Gustavo Villatoro, ministro de Justicia y seguridad pública de El Salvador, y uno de los hombres responsables de materializar el plan del gobierno de Nayib Buleke que buscaba acabar con la violencia causada por las pandillas de ese país, habla sin rodeos: no cree que los más de 70 mil jóvenes que apresaron, pertenecientes a La 18 y la Mara Salvatrucha, puedan resocializarse: “No vamos a gastar un centavo en la readaptación de estos criminales”.
En diálogo con SEMANA, sostiene que el actual gobierno de ese país está “transformado un país que por décadas fue condenado al fracaso, a vivir a merced de esos grupos terroristas. Todo ese montón de organizaciones internacionales, que son dizque de derechos humanos, a nosotros nos tiene completamente sin cuidado. Nos debemos a los salvadoreños y vamos a seguir trabajando en procura de ellos”.
SEMANA: ¿Cómo se logró desmantelar las estructuras de las pandillas en El Salvador, uno de los mayores logros en la seguridad de este país liderados por el presidente Nayib Bukele?
Gustavo Villatoro (G.V): Esto empieza en la campaña presidencial, en lo que se denominó El Plan Cuscatlán, que tenía varias aristas. Entre ellas, la de seguridad. Una vez se ganan las elecciones y el presidente Bukele se posesiona el 1 de junio de 2019, para el 20 de junio se lanza el Plan Control Territorial, que era el desarrollo, fase por fase, de cómo íbamos a enfrentar como Gobierno, como Estado y como sociedad el fenómeno de las pandillas, que tenía por 30 años sumido al país.
La fase de uno fue control de territorio y control de las cárceles. Porque, al igual que otros países de Latinoamérica, nuestras cárceles eran controladas por los grupos criminales organizados, terroristas, narcos y bandas. En ese camino, encontramos una policía desmotivada y sin las herramientas que se necesitan para combatir la delincuencia. Y una de las primeras acciones que hace el presidente es dignificar la carrera policial y duplicar el salario y las prestaciones de los policías.
SEMANA: ¿Cómo lograron conocer con tanto detalle ese enemigo al que se estaban enfrentando?
(G.V): En los primeros tres años se preparó la campaña de guerra como tal en contra de estos grupos. Estuvimos conociendo a detalle a nuestro enemigo. Por ejemplo, cómo nace el fenómeno en El Salvador, dónde se originan la MS y La 18. Cuál el fraccionamiento que tuvieron las calles de Los Ángeles, en EE. UU., que es cuando se crea la Mara Salvatrucha. Luego de los acuerdos de paz en el año 92, EE. UU. empieza a deportar a estos pandilleros que eran capturados en Los Ángeles cuando cumplían sus penas. Así empezó este fenómeno. Por eso, en los 90 y a principios de los 2000 teníamos un problema de bandas, de robo de vehículos y bancos, secuestros. En 2002, el fenómeno alcanzaba un número de 3.000 pandilleros a nivel nacional. En 2012, se da un acuerdo con fines políticos para que estos terroristas garantizaran el voto a cambio de la población a cambio de que controlaran más territorio, gobiernos locales y alcaldías, por lo que el número de pandilleros se triplicó.
Cuando nosotros empezamos la guerra, el 27 de marzo de 2022, teníamos plenamente identificados todos nuestros objetivos, porque contábamos con todos los ingresos y salidas de estos delincuentes a enfrentar la justicia. Y es así como nosotros logramos tener los perfiles de cada uno de los 76.600 que finalmente están presos.
SEMANA: Precisamente, cuáles son los elementos comunes que ustedes encuentran en tantos jóvenes. ¿Cómo un país llega a tener tanta criminalidad en su juventud?
