Rusia y Ucrania intercambiaron prisioneros el jueves, dijo la vice primera ministra ucraniana Iryna Vereshchuk en Facebook.
“A cambio de diez ocupantes capturados, recuperamos a diez de nuestros militares”, escribió, afirmando que se trataba del “primer verdadero intercambio de prisioneros de guerra” con Rusia desde el inicio de su ofensiva en Ucrania.
Por otra parte, once marineros civiles rusos, supervivientes de un buque que se hundió en el Mar Negro cerca de Odesa, fueron enviados a Rusia contra el regreso a Ucrania de 19 marineros civiles, capturados por los rusos.
El miércoles pasado, el ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia afirmó que ya se habían organizado dos intercambios desde el inicio de la invasión rusa, sin especificar las fechas ni el número de prisioneros involucrados.
Dos días antes, la delegada de derechos humanos del Kremlin, Tatiana Moskalkova, había hablado de un intercambio en Ucrania de nueve prisioneros rusos contra Iván Fedorov, alcalde de Melitopol, una ciudad ucraniana (sureste) conquistada por Moscú. Vereshchuk confirmó el miércoles 23 de marzo el intercambio relativo al alcalde de Melitopol, añadiendo que no había habido ningún otro.
En medio de esta acción humanitaria, miles de soldados de la Otan cambiaron sus camuflados tipo jungla o desierto por prendas de montaña para fundirse en el paisaje inmaculado del norte de Noruega.
Acostados sobre la nieve al borde de la carretera, hombres y mujeres de la segunda fuerza expedicionaria de los Marines, habitualmente destacados en las cálidas y húmedas latitudes de Carolina del Norte (este de Estados Unidos), se enfrentan a un enemigo ficticio. Un poco congelados, protegen operaciones de desembarco en la orilla de abajo.
Una tras otra, barcazas salen del vientre del enorme navío anfibio neerlandés Róterdam y van colocando a su vez tanquetas y otros vehículos militares en tierra firme. “Si una unidad puede entrenarse y ganar en el Ártico, creo que puede ganar en cualquier lugar”, explica el sargento Samuel Whitehead. Aquí más que en otra parte, el más mínimo error tiene graves consecuencias, dice.
El ejercicio Cold Response 2022, que Noruega acoge este mes, busca probar la capacidad de los países miembros de la Otan y sus socios finlandés y suecos de dar apoyo a uno de sus miembros en condiciones climáticas rigurosas.
Unos 30 mil militares participan en tierra, mar y aire en estas maniobras, las más grandes organizadas por el país nórdico desde el fin de la Guerra fría. Planificado desde hace mucho, el ejercicio tomó un especial relieve a causa de la ofensiva rusa contra Ucrania, país que tiene también condiciones climáticas rigurosas.
La muerte, unos días antes, de cuatro Marines en el accidente de una aeronave militar que participaba en el ejercicio recordó con crudeza los riesgos de operar en condiciones meteorológicas difíciles.
“Muchos soldados vinieron aquí en varias ocasiones en los últimos años y tienen el equipo adecuado, las claves de lectura y la experiencia para saber combatir en condiciones de invierno”, afirma el general alemán Jörg Vollmer, encargado de asegurar la seguridad del flanco norte de la Otan.
Con información de AFP
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