Los cruciales papeles de Turquía como aliada en la guerra encabezada por Estados Unidos contra el grupo Estado Islámico y garante de acuerdos sobre refugiados probablemente permanecerán intactos por ahora después de que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan surgió triunfante tras un fallido intento de golpe de Estado.Pero las tensiones que se avecinan en torno a Fethullah Gulen, un clérigo islámico radicado en territorio estadounidense al que Erdogan culpa de la rebelión, podrían afectar los vínculos entre Ankara y Washington, que dice evaluará cualquier solicitud turca para extraditarlo. Gulen niega estar involucrado en la agitación.Y la esperada purga de facciones militares responsables de la intentona de golpe podría dejar a las fuerzas armadas sumidas en una crisis interna y diezmadas. Mientras intentan reconstruirse con base en elementos leales, los militares deben controlar su turbulenta frontera con Siria, desgarrada por la guerra, y seguir enfrentando a los rebeldes curdos que buscan su autonomía.Turquía es un aliado estadounidense estratégico en el cruce de caminos entre el continente europeo y el asiático y limita con zonas conflictivas en Oriente Medio. Es un país de mayoría musulmana miembro de la OTAN y un socio crucial en los esfuerzos por solucionar desafíos internacionales, incluido el terrorismo y la inmigración masiva, así como un importante interlocutor con potencias regionales como Irán y Rusia.Líderes estadounidenses, europeos y de otros países han condenado la agresión al gobierno de Erdogan, elegido democráticamente, al tiempo que se mantienen atentos a cualquier consecuencia por el alzamiento en Turquía, que es visto como un socio estable en general en un vecindario convulsionado.Estados Unidos monitorea la situación muy de cerca, en parte porque realiza ataques aéreos desde la base Incirlik de Turquía contra extremistas islámicos en Siria e Irak. El gobierno turco cerró el espacio aéreo alrededor de Incirlik durante varias horas el sábado tras el intento de golpe de Estado, aunque no había indicios de un efecto negativo a largo plazo sobre las operaciones estadounidenses.El comandante del segundo ejército del país fue arrestado con relación al golpe, informó el sábado la agencia noticiosa estatal turca. El segundo ejército se encuentra en el este de Turquía para contrarrestar amenazas provenientes de Siria, Irán e Irak."Una nueva ola de purgas en las fuerzas armadas probablemente debilitará a los servicios de seguridad, que ya están sobrecargados de trabajo... incluso si las políticas básicas permanecerán igual", dijo Howard Eissenstat, profesor adjunto de historia de Oriente Medio en la Universidad St. Lawrence en Canton, Nueva York.Aunque muchos turcos están molestos por las medidas de Erdogan contra las libertades civiles como la libertad de prensa, y están temerosos tras el letal ataque del Estado Islámico al aeropuerto Ataturk el mes pasado, el país pareció rechazar la rebelión militar. Ya soportó tres golpes de Estado entre 1960 y 1980.Sin embargo, Turquía podría estar lista para un nuevo brote de polarización bajo Erdogan, que prometió que los conspiradores del golpe lo pagarán caro. A su vez, la tensión y las sospechas internas podrían socavar el cumplimiento o la efectividad de los compromisos y desafíos internacionales del país, en especial cuando las fuerzas armadas están involucradas."A fin de cuentas, la relación entre el gobierno y las fuerzas armadas, sin importar lo leales que los generales puedan decir que son en el futuro, ha quedado dañada definitivamente", escribió Chris Kilford, exagregado militar canadiense en Turquía y experto en las fuerzas armadas de ese país, en un correo electrónico a la AP.