(G.V): Lo que notamos es que para ser miembro de la pandilla tienes que haber matado otro salvadoreño. Ellos tienen que matar para hacerse parte. Y había una base social que eran estos jóvenes. Desgraciadamente, en muchas de nuestras comunidades la aspiración de nuestros niños no era ser futbolistas o policías, sino pandillero. Un tatuaje en la piel mandaba más que una placa de la policía. Ellos eran los que imponían la justicia a plomo. Cobraban renta de extorsiones, tenían el territorio. Y básicamente era un estado paralelo junto a otro fallido, que tuvimos en los últimos 30 años. Por eso, siempre crecieron y ganaron las pandillas. Parte de la estrategia fue anular esos puentes de abastecimiento de los jóvenes hacia las pandillas. Para que los niños dejaran de aspirar a entrar a ellas. Por eso, hemos prohibido la divulgación de tatuajes y señas de esos grupos, y pintamos las comunidades borrando grafitis, destruyendo las tumbas simbólicas en las que con todo el sinsentido del mundo hasta ponían las iniciales de las pandillas.
SEMANA: En esta historia hay algo impactante y es que los maras no solo mataban y robaban, sino que lo hacían con mucha sevicia, quemaban a la gente viva y hasta la decapitaban...
(G.V): Era como enfrentar al peor de los grupos terroristas del mundo. Ellos decapitaban, cortaban a las personas, incluso algunos exguerrilleros les dieron la idea de que para no dejar los cuerpos en la calle, que los mataran y enterraran. Por eso, en los últimos 20 años hemos tenidos gran cantidad de cementerios clandestinos de gente que simplemente desaparecía. Hemos estamos haciendo exhumaciones y vemos el grado de barbarie con el que estos terroristas mataban.
Claro, hemos tenido críticas de organismos internacionales, que vinieron en los últimos 30 años a enriquecerse y que veían ríos de sangre correr entre nuestra gente. Esta guerra la hicimos precisamente para nuestros jóvenes. Y cuando vemos la data de esos más de 120.000 asesinatos de los últimos 30 años, el segmento de edad, efectivamente casi un 70% de los homicidios, recaían sobre nuestros jóvenes. Esta cruzada es precisamente para evitar que más jóvenes sean víctimas de estos grupos.
No me gusta enarbolar lo que ellos hacían, pero definitivamente estaban fuera de concepto. Y, como le hemos dicho a la comunidad internacional, que preguntan que por qué esos pandilleros van a permanecer encerrados para siempre, hemos sido claros en que no vamos a gastar un centavo en la readaptación de criminales. Les decimos: el día que usted me traiga un asesino serial de su país que lo hayan podido readaptar para que salga nuevamente a sus comunidades, ese día les voy a poner atención. De lo contrario, usted tiene que entender que nosotros estamos aquí lidiando con grupos terroristas que son asesinos seriales. Que mataban todos los días a los salvadoreños.
SEMANA: El Salvador ostentó durante años el triste rótulo de ser el país más violento del mundo. ¿Cómo está la situación ahora?
(G.V): Comenzamos a ocupar el primer lugar como el país más violento del mundo en 2015, cuando tuvimos más 6.600 homicidios en pocos años. Solo en un mes, más de 900. Casi 30 diarios. Era cerca de 106 homicidios por cada 100.000 habitantes. En 2019, la cifra se redujo a cerca de 2.000. En 2020 fueron 1240, que la oposición decía que era por la pandemia y el encierro de tres meses. Sin embargo, en 2021 cerramos con 1146 homicidios en el año. Una tasa como de 18,1 por cada 100.000 habitantes. Y el año pasado cerramos con una tasa de 7,6. Y de los 496 homicidios que tuvimos el año pasado, el 65% se cometieron en los 3 meses donde no habíamos implementado el régimen de excepción.
En enero de este año lo cerramos con 11 homicidios durante todo el mes. Lo que antes teníamos en las primeras 16 horas de un día, ahora es la cifra de todo el mes. Febrero, fueron 13 homicidios y, en lo que va de marzo, 3. Ya llevamos 318 días sin homicidios.
SEMANA: ¿La pregunta que muchos se hacen es cómo garantizar que el fenómeno de las pandillas no se repita?
