La identidad a partir de la palabra es tan importante para el ser humano que desde antes de nacer los padres y madres deliberan el nombre que le pondrán al recién nacido, el cual perdurará durante toda su vida (en la inmensa mayoría de casos) y será su carta de presentación en el colegio, oficina y distintos ambientes en el que se relacione, por lo que esta decisión no puede ser tomada a la ligera.
Los padres pueden dejarse influenciar por el nombre de artistas, emperadores o hasta figuras animadas famosas para darle a su hijo o hija un nombre relevante. Por otro lado, algunas personas acuden a una cultura distinta para encontrar un nombre exótico o poco común, el cual le puede acarrear problemas al menor cuando intente decirlo o escribirlo. Sin embargo, lo que se tiene seguro desde un principio son los apellidos que llevará.
El apellido: una herencia cultural
Es usual querer conocer el significado del nombre, los cuales, para América Latina, provienen en su mayoría del hebreo, latín y el griego, cuya historia se remonta a pasajes religiosos como son los casos de Juan, David, Manuel, Santiago, María, Salomé, entre otros. Sin embargo, la curiosidad por conocer el significado y la historia de los apellidos no es tan relevante.
Desde que la sociedad comenzó a ser sedentaria, gracias a la escritura, los apellidos han estado presentes en las comunidades por parte de calificativos o del lugar de proveniencia de los individuos. Es por eso que nombres como Pablo de Tarso, Simón de Cirene, Isabel de Inglaterra, le deben su apellido al sitio donde nacieron o realizaron buena parte de su vida pública, ya que eran personajes reconocidos, sin embargo, esa forma de apellidar a las personas se ha reducido en el paso del tiempo.
Por otro lado, los romanos adoptaron un sistema en donde el nombre oficial de una persona se conformaba por un nombre de pila, un segundo que hacía referencia a la familia y un tercero que aludía con el cargo. Por ejemplo, ‘Cayo Julio César’. No obstante, los miembros que no pertenecían a la parte alta del imperio solo podían utilizar el nombre de pila y el cargo que asumían en la comunidad.
El idioma español y su adaptabilidad
Según lo reseña el portal Radio Fórmula, desde el siglo IX d.C., la nobleza española comenzó a proveer de apellidos a su descendencia, ya que España reunía gran cantidad de culturas y credos, por lo que se necesitaba identificar a los individuos que tenían los mismos nombres.
Inicialmente, los primeros apellidos que el idioma español conoció se formaron al unir el nombre del padre con las terminaciones az, ez, iz y oz. Unos ejemplos que ha perdurado hasta la actualidad son Martín + ez = Martínez, Hernando + ez = Hernández, Martín + ez = Martínez, entre otros.
En América Latina, específicamente en México, se ha realizado un compilado de los primeros apellidos en español usados en esa parte del mundo. Según el artículo “Apellidos Hispánicos en Centro-Norte de Nueva España, siglo XVI”, el primer apellido que se registró fue Sánchez, el cual data de 1550, siendo Pedro su nombre.
De acuerdo con el texto, María Elena Villegas Molina y Rosa Brambila Paz, investigadoras expertas en apellidos, dieron a conocer los 10 primeros apellidos que se comenzaron a utilizar en la nación azteca, los cuales son:
- Sánchez
- López
- De Luna
- De la Montaña
- Ramírez
- Freyle
- De Guzmán
- De la Cruz
- De San Juan
- García
Algunos de estos apellidos se siguen utilizando en la mayoría de países latinos, por lo que la herencia cultural de los mismos se conserva intacta y ha perdurado, por al menos, 12 siglos.