El presidente Gustavo Petro puede tener la opinión personal que considere sobre el conflicto histórico entre Israel y Palestina. Sin embargo, un ataque terrorista como el perpetrado por Hamás contra miles de civiles indefensos, entre ellos niños, mujeres y ancianos, no tiene justificación alguna. Todos los gobiernos del mundo condenaron la brutalidad de los extremistas. Petro, en cambio, siendo la cabeza del Estado colombiano, prefirió, como un títere, adoptar la deshonrosa e inmoral postura de Rusia e Irán, quedando del lado de los terroristas y no de las víctimas. Hamás no representa a los palestinos y está claro que no es admisible que mueran inocentes en una guerra sin importar el bando. Hoy, Israel se está defendiendo de los terroristas. Sin importar los hechos, Petro puso en marcha una vergonzosa campaña antisemita que generó indignación internacional y un fuerte regaño de Estados Unidos.
El mayor ataque sufrido por Israel en sus 75 años de historia ha dejado más de 1.200 muertos, 120 secuestrados y miles de heridos. Las imágenes que le han dado la vuelta al planeta han sido dantescas: personas decapitadas, incineradas, bebés masacrados, cuerpos de mujeres exhibidos como trofeos de guerra y dolorosos videos de secuestros. Aunque entre las víctimas, por ahora, hay dos colombianos, la pareja conformada por Ivonne Rubio y Antonio Macías, masacrados en un festival de música, Petro se ha mostrado indolente. En su andanada de más de 100 trinos sobre lo ocurrido, no ha emitido tampoco ni un solo mensaje de solidaridad con las familias de los muertos, ni con los demás connacionales aterrorizados tras el ataque de Hamás. Por el contrario, la Cancillería emitió un frío comunicado que hablaba de “muerte” y no de asesinato, omitiendo la palabra terrorismo y sin culpar a Hamás. También fue penoso que el Ministerio de Relaciones Exteriores divulgara inicialmente un comunicado condenando los hechos terroristas contra Israel para luego ser eliminado y reemplazado por uno con lenguaje meloso y complaciente que no hablaba de terrorismo ni de Hamás.
El presidente, sin duda, está frente a uno de los hechos más erráticos de su Gobierno. Sin medir las consecuencias, y de manera irracional, ofendió intencionalmente a la comunidad judía, desatando una ola antisemita que incluso, lamentablemente, coincidió con los ataques de odio contra la Embajada de Israel en Bogotá. Las expresiones que utilizó el presidente terminaron motivando a extremistas desadaptados a vandalizar la sede diplomática, pintaron allí esvásticas nazis y escribieron mensajes insultantes alrededor del sionismo, dos de los temas recurrentes en su discurso. Centenares de colombianos llegaron al lugar para rechazar el acto violento.
“Ya estuve en el campo de concentración de Auschwitz y ahora lo veo calcado en Gaza”, escribió Petro en X, con soberbia, en respuesta a un sentido testimonio del embajador israelí en Colombia, Gali Dagan.
El mandatario no cesó y luego llamó a los israelíes “neonazis que quieren la destrucción del pueblo, de la libertad y de la cultura palestina”, e insistió en que Israel sería el responsable de traer “un holocausto”. Luego contraatacó y acusó a ese país de tener hoy un “gueto de Varsovia” en Gaza.
También se refirió al movimiento “sionista mundial” en términos peyorativos y como si formaran parte de una conspiración criminal, cuando se trata de un movimiento basado en el libro de Theodor Herzl, que asegura que los judíos tienen derecho a tener una patria. Hoy son pocos los judíos que no se consideran orgullosamente sionistas.
Mientras Petro estaba en esto, los terroristas de Hamás convocaban a un viernes de la ira contra los judíos en todo el mundo tras el llamado de su líder fundacional, Khaled Mashal. Solo en la mañana del 13 de octubre se habían cometido dos ataques con cuchillos en Francia y China.