(G.V): Para ello hemos trabajado en reformar las leyes. El Salvador era un país santuario para los pandilleros. Cuando llegaban deportados, llegaban como reyes. Los líderes de las pandillas locales debían atenderlos y que no les faltara nada. Ahora, un pandillero que llega deportado, es inmediatamente capturado y procesado por pertenecer a una agrupación ilícita. Es que estábamos usando modelos de justicia penal común para atender un problema de criminalidad organizada. Ahora, ser miembro de una agrupación ilícita tiene pena mínima de 20 y máxima de 45 años. Eso es parte de los controles que estamos poniendo a las leyes para evitar que ninguna otra manifestación de violencia y crimen organizado tenga operaciones en El Salvador.
SEMANA: De ahí sale la condena, por ejemplo, de 1.300 años para un solo pandillero, como se conoció esta semana...
(G.V): Fue una codena de 1.310 años por 33 homicidios. La preparación de los casos que estamos haciendo contra las pandillas, implica que ellos van a responder por los homicidios cometidos en los últimos 10 años, de 2012 a 2022, que suman un poco más de 40 mil. Por eso, van a responder en estos primeros juicios que vamos a tener. Matemática simple: si a alguien por 33 homicidios, le dan 1.310 años, ¿cuántos les van a dar a estos que tienen que responder por más de 40 mil homicidios?
SEMANA: La oposición en El Salvador dice que detrás de este éxito no hubo sometimiento o capturas, sino la misma estrategia a la que han recurrido anteriores gobiernos de negociar con las pandillas, ¿cuál es la verdad detrás de eso?
(G.V): Los hechos están hablando. No puede haber una negociación con alguien que va a desaparecer. Esa teoría viene precisamente de lo que hicieron los gobiernos anteriores. Y en este país no era un secreto que ellos pactaban con estos grupos terroristas a cambio de votos. Nosotros estamos implementando un liderazgo firme y valiente de nuestro presidente y nos remitimos a las pruebas. Estamos transformado un país que por décadas fue condenado al fracaso, a vivir a merced de grupos terroristas. Todo ese montón de organizaciones internacionales, que son dizque de derechos humanos, a nosotros nos tiene completamente sin cuidado. Nos debemos a los salvadoreños y vamos a seguir trabajando por ellos. Nosotros, después de más de 120 mil muertos, nos dimos cuenta de que ninguna de esas organizaciones internacionales dizque de derechos humanos vino a este país con interés de pacificarnos.
SEMANA: Usted mencionaba ahora que Bukele empoderó a la fuerza pública. ¿Cómo ha sido el papel de esas fuerzas en los operativos para capturar a los maras?
(G.V): Por tema de seguridad nacional no puedo dar tanta información de cifras. Pero, cuando el presidente ordena el 3 de diciembre pasado la implementación de la fase 5, llamada Extracción, entre el ejército y la policía cercamos uno de los bastiones más densamente poblados del gran San Salvador, que fue Soyapango. Hicimos una movilización militar y policial nunca antes vista en la vista en la historia de El Salvador, con más de 10 mil elementos de la fuerza armada y de la policía nacional civil.
SEMANA: Usted ha tenido la oportunidad de trabajar de cerca con Bukele. ¿Cuál es el rasgo de su personalidad que más destaca?
(G.V): Una de las grandes virtudes del presidente siempre ha sido su inteligencia, actuar siempre con base en una estrategia, como la del régimen de excepción, movido por el inmenso amor por los salvadoreños. Por querer transformar este país. Y esa creencia en que todo lo que hacemos, lo hacemos con el poder de Dios. Es alguien que está un paso adelante de todo. Por eso, en nueve meses logró transformar una realidad que tenía más de 30 años.
SEMANA: ¿Cómo se ha recibido en El Salvador los comentarios del presidente colombiano, Gustavo Petro, que ha calificado las cárceles de El Salvador como campos de concentración?
(G.V): Nuestro presidente ya le contestó. Independientemente de hacer una ofensa a la humanidad con esa comparación, creo que él debe estar atendiendo otro tipo de intereses, y nosotros debemos seguir trabajando por los salvadoreños. Este pequeño país del continente americano que es El Salvador le está demostrando al mundo que cuando no hay ninguna vinculación con delincuentes, cualquier gobierno puede liberar a su población del sometimiento de la criminalidad organizada. Un estado fuerte desvinculado del quehacer criminal puede y debe implementar acciones para liberar a sus ciudadanos de las garras del crimen.