El nombre de captagon comenzó a llamar la atención hace tres años, cuando los terapistas en adicción en el Reino Unido empezaron a notar una inusual afluencia de pacientes procedentes de Arabia Saudita, que acudían para ser tratados por insomnio, depresión y ansiedad.
A la final, revela el diario londinense The Times, resultaron adictos a esta anfetamina que es producida en cantidades industriales por el régimen del presidente sirio Bashar al-Assad, para desgracia no solo de los habitantes de su país, sino también del resto del Medio Oriente.
De acuerdo con el rotativo británico, sus millonarias ganancias han convertido a Siria en un verdadero narcoestado.
El fenómeno se ha tratado de contrarrestar con decomisos, bombardeos a las fábricas donde se produce y ataques armados a los contrabandistas que la comercian. Pero, todo ha sido en vano y, al contrario, el mercado de la droga está en su mejor momento, dijo The Times.
Así las cosas, en cuestión de 12 años, los mismos que lleva Siria en guerra civil, el mercado ilícito de la sustancia es valorado en unos 10.000 millones de dólares, una suma que ese país no podría alcanzar con sus exportaciones de productos legales.
Con este elemento de presente, muchos se empiezan a explicar por qué Assad parece ser bienvenido de nuevo en el concierto de la región.
Una muestra de ello podría ser su reciente retorno a la cumbre de la Liga Árabe, de la cual fue expulsado tras el salvaje tratamiento que les ha dado a sus opositores, con los cuales está enfrentado en la contienda interna.
En otras palabras, captagon se ha convertido en moneda de cambio con la que él puede negociar que se le retire el carácter de paria que cobró desde que estalló la guerra.
El conflicto ya es uno de los más largos y sangrientos que se libran en el mundo actualmente.
Casi no ha dejado piedra sobre piedra y millones de habitantes despavoridos han dado lugar a una crisis de desplazamientos sin precedentes en la región.
La droga es un puente a la evasión en aquellos países de honda tradición musulmana, en los cuales está prohibido el alcohol, como Arabia Saudita y Kuwait.
Allí, captagon es hoy una forma barata y fácil de drogarse, si se tiene en cuenta que las píldoras cuestan entre 1 y 15 dólares (4.400 a 66.000 pesos), agregó el diario inglés.
Otro blanco perfecto para la sustancia son los inmigrantes que laboran hasta altas horas de la noche en lugares como el Golfo Pérsico, pues uno de sus efectos es que los mantiene despiertos en sus turnos de hasta 20 horas continuas.
Rameez Ali, un terapista que trata adicciones en Birmingham, pintó un panorama preocupante en entrevista para el informe y con autoridad, ya que es uno de los médicos que está recibiendo a muchos pacientes consumidores de captagon.
Dadas sus raíces árabes, muchos conocidos en el Medio Oriente le refieren pacientes. Uno de cada tres, contó, son adictos al captagon. Para él, eso indica que allá la situación es mucho más grave. Incluso, “él sospecha que se trata de una epidemia oculta”, cuenta el informe.
El médico también asegura que muchos de estos pacientes no creen que están consumiendo una droga o comprenden que se volvieron adictos a ella.