Las últimas dos semanas quedarán grabadas en la memoria de los peruanos. En nueve días, el país ha tenido tres presidentes: MartínVizcarra, depuesto por el Congreso; Manuel Merino, quien renunció solo cinco días después de posesionarse presionado por la ola de protestas; y Francisco Sagasti, que tomó las riendas del país esta semana. Por fin parece que el caos institucional y político dará tregua, al menos hasta las elecciones generales del 11 de abril de 2021.

La novela comenzó con el juicio político organizado por el Congreso contra Vizcarra, que lo sacó del poder el 9 de noviembre por una presunta “incapacidad moral permanente”. Lo acusó de recibir sobornos a cambio de conceder licencias de obras públicas cuando era gobernador de Moquegua, entre 2011 y 2014. Varios lo consideraron un golpe de Estado, perpetrado por un Congreso que cuenta con poca credibilidad. Más de la mitad de los parlamentarios son investigados por delitos que van desde corrupción hasta lavado de activos y homicidio. Muchos han obstaculizado reformas importantes, como la ley universitaria o el proyecto de reforma política, y legislan para sus intereses particulares. Por eso, la destitución pareció más un ajuste de cuentas para eliminar a Vizcarra, que desde su llegada incomodó a los senadores con su bandera de la lucha anticorrupción.

Tras su caída, quien tomó las riendas fue Manuel Merino, cuestionado presidente del Congreso. El 10 de noviembre su posesión desató una ola de protestas nacionales de proporciones históricas. Las fuerzas policiales respondieron con brutalidad: más de 200 heridos, decenas de detenciones arbitrarias y dos jóvenes muertos. La revuelta en las calles no fue en vano. Los estragos llevaron a que el gabinete recién juramentado renunciara sistemáticamente, incluso el propio Merino. Jorge Aragón Trelles, profesor de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica del Perú, le explicó a SEMANA que las dimisiones fueron un cálculo político de los sectores que apoyaron la destitución. “La coalición se desorganizó, se asustó y recalculó sus ganancias y pérdidas. Se dieron cuenta de que, si seguían ese camino, perderían mucho más”, afirmó el experto. La decisión se debe a que todos tienen los ojos puestos en las elecciones presidenciales y legislativas de abril, y por ello temen que los ciudadanos inconformes los castiguen en las urnas. Aunque el daño ya está hecho, seguir adelante con Merino los hubiera sentenciado por completo.

La respuesta brutal de la policía a las multitudinarias movilizaciones dejó como saldo dos muertos y más de 200 heridos.

Así, Perú se quedó sin presidente por segunda vez en menos de siete días. En medio del vacío de poder, el Congreso se reunió de nuevo para definir quién tomaría el cargo. Decidieron que debía ser alguno de los pocos congresistas que rechazaron el juicio político. Entonces, se decantaron por Francisco Sagasti, miembro del Partido Morado, la única agrupación que rechazó en bancada la destitución.

Manuel Merino, expresidente del Congreso, asumió la presidencia después de la destitución de Vizcarra.

El ahora presidente, de 76 años, es ingeniero industrial y doctor de la Universidad de Pensilvania. Su perfil es más el de un académico y gestor de políticas públicas que el de un político tradicional. Trabajó como jefe de Planeación en el Banco Interamericano de Desarrollo, fue asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores y consultor de las Naciones Unidas en ciencia y tecnología. Llegó a la política electoral en 2016 cuando cofundó el Partido Morado, pero hasta enero de este año ocupó por primera vez un cargo de elección popular. Es conocido por su capacidad conciliadora y posición moderada, lo que lo convirtió en el candidato perfecto para liderar la transición. “Sagasti es la opción más apaciguante y menos traumática después de todo lo que ha pasado”, le dijo la politóloga Katherine Zegarra al medio peruano El Comercio.

A pesar de que su presidencia solo durará unos meses y su perfil es discreto, las primeras movidas de Sagasti muestran que tiene capacidades para gobernar y que entiende el momento de turbulencia social. En su discurso de posesión pidió disculpas en nombre del Estado por el asesinato de los universitarios en las manifestaciones. “No podemos devolver la vida a estos jóvenes, pero sí evitar que vuelva a suceder, y apoyar decididamente a los heridos”. También reconoció la importancia de las movilizaciones que protagonizaron las nuevas generaciones. “Cuando un peruano muere, y más aún si es joven, todo el Perú está de duelo, y, si muere defendiendo la democracia, al luto se suma la indignación”, señaló.

Sagasti, además, habló de la pandemia y prometió reducir los contagios. Priorizará la salud, pero sin quebrantar más la economía del país: en el tercer trimestre, la tasa de desempleo alcanzó el 9,6 por ciento, seis puntos por arriba de la cifra del mismo periodo el año pasado, y el Fondo Monetario Internacional pronostica una contracción del PIB del 13,9 por ciento en Perú, una de las peores de Latinoamérica. Por otro lado, Sagasti dijo que fortalecerá la independencia de las instituciones y garantizará transparencia en los próximos comicios.

También demostró destreza política en la elección de su gabinete, compuesto por 18 ministros y la presidenta del Consejo de Ministros. Varios han ejercido ya en otras carteras o formaron parte del gabinete de Vizcarra. Entre ellos se destaca Violeta Bermúdez, quien presidirá ese Consejo. Ha trabajado como servidora pública y es experta en temas de género, inclusión y desarrollo. La califican como una mujer progresista, aunque no de izquierda. Para Aragón, Sagasti eligió un gabinete “razonablemente plural y con gente solvente” y destaca que son personas que “conocen el funcionamiento del Estado”.

Violeta Bermúdez juró como presidenta del Consejo de Ministros solo un par de días después de la renuncia de Merino.

Al igual que en el Ejecutivo, algunas cosas cambiaron en el Congreso. Los parlamentarios eligieron como nueva presidenta del Legislativo a Mirtha Vázquez, del partido de izquierda Frente Amplio y que también se opuso a la destitución. Presenta una larga carrera como abogada defensora de derechos humanos y la conocen por sus luchas contra grandes corporaciones mineras y la defensa del medioambiente. Su elección fue una grata sorpresa.

Todo indica que la llegada de Sagasti calmará el caos político e institucional que vive Perú. Pero nadie pasa por alto que el Congreso es casi el mismo y, por tanto, las fuerzas que destituyeron a Vizcarra con dudosas intenciones siguen allí. No sería raro que, en los pocos meses que les quedan, tensen de nuevo la relación con el Ejecutivo y pongan trabas a algunas reformas que los incomoden. En todo caso, después de las recientes movilizaciones, saben que la ciudadanía los vigila con recelo. Cualquier paso en falso tendrá una respuesta contundente en las calles.