Este jueves, después de un largo tiempo de un silencio que se tildó de cómplice sobre la situación en Venezuela, Gustavo Petro por fin dejó claro en un trino que su posición es darle la mejor salida posible a Nicolás Maduro.
El presidente colombiano se sumó a la propuesta de Lula da Silva, el presidente de Brasil, quien había dicho que había que repetir los comicios, que son tildados de ser robados por la dictadura en el poder de Venezuela.
Maduro “podría intentar hacer un llamado al pueblo de Venezuela, tal vez incluso convocar un programa electoral, establecer criterios para la participación de todos los candidatos (...) y dejar que observadores de todo el mundo vayan a ver las elecciones”, afirmó en una entrevista Lula a Silva, además que “aún no” ha reconocido los resultados.
Petro fue más allá y pidió para Maduro todo tipo de gabelas. “Levantamiento [de] todas las sanciones contra Venezuela. Amnistía general nacional e internacional. Garantías totales a la acción política. gobierno de cohabitación transitorio. Nuevas elecciones libres”, dijo el madatario en un trino.
Y agregó una propuesta que en Colombia tiene mucha historia, pero que en Venezuela no tiene ningún sentido: un frente nacional. “De Nicolás Maduro depende una solución política para Venezuela que lleve paz y prosperidad a su pueblo. La experiencia del Frente Nacional colombiano es una experiencia que, usada transitoriamente, puede ayudar a la solución definitiva”, escribió el presidente colombiano.
¿Qué significa un frente nacional para Venezuela? El excanciller y decano de la Universidad del Rosario, Julio Londoño Paredes, contesta sin titubear:
“Una sucesión del partido de gobierno y de la oposición en el poder. Ciencia ficción”. La idea de que Nicolás Maduro se turne el poder con María Corina Machado desafía la imaginación y se ve prácticamente imposible.
Por otro lado, Ronald Rodríguez, vocero del observatorio de Venezuela, dice: “En este sentido, creo que la declaración de Petro, fue más el vacío de no tener conocimiento ni una propuesta clara frente a la situación venezolana y lo hizo simplemente para llenar las redes sociales de ruido, una diplomacia de trino que nos está haciendo mucho daño y que se parece a la diplomacia de micrófono de AMLO con sus mañaneras que le están haciendo mucho daño a México”.
Pero, por otro lado, la experiencia en Colombia del Frente Nacional no es vista tampoco como algo netamente positivo. Ese modelo implicaba no solo la alternación en el gobierno, sino la paridad política en todas las instituciones del Estado. Consistió en dividir milimétricamente, por mitad y mitad, no solo el gabinete de gobierno nacional, sino las gobernaciones y alcaldías, con sus respectivos gabinetes. La Rama Judicial, los magistrados de las altas cortes y tribunales, el número de jueces de todos los niveles, junto al congreso, asambleas y concejos. La Registraduría Nacional y los demás órganos de control.
Proponer algo así en la Venezuela de hoy no solo es totalmente inviable, sino que no lo lograría más que dividir el poder para desconocer el resultado en las urnas. Y, además, mantener a los derrotados controlando el Estado.
El ámbito hemisférico no se ha recuperado de su asombro, luego de que Biden, sin mayor explicación, afirmara que apoyaba la propuesta de Lula, secundada por Petro, de que en Venezuela deben celebrarse nuevas elecciones, lo que había sido rechazado enfáticamente por Corina Machado.
Ahora María Corina lo reitera: “Hubiera sido el suicidio de la oposición venezolana. Petro hace todo tipo propuestas e insinúa que actúa en coordinación con los Estados Unidos. Nunca se había visto una mediación sin consultar con las partes. Si no se hizo, demuestra que Biden evidentemente no ha debido ser nuevamente presidente de los Estados Unidos. Sobre Petro, no hay comentarios. Hasta ayer, estábamos en Marte”.
En Colombia, el Frente Nacional nació legalmente con el plebiscito del 1 de diciembre de 1957. Tuvo origen en las urnas y fue aprobado por los ciudadanos como una salida a los años de dictadura del general Rojas Pinilla, quien había llegado al poder en un golpe de Estado en 1953.
En un análisis de Eduardo Pizarro para SEMANA hace algunos años, el experto sostenía: “Existe ya perspectiva histórica suficiente para evaluar este experimento político sin las pasiones del pasado. El balance es agridulce. Hubo tantos logros significativos, como desastres manifiestos”.
El valor que este tuvo para la estabilidad económica y para un periodo de paz temporal eran resaltados por el historiador. Pero los errores pesaban, según él, también mucho:
“De un lado, la fragmentación extrema de los partidos tradicionales, ya que la competencia interpartidista se transformó en una dura competencia intrapartidista dado que cada partido tenía garantizado, con independencia de su peso electoral real, 50 % de cargos de elecciones populares”.
“Ante la dificultad de conformar mayorías parlamentarias, los gobiernos del Frente Nacional y el pacto burocrático bipartidista posterior mantendrán al país en estado de sitio permanente para poder eludir el desorden parlamentario y gobernar por decreto. Por otro lado, la exclusión de los partidos y movimientos distintos al bipartidismo generará un ‘sentimiento de exclusión’, cuyo impacto fue muy negativo”, agregó Pizarro.