SEMANA: ¿Cómo fueron los primeros momentos del 7 de octubre del año pasado?
Janet Cwaigenbaun: Un año atrás, el siete de octubre, nos despertamos a las seis y media de la mañana con todos los fuegos artificiales de todas las fiestas de Navidad y año nuevo de todo el mundo arriba de nuestras cabezas. Alarmas, un gran susto, pensamos que se terminaba rápido, pero no. A cada ratito volvían a sonar, mi casa tenemos un cuarto de seguridad. Eso quiere decir un cuarto de hormigón armado que fue agregado a la casa en su momento, que tiene una puerta teóricamente de metal blindado y una ventana también de metal, además de la ventana de vidrio. Cerramos todo, nos encerramos, empezamos a buscar información con mi esposo en los medios. No encontrábamos nada hasta más tarde.
SEMANA: ¿Posteriormente qué ocurrió?
J.C.: Cerca de las siete de la mañana, empezamos a ver qué circulan vídeos en los cuales vemos a los terroristas en una ciudad que queda a media hora de viaje de mi kibutz. Y nosotros estamos a tres kilómetros de la de la frontera con la Franja de Gaza, por lo que dijimos “bueno, esto no es lejos”, lo que no entendimos es que a esa misma hora este ya había terroristas que habían entrado en nuestro kibutz, habían matado a una persona y habían hecho un pequeño incendio a la entrada del kibutz, y estaban esperando a que el resto de la gente se acercara para ver de qué se trataba y poder matar gente o en su defecto, que alguien abriera el portón amarillo que cerca al kibutz, que es la entrada para poder entrar. Estaban todos apostados al principio vimos que eran vimos por lo menos 20.
SEMANA: ¿Cómo era la sensación en ese momento?
J.C.: Fue un gran susto. Estábamos todos esperando que viniera el ejército y el ejército no llegaba. Estuvimos encerrados hasta las nueve de la noche. El ejército recién llegó a eso de las cuatro de la tarde, por lo menos en las forma más masiva para poder asistir a la gente y sacarlos de las casas, fue un día de mucho susto, en el que estuvimos encerrados sin comida.
SEMANA: ¿Cómo hicieron para localizar donde estaban los hombres de Hamás en ese momento?
J.C.: Por suerte, nosotros teníamos televisión y teníamos este los celulares funcionando y nos podíamos comunicar, nos íbamos enterando lo que iba pasando adentro del kibutz a través de uno de los grupos de WhatsApp en el cual la gente iba escribiendo por dónde iban los terroristas, lo que eso provocó fue que mi esposo y yo fuéramos pensando, recordando dónde vive la gente y por qué barrios se iban moviendo. Y bueno, estábamos sentados esperando lo peor. Estuvimos con mucha suerte porque nosotros vivimos exactamente del lado opuesto del portón, que es por donde este entraron.
SEMANA: ¿Cómo ha cambiado su vida desde entonces?
J.C.: Yo no estoy con mi familia ahora viviendo en el kibutz, estamos viviendo en una ciudad a 50 minutos del kibutz este y es una ciudad que tiene bases aéreas cercanas. Así que las explosiones fueron muy grandes y ahora con lo de Irán es como un déjà vu, volvemos a vivir la misma situación. Y bueno, en estos días este estamos teniendo actos recordatorios de la gente que ha muerto. En nuestro kibutz murieron ocho, seis murieron defendiendo al kibutz, un joven soldado muy cerca y una chica en la fiesta Nova. Tenemos aún dos rehenes, que en realidad son dos cuerpos retenidos en la Franja de Gaza.
SEMANA: ¿Qué reflexión hace con respecto a lo que es ahora su vida?
J.C.: No se puede seguir viviendo de esta manera que ya estamos a un año. Yo hace un año que no vivo en mi casa, vivo en otra parte. Está bien que uno aprenda que la casa de uno es donde está su familia, no importa dónde estemos, pero de todos modos, es algo absolutamente loco. Estar en un hotel de vacaciones es fantástico tres, cuatro, o cinco días. Pero estar en un hotel con los chicos dentro del mismo cuarto durante seis meses es una cosa muy impensable.
SEMANA: ¿Y cómo vive la gente en Israel?
J.C.: Es muy imposible que los niños y los jóvenes vuelvan a sus estudios con normalidad, que la gente mayor se sienta segura. Hay una cantidad enorme de gente mayor que ha sido desplazada que ha muerto de tristeza literalmente.