La posición chilena frente al espionaje solo cambió cuando fue capturado en La Habana y luego ejecutado por un pelotón de fusilamiento Heinz August Luning, de 31 años, agente de inteligencia militar alemana en Cuba. Señalado como un temible espía por los aliados, se había instalado en Cuba con un pasaporte hondureño falso, haciéndose pasar por refugiado judío holandés.

Las pesquisas del historiador Thomas Schoonover reveladas en 2008 muestran que la realidad fue bien distinta. Luning era antinazi, como lo fue toda su familia en Hamburgo y Bremen. Precisamente para evitar ser reclutado en el ejército, se presentó como voluntario ante el Abwehr, el servicio de inteligencia militar. Fue aceptado porque hablaba italiano (su madre era italiana), español (aprendido en Santo Domingo, donde tenía negocios su familia, importadores de tabaco) e inglés. No le fue bien en el curso de entrenamiento de seis semanas pero aun así fue enviado como agente a La Habana en septiembre de 1941.

Luning era antinazi, como lo fue toda su familia en Hamburgo y Bremen.

Dos circunstancias sellaron su suerte. En Bermuda, sospecharon de las cartas de Luning y empezaron a investigarlo. Un corresponsal en España le escribió a su verdadera dirección en La Habana y con su nombre verdadero. Un descuido que le costó muy caro a Luning.

La otra circunstancia fue el catastrófico hundimiento de barcos en el Caribe por cuenta de los submarinos nazis. En 1942, fueron más de 600 los buques que se fueron a pique. A veces los U-boot hundían hasta dos petroleros al día. No es casual que eso suceda, pensaron el FBI y otras agencias, convencidos de que tenía que haber un espía que informaba las rutas que seguían los petroleros y los barcos mercantes.

Su captura en Cuba condujo al arresto de espías alemanes en Chile, Luning confesó haber recibido de Chile un giro por 1.500 dólares y haber estado en contacto con colegas en ese país.

Esos arrestos se produjeron a regañadientes porque hasta entonces el ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Barros Jarpa, había negado reiteradamente la existencia de espías alemanes en territorio chileno. Cuando un periodista del diario El Mercurio, Benjamín Subercaseaux, reveló en octubre de 1942 que las redes de espionaje existían y que contaban con transmisores clandestinos, la denuncia causó impacto y el ministro llegó a pedir que el reportero fuera detenido por afectar la seguridad nacional.

Subsecretario de Estado de Estados Unidos, Sumner Welles. | Foto: Copyright

Pero tuvo que retractarse porque las revelaciones de Luning llevaron al ministro del Interior, Raúl Morales, a ordenar la detención de miembros de la red PYL. El gobierno se vio contra las cuerdas, adicionalmente, porque el subsecretario de Estado Sumner Welles en un discurso afirmó que no podía creer que dos repúblicas americanas, Chile y Argentina, siguieran permitiendo que sus vecinos de las Américas fueran apuñalados por la espalda por emisarios del Eje que operaban en sus territorios.

Barros Jarpa replicó que se trataba de una afrenta a la dignidad nacional y señaló que ningún submarino alemán había hundido barcos en la costa del Pacífico al sur del Canal de Panamá. Retó a Welles a que probara que por culpa de mensajes transmitidos desde Chile habían sido hundidos barcos de otros países del continente. Welles por supuesto no podía suministrar las pruebas fehacientes, porque ello implicaba hacerle saber a Alemania que los aliados interceptaban las comunicaciones militares con los submarinos pues habían descifrado el código Enigma.

El ministro Barros Jarpa renunció, el gobierno presentó un proyecto de ley antiespionaje y en enero de 1943, finalmente, rompió relaciones diplomáticas con los países del Eje. En fin de cuentas, el antinazi Heinz Luning, aunque torpe agente secreto, terminó asestándole un golpe al espionaje nazi. Fue el único espía alemán condenado a muerte en el continente americano.