El presidente Guillermo Lasso creó un nuevo ministerio que se encargará de trazar una política pública de seguridad en Ecuador, afectado por el aumento del narcotráfico y la criminalidad, informó la secretaría de Comunicación.
La secretaría Nacional de Seguridad Pública y del Estado se ocupará de la “coordinación de los organismos que conforman el Sistema de Seguridad Pública del Estado” y de la “evaluación de las acciones aprobadas en materia de seguridad”, señaló la cartera en un comunicado. La nueva entidad, con rango de ministerio, estará encabezada por el exdiputado oficialista Diego Ordóñez, quien se desempeñaba como consejero del gobierno.
De acuerdo con el decreto mediante el que se hizo oficial la creación de la secretaría, esta cartera deberá preparar un plan nacional de seguridad integral junto con otros ministerios del ramo. Ecuador, ubicado entre Colombia y Perú, los mayores productores de cocaína del mundo, enfrenta un aumento de la criminalidad vinculada al tráfico de droga.
Las autoridades ecuatorianas confiscaron en 2021 la marca de 210 toneladas de droga, la mayoría cocaína. En el primer semestre de este año, las incautaciones superan las 100 toneladas. El año pasado, el país cerró con una tasa de 14 asesinatos por cada 100.000 personas, casi el doble que en 2020. En 2018 esa tasa era de seis.
Además de los mensajes de terror que deja el narco en las calles, con cuerpos decapitados o colgados de puentes, el país lidia con masacres carcelarias que desde febrero de 2021 dejan cerca de 400 reclusos muertos en medio de violentos enfrentamientos entre bandas.
Así se desató el narcotráfico en Ecuador
Para entender cómo mutó el narcotráfico en Ecuador, hay que remontarse a inicios de 2000. “En esos años, Colombia comenzó fuertemente a erradicar los cultivos de coca”, dijo Mario Pazmiño, exjefe de inteligencia militar ecuatoriano. Si bien diez años después registró un incremento récord de hectáreas sembradas.
La fallida política antidrogas empujó a los cárteles mexicanos de Sinaloa, del Golfo y Los Zetas hacia Ecuador, donde encontraron una economía dolarizada, autoridades débiles y grupos criminales listos para traficar con ellos. En el origen de las megabandas está Jorge Luis Zambrano, alias Rasquiña, líder de Los Choneros, sostiene la exdirectora de prisiones Alexandra Zumárraga.
En 2010 Zambrano ofreció protección al cártel de Sinaloa, que irrumpió en la provincia costera de Manabí, estratégicamente ubicada en el centro del Pacífico ecuatoriano. También “hubo miembros de pandillas de los Latin Kings y Ñetas, no todos, que se desviaron al narcotráfico”, indica una activista de derechos humanos que trabajó con grupos juveniles y pidió no ser identificada tras ser amenazada de muerte.
Junto al de Zambrano emergió el nombre de Leandro Norero, conocido como El Patrón y detenido en mayo por presunto lavado de activos del narcotráfico. Norero nació de las entrañas de los Ñetas, una pandilla de los noventa originaria de Puerto Rico.
“Podemos decir que los narcos de hoy son los nietos de los Latin Kings y Ñetas, que operaban en Quito y Guayaquil, y se dedicaban al robo y sicariato”, indica Martha Macías, exdirectora de la principal penitenciaría guayaquileña. Precisamente en ese penal han ocurrido la mayoría de masacres que dejan casi 400 reclusos muertos desde febrero de 2021, y que según las autoridades, están relacionadas con la disputa de las bandas por el poder.
Hasta su asesinato en 2020, Zambrano era el mandamás de los grupos delincuenciales, que de acuerdo con autoridades congregarían hasta 25.000 miembros cuando la Policía tiene unos 50.000 efectivos. Zambrano murió acribillado tras salir de la cárcel por una polémica decisión judicial. Se desató entonces una lucha por el liderazgo mafioso dentro y fuera de los reclusorios.
Grupos como Fatales y Águilas, que son brazos armados de Los Choneros -ahora al mando de José ‘Fito’ Macías y Junior ‘JR’ Roldán-, se trenzaron en una pelea con los Lobos, Chone Killers, Lagartos y Los Tiguerones.
Con la dispersión del crimen organizado los Lobos y Los Tiguerones mutaron en microcarteles. “Vieron una oportunidad: comprar la droga y procesarla en el país, para luego exportarla”, comenta Pazmiño. Ambas bandas trabajan con el cártel mexicano Jalisco Nueva Generación y han protagonizado matanzas carcelarias que figuran entre las peores que se hayan registrado en América Latina en los últimos años.
*Con información de AFP.