La actitud de Petro ha sido tan condenable y fuera de lugar que Estados Unidos rompió la prudencia con la que siempre se relaciona con el mandatario colombiano. En últimas, Washington perdió la paciencia y lo regañó. La embajadora Deborah E. Lipstadt, enviada especial para combatir el antisemitismo, lo dijo muy claro: “Nos sorprendió ver que el presidente colombiano Gustavo Petro compare al Gobierno israelí con el régimen genocida de Hitler. Condenamos enérgicamente sus declaraciones y le pedimos que condene a Hamás, una organización designada como terrorista, por su bárbaro asesinato de hombres, mujeres y niños israelíes”. De inmediato, esas palabras fueron retomadas en la cuenta oficial en X de la Embajada estadounidense en Colombia.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, quien es descendiente de sobrevivientes del Holocausto y ha contado cómo su familia tuvo que huir de Rusia y llegó a Norteamérica a empezar de nuevo, dijo: “No hay excusa, no hay justificación para estas atrocidades (...) Este es y debe ser un momento de claridad moral”. De hecho, el jefe del Pentágono en Washington, Lloyd Austin, dijo que las atrocidades de Hamás son peores a las de Isis (el Estado Islámico).
La comparación que hizo Petro con el Holocausto judío no solo es indolente, sino que se puede considerar como la más grande barbaridad en la historia de la diplomacia colombiana. El pueblo judío fue víctima del mayor genocidio de la humanidad por cuenta de la solución final de Hitler, que ordenó exterminarlos por el solo hecho de ser judíos. En total, 6 millones perdieron la vida en las circunstancias más crueles. Fue tan horrible lo que sucedió que, terminada la guerra, en 1948 se llegó al consenso de que reconocerles el derecho a tener una patria se había convertido en una responsabilidad moral del mundo entero.
Por eso, 12 excancilleres colombianos, de gobiernos diversos, encendieron las alarmas ante el peligroso discurso de Petro. “Los mensajes del presidente de la república y de la Cancillería colombiana se separan de manera radical de la tradición de nuestro país por el respeto al derecho internacional y al multilateralismo”.
Agregaron que “las declaraciones del jefe de Estado alejan las posibilidades de lograr una política de consenso en los asuntos internacionales y debilitan la institucionalidad de nuestra diplomacia”.
Hoy, en el contexto internacional, Petro es visto como un peón de los presidentes Vladímir Putin (Rusia) y Ebrahim Raisi (Irán). Su imagen en Europa y Estados Unidos se vino al suelo. Ante el ataque de Hamás, considerado un 11S para Israel, Putin no se solidarizó con las víctimas y se fue lanza en ristre contra Estados Unidos, el principal aliado de los israelíes. No hay que olvidar que cuando Rusia invadió de manera sangrienta a Ucrania, Petro se mostró indiferente y se puso del lado de Putin.
En Irán, por su parte, celebraron el atentado de Hamás, de manera infame, con fuegos artificiales. Raisi se comunicó con Hamás y la yihad islámica tras el atentado terrorista.
En contraste, los pares de izquierda que Petro tanto admira tuvieron que recular. Gabriel Boric, que es abiertamente pro-Palestina, fue crucificado por la opinión pública chilena por no haber reaccionado a tiempo. Pero a los tres días, fue más que enérgico: “Condenamos sin matiz alguno los brutales atentados, asesinatos y secuestros de Hamás. Nada puede justificarlos ni relativizar su más enérgico rechazo. En el dolor no hay empates posibles”, dijo. Luego habló de la necesidad de proteger al pueblo palestino. Lula da Silva, de Brasil, tampoco salió a defender a Israel, pero sí a condenar el terrorismo. “Es necesario que Hamás libere a niños israelíes secuestrados de sus familias. Es necesario que Israel pare el bombardeo para que niños palestinos y sus madres dejen Gaza”.
Ni a los países más enemigos de Israel se les ocurrió acusarlo de ser igual al verdugo que acabó con la mitad de su población. Ni siquiera Nicolás Maduro, en el discurso delirante en el que dijo que Jesús era palestino y el primer antiimperialista del mundo, se atrevió a maltratar al pueblo judío de la manera como lo hizo Petro, pese a que tampoco rechazó el terrorismo de Hamás. De la misma manera actuó el otro dictador Daniel Ortega en Nicaragua. En todo caso, lo de Petro fue peor por su andanada contra el pueblo judío. El papa Francisco, por su parte, habló de terrorismo, y aunque pidió proteger a la población palestina, para también evitar muertes de inocentes, reconoció el derecho de Israel a defenderse de Hamás.
