El líder del régimen venezolano, Nicolás Maduro, se refirió en fuertes términos a la carta que le había enviado el secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolín, donde le pidió mayor diálogo entre el oficialismo y la oposición.

Para Maduro, la misiva enviada desde el Vaticano está llena de “odios, de intrigas, de cinismo y de ataques, que descompensó totalmente el ánimo”.

“Una carta que era un compendio de odios, de veneno, de rencillas, de casquillo, de cinismo; una carta verdaderamente llena de odio, de desastre nacional”, señaló Maduro en medio de un acto oficial televisado.

Por otra parte, el líder del régimen se despachó contra el obispo auxiliar de Caracas, Ricardo Barreto, quien fue el encargado de leer el pasado miércoles la carta del Vaticano, en medio de la asamblea anual de Fedecámaras.

“Cuando todo el mundo está hablando de producir, de unirse por Venezuela, de superar la crisis económica, viene ahí un cura totalmente desconocido, no sé si es un monseñor o un obispo, y leyó una carta supuestamente de Pietro Parolín”, expresó Maduro.

Vale destacar que representantes del oficialismo y de la oposición negocian desde hace meses la instalación de una mesa de diálogo que se podría concretar en agosto, probablemente en México. Lo anterior tiene como objetivo hallar una solución a la crisis institucional y humanitaria de ese país, bajo el aliento del gobierno de Noruega.

Mientras por un lado se ‘cocinaba’ la intención de dialogar, un paso que supuestamente estaba dando Maduro, por el otro se registraba el intento más agresivo de callar al presidente interino, Juan Guaidó, y a sus allegados.

Sin embargo, mientras por un lado se ‘cocinaba’ la intención de dialogar, un paso que supuestamente estaba dando Maduro, por el otro se registraba el intento más agresivo de callar al presidente interino, Juan Guaidó, y a sus allegados.

La noticia se regó con un trino. La esposa del líder opositor, Fabiana Rosales, trinó que funcionarios de la seguridad del Estado estaban en el sótano de su casa y rodeando con armas de fuego a Guaidó. Así alertó a los vecinos, que salieron de manera masiva a evitar la detención. Mientras eso pasaba en Twitter, en Instagram el exdiputado opositor Freddy Guevara transmitía desde su carro el momento en que lo rodeaban funcionarios encapuchados. “Decidí quedarme en mi país a pesar de todos estos problemas”, dijo antes de ser llevado preso.

A Guevara se le acusó de terrorismo, traición a la patria y asociación para delinquir por su supuesto vínculo con la muerte de 26 personas en un barrio de la capital, que según el Gobierno hacían parte de bandas criminales que tenían como fin derrocar a Maduro. En el pasado, el fiscal general, Tarek Saab, vinculó a Guevara con “grupos extremistas y paramilitares asociados con el Gobierno colombiano”. A la arremetida contra Guaidó y Guevara, se suma la detención del director de Fundaredes, Javier Tarazona, y la petición de extradición a España de Leopoldo López.

No obstante, el Gobierno de Maduro daba un mensaje diferente, pues confirmaba su intención de negociar con el apoyo del reino noruego mientras se ordenaban las detenciones, incluyendo la de Guevara, uno de los miembros de la oposición activos en la mesa de diálogo. Maduro dijo en el pasado que no negociaría con Guaidó o Guevara por considerar que quieren matarlo y que prefiere dialogar con exdiputados que representan otra facción de la oposición y a quienes él llama “la mesita” o “los alacranes”, y que según aquellos afines a Guaidó consiste en una “oposición a la medida de Maduro”, que no los representa.

Las acusaciones contra Guevara –que son denunciadas como falsas por su equipo legal– son, para el oficialismo, consecuentes con las condiciones que planteó Maduro para el diálogo. “Hemos propuesto tres condiciones para ir a México”, dijo esta semana, la primera sería que Estados Unidos y la Unión Europea levanten todas las sanciones contra Venezuela; la segunda, que todos los partidos políticos reconozcan a los poderes públicos y, por último, “que todos los sectores renuncien a planes violentos con delincuentes, golpes de Estado, magnicidio y otros caminos de la violencia”.

Por ahora, la oposición insiste en el diálogo, pero no sin antes estar prevenidos pues aseguran que no tienen “buena fe en la dictadura”.