Ha sucedido exactamente lo que se podía prever: en contra de lo anunciado oficialmente, China no puso fin a sus maniobras militares en torno a Taiwán el lunes 8 de agosto. Más bien, los comentaristas de la República Popular interpretan la permanencia del Ejército chino, su fuerza aérea, su marina y sus submarinos en el estrecho de Taiwán como una “nueva normalidad”, un nuevo estado permanente.
Las acciones de Pekín recuerdan a los preparativos de la guerra de agresión de Vladimir Putin contra Ucrania. Durante semanas, el líder del Kremlin desplegó tropas en las fronteras del país vecino y también disfrazó estos preparativos de guerra como maniobras.
Una fuerza superior no garantiza una victoria rápida
El ejército de Xi pone a las fuerzas de la pequeña y vecina isla en permanente estado de alerta y tensión. Los barcos chinos han pasado repetidamente la línea que separa las aguas de Taiwán y China. Esta línea, consideraba una frontera no oficial entre las antiguas partes de la guerra civil que representaban a los dos Estados actuales, se respetaba en el pasado.
Incluso los cazas de Pekín ya no se detienen en el espacio aéreo de Taiwán. No hay duda de que la República Popular tiene mucho más material, muchos más soldados y, por tanto, más resistencia que Taiwán. Sin embargo, la guerra que ha desatado Putin ha demostrado que una supuesta superioridad no garantiza automáticamente una victoria rápida.
El objetivo no solo es Taiwán
Taiwán es un elemento crucial en la estrategia de expansión imperialista de Xi Jinping. Pero el gobernante no solo apunta a la democracia insular. Al mismo tiempo que las maniobras en torno a Taiwán, el Ministerio de Guerra de Pekín ha anunciado que realizará ejercicios similares cerca de Filipinas durante cuatro semanas. Pekín también quiere territorios allí. Mercenarios chinos mantienen ocupada una parte de las islas Spratly desde marzo del año pasado. Pekín afirma que son territorio chino.
La Corte Internacional de Justicia de La Haya ha dictaminado que esta afirmación es falsa. Pero Xi no lo acepta. Estados Unidos ya ha declarado en dirección a Manila que apoyará a su socio en caso de que Pekín también haga preparativos de guerra contra Filipinas.
El Partido Comunista Chino también está adoptando la misma línea con Washington. La cancelación de las reuniones y la cooperación en los ámbitos militar y de protección del clima son una señal de ello. Xi, que enfrenta grandes problemas internos en China, intenta ganar con retórica nacionalista los puntos perdidos por su fallida política de covid y la caída de la economía. A diferencia de la crisis del Estrecho de Taiwán en 1995/96, Pekín no quiere tener que retirarse de nuevo y detener sus provocaciones hacia Taiwán. El bloqueo duró entonces ocho meses, y luego el Ejército estadounidense puso fin mandando un portaaviones para advertirle a Pekín su disposición a defender Taiwán.
Copia del guión de Moscú
Las cosas se pondrán difíciles para la economía de Taiwán si las maniobras militares de Pekín con munición real vuelven a amenazar el acceso seguro a los puertos de la democracia insular durante los próximos meses. Incluso en los primeros días del bloqueo naval, los petroleros y cargueros esperaron, fuera de la zona de riesgo, a que terminaran las maniobras para poder atracar de nuevo en Taiwán con seguridad.
Pekín está copiando el guión de Moscú. Así que no debería sorprender si el ensayo general se convierte en amarga realidad en el Pacífico sur y Xi Jinping imparta la orden de atacar la isla. El gobernante tiene interés en que esto ocurra antes del XX Congreso del Partido del PCC, en octubre de 2022. Solo entonces podrá recomendarse a sí mismo como comandante en jefe de las tropas para un nuevo y tercer mandato, lo que debería abrirle las puertas a un gobierno vitalicio. Nadie quiere otra guerra, ni en Taiwán ni en ningún otro lugar del mundo. Pero sería torpe, si no iluso, no prepararse ahora, al menos para una posible invasión de Taiwán por parte de Pekín.
Alexander Görlach es miembro principal del Consejo Carnegie para la Ética en Asuntos Internacionales e investigador asociado del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford. Ha ocupado diversos cargos en la Universidad de Harvard y en la Universidad de Cambridge. Görlach vivió en Taiwán.