El desierto sirio es unviejo conocido de Estado Islámico (Isis). Para controlar ciudades durante seis años de guerra, los terroristas tuvieron que movilizarse por él con bastante frecuencia, por lo que aprendieron por dónde transitar y cuáles puntos eran ideales para descansar, esconderse o contrabandear. Sin embargo, el que antes fue un buen amigo, ahora es el escenario de un acorralamiento sin precedentes en esa guerra. Desde el 28 de agosto, 17 buses de Isis repletos de pasajeros están atrapados al noreste de Homs, sin alimento ni agua.Todo comenzó el 28 de agosto, cuando el grupo yihadista logró llegar a un acuerdo con el gobierno libanés y con el sirio. El trato parecía sencillo: si Isis salía del distrito de Qalamoun (en la frontera sirio-libanesa) y entregaba los cuerpos de nueve soldados libaneses muertos en 2014, los dos países (al igual que el grupo paramilitar iraní Hizbulá) debían asegurar el tránsito seguro y libre de los terroristas liberados hasta Deir al Zour, lo cual significa atravesar Siria de oeste a este.Le recomendamos: En Barcelona las velas por las víctimas siguen encendidas a pesar de que las quieran apagarEl convoy salió desde la frontera sirio-libanesa hace más de una semana con más de 600 personas a bordo de 17 buses y 12 ambulancias. De todos ellos, 308 son miembros del grupo terrorista, y el resto son sus familiares, entre los que hay mujeres y niños. La caravana se dirigía a la ciudad de Deir al Zour, al este de Siria, dominada por Isis.Sin embargo, Isis no contó con que para los no firmantes del acuerdo este no tenía ninguna validez. Los líderes de la coalición occidental contra los yihadistas consideraron absurdo el trato, pues los liberados se reincorporarían a la lucha al llegar a su destino, y tienen bloqueado el convoy desde el aire. Cada intento de otras unidades móviles de Isis para llevar alimentos y combustibles a la caravana ha sido destruido. Los ataques aéreos estadounidenses han sido efectivos y mortales: 50 combatientes de Isis han muerto, y los buses, sin agua ni combustible, se encuentran atrapados entre el desierto sirio y el fuego gringo.El coronel norteamericano Ryan Dillon, portavoz de la coalición estadounidense en Siria e Iraq, afirmó en un comunicado que “continuaremos el monitoreo del convoy y evitaremos su movimiento hacia el este y su eventual reunión con otros elementos de Isis. No pararemos los ataques aéreos hacia cualquier elemento de Estado Islámico que intente acercarse a la caravana”.Le sugerimos: El refugiado iraquí ciego que se graduó de la Universidad de CambridgeEl futuro de la caravana es incierto. Los aliados no la han destruido por una sola razón: civiles, mujeres y niños dentro de los buses. Los gobiernos de Siria, Irán y el Líbano no se han pronunciado al respecto, pero su ambiente es de vergüenza: querían dejar transitar libremente a uno de los grupos terroristas más atacados de los últimos años sin contar con la aprobación de todas las partes involucradas en el conflicto. Siria, sobre todo, tiene razones para hacer este tipo de tratos polémicos con Isis, pues su principal objetivo es sacarlo del oeste del país (pacíficamente o no) y asegurar que se mueva al este, para confinar el problema a Irak y Estados Unidos. De igual manera, su presidente Bashar al Asad no ha parado su ofensiva militar, apoyada por Irán y Rusia: esta semana las fuerzas sirias lograron entrar, después de tres años, a Deir al Zour.En video: Estado Islámico amenaza al papa Francisco y dice que llegará a RomaLa ‘novela’ de la caravana de Isis funciona como metáfora de su momento de mayor debilidad en la guerra. Han perdido ciudad tras ciudad (el gran golpe fue la pérdida de Mosul, en Irak) y se han quedado sin aliados. Atrincherado en los pocos puntos que aún dominan en Siria, Isis, fiel a su extremismo, se defenderá hasta la muerte. Las grandes batallas se darán en Al Raqa y Deir al Zour, y podrían durar largas y sangrientas semanas, incluso meses. Pero la inminente tragedia de los buses evidencia que, ya sea en el desierto o en una trinchera en algún barrio sirio, el tiempo se les agota a pasos agigantados.