Caminar por las Ramblas de Barcelona es casi una romería, los despreocupados turistas no pueden huir de la realidad: trece personas murieron atropelladas en un ataque terrorista (Una más murió en Cambrils). Se siente un silencio perpetuo a pesar del bullicio de la multitud. De cuando en cuando hay un grupo de personas que se aglomeran, leen los pequeños letreros, contemplan las velas, los osos de peluche, se ponen las manos en sus caras, toman fotografías y tratan de recrear en sus cabezas el momento en que una furgoneta irrumpió la tranquilidad para buscar la muerte.
Los postes de las Ramblas se volvieron sagrados, dejaron su condición de objeto y adquirieron la forma de las víctimas. Nadie los toca más que para poner algún cartel que ruega por la paz.
Pero estos lugares en honor a las víctimas han ido desapareciendo, las flores que yacían marchitas y daban cuenta del tiempo ya no están, el Ayuntamiento decidió quitarlas el pasado 28 de agosto. Estratégicamente las autoridades llegaron al lugar cuando se acercaba la media noche y la multitud se había ido. Las Ramblas no descansan, aun a esa hora hay gente, pero no tanta como para protestar porque se retire todo.
Pero todo fue inútil. Barcelona todavía está de luto. Dos vehículos de los Mossos d‘Esquadra se ubican día y noche junto al inicio de las Ramblas y los policías que se encuentran allí han visto cómo después de que el Ayuntamiento se llevó lo que la gente trajo a cambio del dolor, las rosas volvieron a florecer al inicio de las Ramblas. Frescas y rojas están junto a los osos de peluche y las veladoras rojas. Turistas y catalanes no han terminado de llorar a sus muertos, no han olvidado.
“Las personas han vuelto a traer sus flores, pero había que quitar las otras, eran tantas que ya no se podía pasar por aquí”, dice un mosso d‘Esquadra que prefirió no revelar su nombre.Un hombre sentado frente a unas cuantas flores se encarga de encender las velas que el viento apagó.-¡Prende una guapa, es de buena suerte! Ahora ellas me quieren y me ayudan.
Cada persona vive su propio proceso, algunos van con sus hijos y tratan de explicarles lo que pasó. Un pequeño de cabello dorado se acerca y pone con delicadeza una hoja blanca con un dibujo. Solo él sabe qué significa, y es probable que después otros intenten descifrarlo en un museo, donde irán a parar las cartas que fueron dejadas allí. Las rosas se marchitarán y los peluches serán donados.
Carme decide irse del lugar, se limpia las lagrimas y apenas puede hablar. Ella sobrevivió. Ese jueves en que ocurrió todo decidió quedarse en casa y no ir a “ramblear” como acostumbra cada semana. Su esposo Miquel habla por ella y cuenta que están allí porque no pueden ser derrotados por el miedo.Domingo Alonso y María Isabel en cambio fueron a “ramblear” el día del ataque terrorista. Se encontraban al inicio de las Ramblas justo después de cruzar la Plaza Cataluña. Ellos iban a seguir caminando en línea recta pero decidieron ir al Corte Inglés, una tienda que queda en la esquina del lugar. Por esa decisión están vivos. Al entrar a la tienda escucharon un estruendo, dieron la vuelta para mirar y en el suelo yacían los cuerpos de varias personas. Domingo supo que no se trataba de un accidente de tránsito porque la furgoneta no paró al instante sino que siguió llevando a su paso más vidas. En el Corte Inglés cerraron las puertas, decenas estaban dentro sin saber mayor cosa de lo que ocurría. Así permanecieron durante dos horas hasta que los dejaron salir por la puerta de atrás. Con temor caminaron para buscar el camino a casa pero por donde pasaban los cordones de seguridad los detenían. No había explicaciones, solo ordenes. Cuando llegaron a casa encendieron el televisor y se enteraron de la noticia.“Somos tan frágiles como un vaso de cristal. Hubiera podido ser yo, hubiera muerto aquí. Yo lo sé, por eso vivo el presente”, dice María Isabel con la mirada fija en el suelo, ella recuerda en dónde estaban los cuerpos de los heridos y los muertos, tiene tan viva la imagen aunque dice que no tomó fotografías porque esas cosas hay que tratar de olvidarlas. Sus dos hijos no estaban con ellos, por eso les relatan cada momento para que puedan entender. José, el mayor, explica que hace un año estaba evitando pasar por las Ramblas porque presentía que iba a haber un atentado por ser un lugar tan concurrido. Así fue, tenía razón y parado en ese lugar desea que no ocurra de nuevo.*Periodista de Semana.com. Enviada especial a Barcelona.