Como parte de su nueva estrategia en Ucrania, el Gobierno de Vladímir Putin retiró una fracción de sus tropas ubicadas en los alrededores de Kiev y Chernóbil para concentrarse en la región del este, en donde se juntan los esfuerzos por “liberar” el Donbás.
Sin embargo, a medida que las ciudades tomadas por las fuerzas rusas se fueron desocupando, se evidencia que esta guerra ha sido más sórdida de lo que se pensaba. Bucha, una ciudad ubicada a menos de 100 kilómetros de Kiev, se convirtió en un campo de horror y muerte durante los días en que las tropas rusas la mantuvieron bajo su control.
Esta pequeña ciudad llamó la atención de la comunidad internacional cuando desde ella se reveló un fenómeno aterrador: la aparición de cuerpos de civiles con signos de tortura. Con manos amarradas, tiros de gracia y signos claros de mutilaciones, las calles de la ciudad y sus fosas comunes estaban atestadas de civiles vilmente asesinados. Estos acontecimientos son presagio del inicio de una nueva etapa en esta guerra, en la que cabe esperar un recrudecimiento general y cada vez peor del conflicto.
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, quien visitó la ciudad días después de la retirada, calificó estos actos de inhumanos, acusó a los soldados rusos de “torturadores” y pidió a la ONU investigar a Rusia por crímenes de guerra. Por su parte, el Kremlin, fiel al cinismo propio de su política exterior, negó estos acontecimientos y argumentó un montaje occidental en su contra.
Los crímenes de guerra, de los que ahora es acusado Putin, son violaciones directas a los derechos humanos y a los derechos de guerra durante un conflicto armado. Así, el derecho internacional considera como crimen de guerra el asesinato de civiles, la tortura, los malos tratos a los prisioneros de guerra y, en general, todas aquellas acciones que sobrepasan las lógicas de un conflicto armado tradicional como el desarrollado en Ucrania.
Ratko Mladic, conocido como el Carnicero de Srebrenica, en Yugoslavia; Bosco Ntaganda, llamado el Exterminador, del Congo; y ahora Azatbek Omurbekov, teniente y líder de las tropas rusas en Bucha, son algunas de las personas acusadas, y en algunos casos juzgadas, por crímenes de guerra.
Solamente dos jefes de Estado han sido juzgados por crímenes de guerra en la historia: el ex primer ministro japonés Hideki Tojo y el expresidente yugoslavo Slodoban Milosevic. Ambos fueron perpetradores, directos o indirectos, de atroces crímenes contra la humanidad.
Tojo, que lideró a Japón durante la Segunda Guerra Mundial, fue culpable de crímenes en contra de civiles durante este conflicto. Fue juzgado por el ataque a la base militar de Pearl Harbor y por ataques indiscriminados a civiles chinos durante la invasión de Manchuria. Durante esta ocupación, el Ejército japonés enterraba vivos a los civiles chinos.
Milosevic, por su parte, fue juzgado por genocidio y asesinatos a civiles durante las guerras en Yugoslavia y los Balcanes. Los crímenes de Milosevic fueron cometidos, específicamente, durante la guerra serbobosnia de 1992, un conflicto sangriento caracterizado por limpiezas étnicas, el uso de fosas comunes y los ataques indiscriminados a civiles. Estos crímenes le dieron a Milosevic el título de Carnicero de los Balcanes. Putin, un aficionado a la historia rusa y eslava, conoce este conflicto muy bien.
¿Y ahora qué viene?
Putin y su Gobierno se encuentran en una verdadera encrucijada tras las duras calificaciones de crímenes de guerra que rondan sobre ellos tras la masacre en Bucha. La estrategia obvia para Rusia será negar los hechos y calificarlos de una persecución y un montaje para quitarles legitimidad a las negociaciones de paz que se llevan a cabo en Turquía.
“Esto fue hecho por profesionales, probablemente británicos. Son los mejores en el área de operaciones de información”, dijo Gevorg Mirzaryan, periodista rusa en los medios a manera de defensa del Gobierno, que se empeña en negar las atrocidades cometidas. “Saben cómo colocar los cuerpos correctamente, hacer todo correctamente, crear una imagen agradable para la conciencia occidental necrófila”, remató.
La negación de cualquier responsabilidad de parte del Kremlin no solo viene para manipular la opinión dentro de su propio país, donde las redes sociales han sido parcialmente restringidas y los medios de comunicación independientes han sido cerrados, sino por el temor que puede traer para el régimen cualquier investigación por los posibles crímenes de guerra.
De confirmarse la gravedad de los hechos ocurridos en Bucha, la Corte Penal Internacional tendría que intervenir y ser la entidad que juzgaría al Gobierno de Putin por las acciones dadas en la invasión de Ucrania que puedan ser consideradas como un crimen de guerra. Pero este sería un proceso largo y que tendría seguramente muchas dilaciones.
El problema de las acusaciones contra Rusia es que, en medio de una negociación de paz con Ucrania, la legitimidad de estas mismas estaría en juego, ya que dialogar con un país que comete crímenes de guerra está mal visto por toda la comunidad internacional. Es más, ya muchos países están condenando a los rusos como criminales de guerra, como Francia, Alemania y Estados Unidos, naciones aliadas del Gobierno de Volodímir Zelenski y partes importantes para cualquier acuerdo.
“Es muy difícil negociar cuando ves lo que han hecho aquí”, dijo Zelenski, quien sabe que es muy probable que en algún momento tenga que reunirse con Putin y negociar directamente con él, esto a pesar de que lo acusa de crímenes de guerra. El encuentro entre ambos mandatarios parece estar más cerca que nunca después de que los mismos negociadores de paz dijeran que es posible una reunión directa para llegar a un acuerdo que ponga fin a la guerra.
El mismo Zelenski propone la creación de un instrumento de justicia especial que juzgue los hechos que han ocurrido en la guerra, como una opción para condenar a Putin y a la cúpula militar rusa. “Este mecanismo ayudará a Ucrania y al mundo a llevar ante la justicia concreta a quienes desencadenaron o de alguna manera participaron en esta terrible guerra contra el pueblo ucraniano y en los crímenes contra nuestro pueblo”.
Toda posibilidad queda ligada al tiempo y al resultado de las negociaciones entre Ucrania y Rusia, que entre ires y venires parece estar andando hacia algún resultado, el cual igualmente no parece muy cercano. Aún hay muchos puntos que acordar, no solo sobre las responsabilidades de la guerra, sino el modelo de neutralidad que seguramente acogerá el Gobierno ucraniano, las garantías de seguridad para ambos bandos y la incidencia de la comunidad internacional para el futuro de la paz en Europa.
El tiempo dirá si Vladímir Putin será juzgado como un criminal de guerra. Lo vivido en Bucha parece ser solo una de las atrocidades ocurridas en mes y medio de invasión rusa, pero muestran la brutalidad del combate y cómo los civiles no tuvieron jamás oportunidad de ser ajenos a un conflicto que los convirtió en víctimas inocentes de la contienda.