SEMANA: ¿Qué consecuencias tiene la ley de seguridad impuesta en Hong Kong? Johnson Yeung: Con la ley, la policía y el Gobierno de China adquirieron un gran poder coercitivo sobre las libertades fundamentales. Hong Kong ha pasado a ser, de la noche a la mañana, un territorio altamente represivo. La libertad de expresión está demonizada, a tal punto que un simple eslogan o frase son vistos como actos de subversión. Además, la misma aprobación de la ley rompe el pacto que reconocía nuestra autonomía hasta 2047. Al aprobar la ley, el Gobierno chino ha demostrado que no está interesado en cumplir sus compromisos. Los policías chinos pueden ahora operar en Hong Kong y el Gobierno continental puede utilizar su estatus para extender su jurisdicción. Es probable que China empiece a manejar las instituciones con el paso del tiempo.
SEMANA: ¿Los últimos ataques de la policía han generado miedo? J.Y.: Así es, sobre todo en las comunidades educativas. La última medida tomada desde Beijing fue obligar a las instituciones académicas a comprometerse a apoyar al Gobierno. También han intimidado al sector económico. Ahora, hasta los comercios y restaurantes pueden resultar enemigos de la ley de seguridad. Claramente, la ley redujo la frecuencia de las protestas, pero sabemos que buena parte de la resistencia permanecerá. SEMANA: ¿Qué impacto tendrá la ley en los modelos democráticos de la región y del mundo? J.Y.: Cerca de 50 países, incluidos Irán, Corea del Norte y varios regímenes en África, han celebrado la ley. China sigue alimentando su alianza para dominar la región. Además, tomando control de Hong Kong también divide a Occidente, ya que diversos países, que en teoría desaprueban lo que pasa, dependen tecnológicamente de China. En todo caso, si pasa impune la vulneración de derechos humanos, la práctica podría extenderse a otras regiones. Lo que pasa es una seria amenaza para las libertades en el mundo. SEMANA: ¿Cómo debe responder la comunidad internacional? J.Y.: Debe seguir de cerca los hechos. Pero principalmente tiene que garantizar dos cosas. La primera, que sus acciones no socaven las movilizaciones sociales de los últimos años. La segunda, que muestren su compromiso con la democracia y la libertad. El Gobierno chino está tratando de decir que ciertos derechos humanos no son universales, y esa es una narrativa peligrosa que la comunidad internacional debe rechazar. SEMANA: ¿La ley representa un peligro para Taiwán? J.Y.: Definitivamente. Lo que está pasando en Hong Kong es semejante a lo que China planea hacer con Taiwán, intentando imponer el modelo de “un país, dos sistemas”. China no tiene miedo de pasar por encima de sus compromisos, y es evidente que Taiwán es el próximo objetivo. Ya ha usado al ejército como dispositivo de amenaza y control, y se ha infiltrado para atacar el sistema político taiwanés.
SEMANA: Con la ley ya impuesta, ¿ve alguna esperanza a la vista? J.Y.: Las medidas serán cada vez más severas. Solo podemos seguir siendo auténticos, no asustarnos y decir abiertamente lo que no está bien. Muchas organizaciones se estructuran para garantizar espacios democráticos a pesar de la ley. Estoy seguro de que estos esfuerzos darán sus frutos.