La última vez que fue asesinado un presidente de Haití, en 1915, Estados Unidos ocupó la nación caribeña durante 19 años. Un siglo y múltiples intervenciones después, algunos observadores de Haití dicen que es hora de nuevas ideas.
Haití, el país más pobre de América, ya estaba sumido en una crisis política, socioeconómica y de seguridad, con zonas de la capital, Puerto Príncipe, controladas por pandillas, cuando el presidente Jovenel Moïse fue asesinado por un comando armado en su residencia la madrugada del pasado miércoles 7 de julio.
El magnicidio tiene lugar menos de cuatro años después del final de una misión de las Naciones Unidas que tenía como objetivo estabilizar Haití, y después de que el país recibiera miles de millones de dólares para la reconstrucción tras el devastador terremoto de 2010.
“Se pueden hacer muchas cosas para ayudar, pero debemos ser modestos acerca de la rapidez con la que se pueden implementar y tener mucho cuidado de aprender de los errores del pasado”, sostuvo Brian Concannon, quien trabajó en Haití y es director ejecutivo de Project Blueprint, que promueve los derechos humanos en la política exterior de Estados Unidos.
“La última vez que hubo un llamado a una intervención militar duró 13 años, se gastaron 7.000 millones de dólares y, cuando finalizó, Haití tenía más armas y menos democracia que unos meses antes de que llegaran las fuerzas de paz; además, tenía cólera y explotación sexual por parte de las tropas de la ONU”, señaló.
Estados Unidos, la potencia extranjera dominante en este país ubicado a 1.300 km de Florida, se puso del lado de Moïse, quien afirmaba ser todavía presidente cuando, para muchos, había terminado su mandato.
Después del asesinato, el gobierno del presidente Joe Biden reiteró que Haití debería celebrar como tenía previsto elecciones en septiembre para otorgar legitimidad a un nuevo líder.
Francois Pierre-Louis, exmiembro del gabinete de Jean-Bertrand Aristide, el primer presidente haitiano electo democráticamente, pero derrocado dos veces en golpes de Estado, consideró el aparente apoyo de Estados Unidos a Moïse como un “terrible error”.
Según él, el interés de Estados Unidos en Haití había disminuido notablemente con Donald Trump, quien fue citado refiriéndose a la nación predominantemente negra como un “país de mierda” en debates sobre inmigración, pero Biden debería haber percibido más rápidamente la urgencia de la situación.
“Sé que Biden ya tiene mucho con lo que lidiar, pero al tiempo no hubo una ruptura con la administración Trump. Si Biden hubiera intervenido antes, Jovenel Moïse no habría sido asesinado”, dijo Pierre-Louis.
Pandillas armadas
Aunque Pierre-Louis coincidió en que una intervención militar en Haití no serviría, dijo que podría establecerse un embargo internacional para detener el flujo de armas pequeñas a las pandillas, cuya violencia está socavando el país.
Los poderes internacionales deben convencer a la Policía para que desarme a las pandillas, presionar por una mayor transparencia en el uso de la ayuda económica e integrar a la oposición en la búsqueda de una solución, opinó.
Para Robert Fatton Jr., especialista en Haití de la Universidad de Virginia, una nueva elección sería “un gran error” y sería mejor presionar por un Gobierno que incluyera a la oposición y a la sociedad civil.
“Si la comunidad internacional quisiera usar su poder de manera inteligente, podría obligar al Gobierno a aceptar un gobierno de unidad nacional”, afirmó.
El reparto de poder tiene pocos precedentes en Haití, admitió, pero el hecho de que (Moïse) esté muerto “podría ser, extrañamente, una oportunidad para forzar el tema”.
Interés global limitado
Legisladores de Estados Unidos encabezados por el demócrata Gregory Meeks, jefe del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, instaron a principios de este año a repensar Haití, considerando que era preferible que se escuchara una gama más amplia de voces en el país y no apresurar la celebración de elecciones.
Para Monique Clesca, una especialista en desarrollo retirada que vive en Haití, los haitianos deberían atender primero los problemas cotidianos, como la atención médica, el empleo y la educación.
“Todos estamos sufriendo porque no se están haciendo las inversiones sociales necesarias y nos siguen diciendo lo mismo, que hagamos elecciones”, dijo. “El problema haitiano es más profundo y está realmente arraigado en la desigualdad”, continuó.
La ocupación estadounidense después de 1915 se debió en parte a los temores de una invasión alemana.
Pero Haití, que exporta poco, rara vez ha formado parte del juego de las grandes potencias mundiales, lo que plantea interrogantes sobre la explicación oficial, según la cual Moïse fue asesinado por mercenarios extranjeros.
Para Fatton, sin embargo, Haití podría ser de vital interés para Biden, ya que una mayor implosión podría empujar a más haitianos a abandonar su país, avivando el debate estadounidense sobre inmigración.
“Para decirlo crudamente, dudo que Estados Unidos permita el caos y el desorden generalizado en su patio trasero”, dijo.
*Con información de la AFP.