"El día comienza en las últimas horas de la noche". La frase corresponde a Carlos Büsser, el militar que comandó el desembarco argentino en las Malvinas / Falklands el 2 de abril de 1982, hace 30 años. Por primera vez en muchos años este militar aceptó contar, mediante un cuestionario escrito para BBC Mundo, su experiencia personal como oficial a cargo del asalto a las islas, que desencadenó una guerra de varias semanas con el Reino Unido. "En las operaciones anfibias, el día comienza en las últimas horas de la noche, cuando los hombres se preparan para entrar en combate, desayunan, toman su armamento y se dirigen a los lugares de embarco", señaló el contraalmirante, refiriéndose al 1 de abril de 1982, a pocas horas de producirse el asalto contra la capital del archipiélago Port Stanley / Puerto Argentino. Los infantes de marina a su cargo -y otros efectivos del ejército y la armada- habían llegado a la costa de las islas en dos buques de desembarco: el Cabo San Antonio y el Santísima Trinidad. Además participaron el rompehielos Almirante Irizar y el submarino Santa Fe. En total había decenas de vehículos armados y cientos de efectivos, incluyendo unos 80 miembros de las fuerzas especiales. "Durante la travesía hacia las islas nos acompañó un fuerte temporal, casi hasta el momento de llegar", recuerda Büsser. "La masa de tropas en el buque de desembarco de tanques del ARA Cabo San Antonio tenía experiencia en ejercicios anfibios anteriores, de modo que su adaptación a las malas condiciones del mar fue buena (...) En las horas previas a la operación todos se veían muy tranquilos, concentrados en preparar el armamento y los jefes de fracciones enfocados en sus planes y estudio de los objetivos", señaló. Tras haber preparado la maniobra numerosas veces con anterioridad, ya se sabía que una vez que se diese la orden de embarco el personal solo tardaría 18 minutos en estar listos para desembarcar. Y así fue en la mañana del 2 de abril. Marcado La punta de lanza de la operación fueron ocho buzos tácticos que salieron aproximadamente a las 0400 del 2 de abril del submarino Santa Fe, comandado por el capitán Horacio Bicaín. "Ellos tenían que marcar la playa para el desembarco de las tropas y vehículos", le dice Bicaín a BBC Mundo. "Nosotros habíamos llegado a las aguas de las islas el 30 de marzo, porque inicialmente la operación estaba prevista para el 1 de abril. Pero las malas condiciones meteorológicas pospusieron todo 24 horas", recuerda Bicaín. La operación de toma dividía a las fuerzas argentinas en dos. La primera, que consistía de tropas y vehículos armados llegaría por el norte a Port Stanley. "Al llegar a tierra se adoptó un dispositivo de seguridad, ya que el enemigo que esperábamos en la playa no daba señales de presencia. Cuando estábamos por ingresar a Port Stanley recibimos fuego. La vanguardia desembarcó de sus vehículos y rechazó el ataque obligando a los soldados británicos a retirarse", afirma Büsser. Pero simultáneamente hubo un pequeño grupo de fuerzas especiales que trataba de lograr un objetivo crucial: tomar la casa del gobernador y lograr la rendición. Rendición "La gran dificultad era que, según nuestra inteligencia, los británicos no se iban a rendir sin haber sufrido o habernos causado bajas, por lo que la única solución era lograr que se rindieran antes de que comenzara o se generalizara el combate", recuerda Büsser. "Por eso ordené que el grupo del Capitán (Pedro) Giachino presionara al señor (Rex) Hunt (gobernador de las islas) con el objeto de quebrar su voluntad y lograr una rápida rendición", apunta. ¿Pero cómo se quiebra la voluntad de una persona en esas condiciones? "Giachino y sus hombres cumplieron acabadamente esa exigencia. Hicieron fuego nutrido sobre la parte superior de las ventanas de la casa de Hunt, y en particular sobre el despacho donde estaba el mismo Hunt, obligándolo a tirarse debajo del escritorio", explica el contraalmirante argentino. "Por esa razón, cuando llegué al despacho de Hunt, ya estaba decidido a rendirse y a mí me quedó solo presionarlo un poco para que lo hiciera", añade Büsser. Diversas fuentes históricas sobre este hecho coinciden que fue a las ocho de la mañana del 2 de abril de 1982 cuando se dio la rendición y la fuerza militar argentina asumió el control. Es decir, unas cuatro horas después del primer desembarco. Giachino y otros dos efectivos argentinos estaban heridos cuando terminó el asalto. Giachino, de hecho, no sobreviviría convirtiéndose en la única baja de la operación. "Ellos estuvieron en esa situación por cumplir mis órdenes (...) la imagen de esos tres heridos me acompañará por siempre", afirma Büsser. Pañuelos blancos A los isleños se les dio la instrucción de mantenerse dentro de sus hogares y en caso de necesitar comunicarse con un efectivo argentino debían poner un trapo blanco en la puerta. "La señora operadora de la central telefónica colocó el mencionado trapo para informar que tenía que cumplir un turno a las doce horas. Un soldado la acompañó a la oficina respectiva donde llegó puntualmente a horario", asegura Büsser. Las tropas del contraalmirante tenían la misión de tomar las islas y de regresar al continente lo más pronto posible. Efectivos del ejército -principalmente conscriptos- serían los que quedarían en las islas. "Algunas de las tropas de desembarco durmieron esa misma noche (del 2 de abril) en Mar del Plata. El último soldado se replegó en avión antes del mediodía del 3 de abril", afirma el militar. La hora del té Durante la operación de retorno a Argentina, Büsser recuerda que se dio un episodio sorprendente. "Recibí por radio un pedido desde uno de los vehículos informándome que habían sido invitados a entrar a una casa para tomar una taza de té. Contesté negativamente". "Al poco rato salió una señora con una gran bandeja que invitó a las tripulaciones que estaban en los vehículos a tomar el té ofrecido. Creo que esta conducta de buena relación recíproca era el resultado del comportamiento respetuoso de mis hombres", aseveró Büsser. Al consolidarse la presencia del ejército argentino en las islas, surgieron posteriormente quejas y reclamos de los isleños por presuntos maltratos, o por sencillamente la molestia de estar bajo las órdenes de un contingente militar de ocupación No obstante, Busser alega constantemente que al menos en los dos días que estuvieron en las islas sus tropas tuvieron un buen comportamiento con la población civil y los militares británicos que se rindieron. "Creo que la decisión de recuperar Malvinas y las Georgias fue correctamente adoptada por el gobierno argentino. Si con posterioridad cometimos errores de ejecución y se perdió el enfrentamiento militar ello no le quita valor al mensaje que para siempre envió Argentina al gobierno británico, sobre nuestra determinación de recuperar las islas", afirmó Büsser.