Una tormenta política se desató en Estados Unidos cuando Kelly Sadler, una asesora de comunicaciones de la Casa Blanca, afirmó en una reunión que la opinión del senador John McCain no importa porque “de todas formas se está muriendo”. Las polémicas declaraciones no tardaron en encender las redes sociales y en despertar el malestar de la opinión pública. “La gente se pregunta cuándo la decencia caería más bajo en esta administración; sucedió ayer”, dijo el exvicepresidente Joe Biden, amigo de de McCain. No era para menos. No solo fue un comentario burlón a una persona moribunda sino que, además, iba dirigido precisamente contra una de las figuras más críticas de la era de Donald Trump.Puede leer: El cáncer de John McCain conmueve a Estados UnidosEn efecto, McCain ha sido durante los últimos tres años una de las voces fuertes contra el gobierno del magnate inmobiliario. Desde la época de campaña había mostrado su desacuerdo con el aval que su partido le dio a la candidatura de Trump. Durante sus primeros años de administración no le tembló la voz para atacar sus políticas migratorias, sus intentos de destruir el Obamacare y sus constantes ataques contra la prensa que llegó a calificar como “lo primero que hace un dictador”. Incluso, fue uno de los principales impulsores de una comisión para investigar la interferencia rusa en las elecciones de 2016 y llegó a calificar como una locura las estrategias diplomáticas del presidente. Ni siquiera la enfermedad que desde hace unos meses lo obligó al retiro lo ha apartado de sus batallas políticas. En junio del año pasado, cuando apenas se recuperaba de su primera operación en la cabeza, el senador tomó un vuelo de más de 4 horas a Washington solo para votar contra el proyecto de ley que buscaba derogar parcialmente la reforma de salud del Barack Obama. Su inesperada aparición en el Capitolio terminó por definir el fracaso de la propuesta y fue una derrota humillante para el gobierno Trump. Los intentos por acabar el Obamacare se habían convertido en una batalla personal del presidente, fue incluso una promesa de campaña, y su revés evidenció la división y la falta de apoyo de su partido.Le puede interesar: John McCain, el héroe rebelde que ha visto varias veces la muerte de cercaEsta semana Biden viajó a Arizona a visitar a McCain y su conclusión del encuentro no fue nada alentadora. “John sabe que se encuentra en una situación muy precaria”, aseguró Biden, pero inmediatamente agregó “aún así sigue muy preocupado por el estado del país, por cómo nuestra reputación internacional está siendo dañada”. Dos días después McCain volvió a aparecer en los medios para criticar fuertemente la nominación de la cuestionada Gina Haspel como directora de la CIA. En las palabras del senador, “el papel de la señora Haspel en el extranjero sobre la tortura aplicada por estadounidenses es alarmante. Su rechazo a reconocer la inmoralidad de la tortura es inhabilitante. Creo que el Congreso debería ejercer su obligación y rechazar esta nominación". Esa fue la declaración que le mereció el comentario inapropiado de la asesora de la Casa Blanca. Su pasado como veterano de guerra y sus cinco años de cautiverio en Vietnam convirtieron el tema de la tortura en otra de las batallas del senador. Donald Trump también utilizó esa historia para desprestigiar a McCain desde el inicio de su enemistad. “No es un héroe de guerra; solo lo es porque lo capturaron y yo prefiero a los que no han sido capturados”, dijo el magnate en 2015. Sin embargo, su etapa como militar es tan solo el comienzo de una larga trayectoria política que, aunque no está exenta de crítica, lo llevó a ser uno de los senadores más respetados dentro del Capitolio. Aviador, prisionero y veterano de guerra. Fue cinco veces senador de Arizona y aspiró a la presidencia por el partido republicano en 2008. A pesar de su derrota ante Barack Obama, McCain salió fortalecido como una de las figuras más representativas de su partido en el Congreso. Sin embargo, esto no le impidió en varias ocasiones cruzar la línea divisoria y trabajar de la mano con los demócratas en temas de especial importancia para el país como la inmigración y las reformas al sistema de salud. De ahí que su ausencia despierte tantos temores en el Capitolio.McCain tiene claro que sus días están contados. Ya escribió un libro de sus memorias que saldrá publicado a finales de este mes, dejó listo un documental y empezó los preparativos de sus exequias. Tendrán lugar en la Catedral de Washington y George W. Bush o Barack Obama darán el discurso de despedida. Dejó claro también su último deseo: no quiere que Donald Trump asista a su funeral.