgastada, podrá cautivar los nuevos votos que le faltan.