“¡Alá es grande!¡Alá es grande!” gritaban los milicianos islamistas que entraron a punta de disparos este viernes al hotel Radisson Blu en Bamako, la capital de Malí. Lo hicieron temprano en la mañana, cuando al menos dos individuos accedieron hasta la zona de seguridad del establecimiento en un vehículo con placas diplomáticas, abrieron fuego contra los vigilantes en la entrada e ingresaron. “Oímos disparos  procedentes de la recepción. No me atreví a salir porque no parecían solo pistolas, eran sonidos de armas militares. Los atacantes entraron a la habitación de al lado y me quedé quieto, escondido bajo la cama”, dijo a Reuters por teléfono Sékouba Diabate, un cantante guineano que se hospedaba por estos días en el Radisson. Se podían escuchar tiroteos ocasionales mientras los responsables de la toma avanzaban por el edificio de siete pisos, habitación por habitación. Los diez asaltantes retuvieron durante siete horas a las 170 personas que estaban en el hotel, de las cuales 140 eran clientes y 30 trabajadores. Los mismos atacantes liberaron poco después a algunas que pudieron recitar versos del Corán, mientras que otras lograron escapar por su propia cuenta y algunas fueron rescatadas por las fuerzas especiales de seguridad malienses, que ocuparon piso por piso hasta llegar al último donde se atrincheraron los islamistas. El asalto al hotel más lujoso del país, al oeste del centro de la ciudad, cerca de ministerios y embajadas como la de Estados Unidos, provocó el temor de que los franceses fueran el objetivo específico, pues Malí fue colonia gala y lleva varios años luchando contra rebeldes islamistas. Además se estaban alojando los cabecillas de varios grupos armados que operan en el norte del país y están discutiendo el desarrollo del acuerdo de paz firmado en junio. Al final, según la agencia Reuters murieron 27 personas, una de ellas un funcionario del gobierno belga. Bamako había sufrido un atentado hace ocho meses, en el bar La Terrasse, donde murieron cinco personas. Sin embargo, las fuerzas de seguridad aseguran haber desactivado varios intentos de atentados en los últimos meses, por lo que se encontraban en alerta. Sin embargo, el grupo extremista que se ha mostrado más activo en los últimos meses es el Frente de Liberación de Macina, una secta yihadista que ha protagonizado ataques en puntos próximos a la frontera con Burkina Faso. Y aunque varios al principio pensaron que se trataba del mismo Estado Islámico (EI) o Boko Haram, que precisamente opera en una zona cercana (entre Níger y Nigeria), un grupo yihadista afiliado a Al Qaeda asumió la autoría del ataque a través de un mensaje publicado en Twitter. Se trata de Al Mourabitoun, una organización del norte del país, conformada por tuaregs y árabes que provienen de una de las ramas de Al Qaeda en el norte de África. Como la mayoría de países de la región, Malí ha estado marcado por la inestabilidad política y económica; durante años se han alternado dictaduras y gobiernos alineados tanto con el bloque soviético como con potencias occidentales. Inclusive, debido a sus inmensas áreas sin gobernar, los grupos yihadistas han sido capaces de esconderse y planear ataques. Los últimos años la precariedad del gobierno ha favorecido el avance de organizaciones terroristas como Al Qaeda en el Magreb y Ansar Dine, entre otras. No ayuda además el hecho de que resulte fácil introducir armas procedentes de Libia ni la cercanía de la insurgencia en Nigeria donde Boko Haram mató a más personas el año pasado que Estado Islámico en Siria e Irak. Recientemente, ante el retroceso de Al Qaeda, Ansar Dine juró lealtad a Estado Islámico, lo que le dio presencia a la organización en Malí. Y aunque EI tiene su centro de operaciones en Siria e Irak, su proyecto de califato comienza a extenderse como un cáncer que hace metástasis en África Oriental.