Si las elecciones a la Presidencia de Estados Unidos fueran hoy, Hillary Clinton no solo le ganaría a Donald Trump sino que lo haría por goleada. Los 23 sondeos realizados desde agosto le dan a la candidata demócrata una ventaja de entre seis y diez puntos, muestran que ya superó los 270 votos electorales que necesita para llegar a la Casa Blanca, y sugieren incluso que puede doblegar al magnate en estados ultraconservadores, como Arizona, Georgia y Missouri, que llevan tres décadas votando por los republicanos. Según el modelo estadístico de The New Yok Times, ella tiene 88 por ciento de posibilidades de ganar las elecciones. Sin embargo, el estado de las encuestas le debe menos a los aciertos de Clinton y de su partido, que al comportamiento de Donald Trump. Este ha dado señales contradictorias sobre la estrategia que seguirá durante el resto de la campaña. Por un lado, ha dicho que no va a cambiar su estilo brutal, sino más bien al contrario, como lo demuestra su rosario de peleas, acusaciones infundadas y teorías delirantes que han marcado su campaña en las últimas semanas. Pero por el otro, en la mayoría de sus intervenciones de esta semana el magnate se ciñó al teleprompter y el jueves sorprendió a los analistas políticos cuando dijo en un mitin en Luisiana que reconocía haber dicho “cosas incorrectas” durante su campaña, y que “lo lamentaba”. A su vez, el miércoles el magnate reorganizó su equipo de campaña por segunda vez en dos meses, y puso al frente de sus operaciones a Stephen Bannon, un primíparo en la política que dirige el sitio web Breitbart News, conocido por difundir teorías conspirativas, por sus contenidos amarillistas y por sus posiciones de ultraderecha. En un principio se suponía que este iba a dirigir la campaña junto con Paul Manafort, quien trató sin éxito de darle un perfil más presidenciable a Trump durante las ocho semanas que manejó su candidatura. Sin embargo, el viernes este presentó su renuncia en medio de la polémica que produjo una investigación de The New York Times sobre su trabajo en la campaña electoral del prorruso Viktor Yanukovich en Ucrania. ¿Ya está todo definido? Aunque la respuesta tiene algunos bemoles, lo cierto es que la cosa no pinta bien para el magnate. Comenzando por los antecedentes históricos, pues los registros electorales de las últimas décadas muestran que los candidatos que a estas alturas dominan la contienda electoral casi siempre han triunfado en noviembre. Y no se trata de una simple coincidencia estadística, pues como explican Robert Erikson and Christopher Wlezien en su libro The Timeline of the Presidential Elections, “aunque durante las convenciones se producen varios saltos en las encuestas, cuando ese periodo finaliza uno de los dos partidos termina con una clara ventaja. Y esa ganancia no es un simple salto en las encuestas sino un auténtico cambio en el escenario electoral”. Desde mediados del siglo XX, solo un candidato ha logrado darle la vuelta a unos sondeos tan adversos como los que hoy está afrontando Trump. Roger Ailes en la campaña de Trump Se trata de George H. W. Bush (padre), quien en 1988 remontó una distancia de 17 puntos en menos de dos meses hasta ganar las elecciones. El dato es relevante porque uno de los artífices de ese logro fue Roger Ailes, el cerebro del éxito de la cadena conservadora Fox y una figura influyente en el Partido Republicano, a quien Trump contrató esta semana como asesor de campaña. En ese entonces, Ailes montó en un tiempo récord una campaña dura y negativa –pero a la vez contundente y eficaz– en la que pintó al candidato demócrata, Michael Dukakis, como un tipo blando con los criminales.
Dukakis, además, tuvo un pésimo desempeño en los debates, cuyos errores aprovechó Ailes para insistir en que el candidato demócrata era demasiado liberal y estaba desconectado de los principios políticos de los electores. Al final, Bush cosechó el 53 por ciento del voto popular, ganó en 40 estados y le dio su tercera victoria consecutiva a los republicanos. Hoy, la campaña de Trump espera repetir esa gesta, que implica que el candidato arrase en los debates, pues ese es el único momento en que las encuestas pueden sufrir brincos tan notables como los de las convenciones. Sin embargo, Ailes tiene pocas posibilidades de tener éxito. Por un lado, a diferencia de Dukakis, Hillary Clinton es un animal político y una experta en pulsos de alto voltaje mediático. Y aunque no cabe duda de que Trump va a aprovechar los debates para recordarle a la ex primera dama los detalles más sórdidos de las infidelidades de su marido, del ataque al consulado de Bengasi o de su manejo de sus correos electrónicos cuando era secretaria de Estado, esas acusaciones ya no pueden hacerle mucho daño a estas alturas. Como dijo a SEMANA Donald Moynihan, profesor de Asuntos Públicos de la Universidad de Wisconsin-Madison, “a menos de que surja algo evidentemente nuevo y diferente, los ‘escándalos de Clinton’ no van a hundir su candidatura. Para la parte del electorado que desconfía de ella cualquier acusación solo va a confirmar sus sospechas, pero el resto del público ya ha demostrado que necesita evidencias más sólidas”. Por el otro, Ailes salió de la presidencia de Fox tras un escándalo de marca mayor, en el que por lo menos 20 periodistas lo acusaron de acosarlas sexualmente. Y lo cierto es que lo que menos le conviene a Trump a estas alturas es tener a un ‘viejo verde’ en sus filas, pues debido a sus comentarios sexistas el candidato es muy impopular entre las mujeres, un grupo clave por la sencilla razón de que ellas votan más que los hombres. Sin embargo, el magnate o no se da cuenta de las consecuencias de sus decisiones, o no le importan, o sencillamente no puede actuar de otra manera aunque eso le cueste la candidatura. Como el propio candidato dijo en una entrevista con la cadena CNBC al aceptar por primera vez que podría perder el 8 de noviembre, “mi estilo va a funcionar o, ya saben, voy a darme unas vacaciones muy pero muy largas”. Información actualizada: El hombre que hizo a FOX News un éxito, despedido por acusaciones de acoso Si Donald Trump no va a cambiar, si los debates no son su fuerte y si los electores ya se han hecho una (mala) idea de él, ¿qué opciones le quedan? Muy pocas. Como dijo en diálogo con esta revista John Sides, politólogo de la Universidad George Washington y coautor de La ciencia de Trump: cómo explicar el ascenso de un candidato improbable, “las posibilidades de Trump aumentarían si se produce una crisis económica (debido por ejemplo a un cambio abrupto en el precio del petróleo), un gran ataque terrorista en suelo estadounidense, o una revelación verdaderamente devastadora sobre Clinton”. Sin embargo, como reconoció el propio Sides, “este tipo de eventos, conocidos como ‘sorpresas de octubre’, son inusuales”. El estado en el que se encuentra la campaña de Trump y la insistencia del candidato en una estrategia perdedora tiene a muchos haciendo cábalas sobre qué está buscando el magnate con su candidatura. Algunos, como el documentalista Michael Moore, han adelantado la teoría de que este nunca quiso llegar a la Casa Blanca, y que lanzó su campaña para obtener una mayor ganancia en el reality El aprendiz. Sin embargo, la explicación puede ser más sencilla y tiene que ver con que para controlar una campaña electoral antes hay que saber controlarse a sí mismo.