La comparación de Petro entre los campos de concentración y Gaza es una barbaridad. Desde la Franja, Israel ha sido atacado por esa organización terrorista, mientras que los judíos eran trasladados en trenes, como ganado, sin la más mínima humanidad, para luego ser asesinados. Para entender la crueldad, basta recordar una frase aterradora del comandante de Auschwitz, Rudolf Hoss, interrogado en el juicio de Núremberg. Cuando le preguntaron si allí habían muerto 3 millones de personas en las cámaras de gas, solo atinó a contestar: “Solo fueron 2 millones y medio, los demás murieron de hambre, agotamiento o enfermedad”.
El Congreso Mundial Judío no se quedó callado ante la infamia de Petro y le contestó: “Lo que usted está diciendo es un insulto a los 6 millones de víctimas del Holocausto y al pueblo judío. Sus comentarios ignoran por completo los cientos de muertos y secuestrados durante el ataque asesino de Hamás contra civiles israelíes (...) Es una vergüenza para usted y su país. Un líder mundial debería hacerlo mejor”.
Dani Dayan, presidente del Centro Mundial de Investigación, Documentación, Educación y Conmemoración del Holocausto, puso en contexto el nivel de estas ofensas de Petro contra los judíos. “Usted no entendió absolutamente nada de lo que vio en Auschwitz o se negó a verlo. Usted tiene el dudoso honor de ser el único líder mundial fuera de Irán que trivializa así –en realidad niega– el Holocausto”.
Además de todo, el presidente Petro compartió información falsa sin ningún pudor. Publicó imágenes de una marcha multitudinaria en Chicago a favor de Palestina que ocurrió en 2021, como si hubiera ocurrido luego del ataque terrorista de Hamás contra Israel. También compartió imágenes de un supuesto convoy de ayudas a Gaza, que realmente habían sido enviadas a Ucrania. Luego de que varios medios probaron que su información era mentirosa, él no rectificó.
La escritora Carolina Sanín, quien había apoyado a Petro, criticó al mandatario con dureza: “Eso es pereza intelectual, insensibilidad, bastedad y una enormidad de ignorancia. Supongo que lo considera audacia; es indolencia y bajeza. Hasta aquí con el presidente (…) Lo grave es habernos enterado de que estamos gobernados por un loco”.
La politóloga Sandra Borda retó al presidente: “Escriba un solo post en el que acompaña su posición con una condena abierta a los ataques de Hamás”.
La congresista estadounidense María Elvira Salazar lo dijo de frente: “He estado advirtiendo desde el principio sobre el peligro de una presidencia de Gustavo Petro en Colombia. Sus comentarios incendiarios sobre Israel representan un peligro inmediato para los más de 20.000 judíos en el país. ¡Deleznable!”.
No cabe duda de que Petro, quien perteneció al grupo terrorista del M-19, y a quien la sociedad colombiana le dio la oportunidad de retornar a la legalidad hasta convertirse en presidente, debió ser más cuidadoso, y demostrar una estatura moral acorde con un país como Colombia que ha sufrido, y sigue padeciendo, los estragos del terrorismo.
A raíz de lo que ha sucedido, se recuerda que en la Segunda Guerra Mundial se escribió el más conmovedor de los poemas sobre el poder destructor de la indiferencia ante la barbarie. Hoy, esas palabras están labradas en el Museo del Holocausto en Estados Unidos. “Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío. Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí”.
El presidente Petro y su Gobierno, que se autodenomina como una “potencia mundial de la vida” que busca la “paz total”, ya se ubicó inexplicablemente en el lado incorrecto de la historia que se está escribiendo con la sangre de inocentes tras el ataque de Hamás a Israel. Una vergüenza para Colombia. Esa actitud permisiva del presidente con el terrorismo lo margina del escenario internacional y lo ubica en un eje del mal que tendrá repercusiones negativas para los colombianos. Estados Unidos, de hecho, renovó la alerta de nivel 3 a sus ciudadanos para que no viajen al país, a pesar de “las negociaciones de paz con algunos grupos terroristas y organizaciones criminales”. Sin duda, el Gobierno estadounidense cambió el tono con Petro y las consecuencias se podrían ver con el paso del tiempo.