No se sabe de criminales nazis de alto bordo que hayan encontrado refugio en Uruguay. Pero sí fue en la Calle Colombia en un balneario cercano a Montevideo donde un sanguinario asesino nazi terminó sus días. La historia de Herbert Cukurs es la siguiente. Nacido en 1900 en Latvia, un pequeño país en el mar Báltico que limita con Estonia y Lituania, Cukurs era un héroe nacional por sus proezas como aviador.
En aviones que él mismo construyó había volado de Riga a Gambia, cruzando el Sahara, y de Riga a Tokio. Se le consideraba el Charles Lindbergh de su país. Lindbergh perdió prestigio en los años treinta cuando visitó Alemania, se deshizo en elogios al Gobierno, recibió una condecoración de Hitler y decidió radicarse en Berlín. Renunció a la mudanza cuando en 1938 ocurrió la Noche de los Cristales Rotos.
Cukurs fue más allá. Cuando las tropas de Hitler invadieron Latvia en 1941 el héroe de la aviación se convirtió en desembozado asesino de judíos. Les disparaba sobrio y también ebrio, en fiestas macabras donde las libaciones con vodka se alternaban con el homicidio casual y con la violación de mujeres judías y de Latvia. “En Riga vivían unos 80.000 judíos antes de la ocupación alemana. Cuando el Ejército Rojo liberó Riga quedaban en la ciudad 140 judíos”, se lee en uno de los 42 volúmenes que contienen la transcripción de los juicios de Núremberg. En Latvia el Holocausto fue de los más acabados.
Uno de los pocos sobrevivientes fue un joven judío de 16 años, Abram Shapiro. Cukurs se apoderó del apartamento de su familia, que fue toda exterminada. Fue obligado a trabajar en la mansión de un banquero judío confiscada por los colaboracionistas. Allí presenció las atrocidades cometidas por Cukurs contra los judíos que eran recluidos en los sótanos de la edificación. Por órdenes de Cukurs, los judíos eran luego transportados en camiones y no regresaban. Cukurs asesinó personalmente a muchos judíos en el gueto de Riga.
Cukurs llegó a Río de Janeiro con su familia después de la guerra, sin ocultar su nombre. Transportaba turistas en un avión para ver desde el aire el Corcovado y la bahía de Guanabara. Luego se radicó en São Paulo donde alquilaba botes de pedal en un lago. De ese trasplante al Brasil quedan muchos descendientes de Cukurs, entre ellos su bisnieta, la cantante Laura Rizzotto.
En 1960 el Mossad, el servicio de inteligencia de Israel, había secuestrado en Buenos Aires en la Calle Garibaldi a Adolf Eichmann, que fue juzgado en Tel Aviv y condenado a la horca. Fue la única operación del Mossad en su género. No hubo otros secuestros de criminales nazis. No era esa la prioridad del gobierno de un país recién fundado.
La operación que el Mossad montó para matar a Cukurs es la única que se conoce en el mundo en relación con criminales nazis.
Un agente que se hacía pasar como hombre de negocios austríaco interesado en invertir en proyectos turísticos apareció un día en el negocio de alquiler de botes de Cukurs. A lo largo de varios meses y de varios viajes, Cukurs, aunque siempre receloso, entró en confianza con el agente del Mossad. Los preparativos fueron minuciosos. Cuando acordaban encontrarse en otra ciudad del Brasil para visitar lugares para invertir, el agente del Mossad se cuidaba de que Cukurs llegara antes para que pudiera alojarse primero en el hotel y no sospechara que se le iba a tender una trampa.
Pasado el tiempo el falso inversionista le informó que como los militares acababan de tomarse el poder en Brasil, lo cual ocurrió en 1964. Su compañía había decidido que eso no era bueno para el turismo internacional porque el Gobierno podría imponer restricciones de ingreso al país y que debían pensar en otros países. Le propuso visitar Uruguay y Chile.
Otros cuatro agentes del Mossad arribaron a Montevideo en vuelos distintos y desde países distintos y se alojaron en otros tantos hoteles. El supuesto austríaco esperó a Cukurs en el aeropuerto de Montevideo el 23 de febrero de 1965 y lo llevó al hotel. Luego salieron en un VW escarabajo alquilado para conocer la oficina que había alquilado. Era una casa en la Calle Colombia, en el balneario de Shangri-La. El falso agente entró primero a la casa. Luego lo hizo Cukurs. Los cuatro agentes que lo esperaban estaban en ropa interior pensando que así podían dominar más fácilmente al héroe de la aviación que a sus 64 años todavía era un jayán. Les falló el cálculo. Cukurs no se dejó maniatar y estuvo a punto de sacar su pistola Beretta cuando uno de los cuatro tomó un martillo que habían dejado los obreros que habían hecho arreglos en la casa y le propinó dos golpes en el cerebro, tan violentos que la cacha se desprendió del martillo. Cukurs quedó inconsciente. Con dificultad, por su tamaño, lo metieron en el baúl que habían comprado para el efecto y le asestaron dos tiros. No pudieron leerle la sentencia de muerte, como habían planeado.
Dentro del baúl dejaron un boleto aéreo a nombre de Herbert Cukurs y la huella digital de su pasaporte, así como copia de la declaración que en los juicios de Núremberg rindió un ingeniero alemán que en 1942 construía silos, no en Latvia, sino en Ucrania. Un día al llegar a la obra vio que muy cerca había una enorme fosa. Un oficial de las SS les ordenaba desvestirse a los grupos de judíos que iban llegando en camiones, al lado de una pila con unos dos mil zapatos. Según el testimonio:
Sin llorar ni gritar esta gente se desvestía, se quedaba alrededor de su familia, se besaban, se despedían y esperaban las órdenes de otro oficial de las SS que tenía un látigo en la mano. En los quince minutos que estuve allí no escuché quejas ni a nadie que pidiera misericordia. Vi una familia de unas ocho personas, el papá y la mamá de unos 50 años, con niños de más o menos 1, 8 y 10 años, y dos hijas de 20 a 24 años. El papá le daba la mano al niño de unos 10 años y le hablaba suavemente. El niño estaba a punto de prorrumpir en llanto. El papá le señalaba el cielo, le acariciaba la cabeza y trataba de explicarle algo.
En ese momento el oficial de las SS le ordenó a un grupo de unas veinte personas incluyendo la familia que fueran hacia el borde de la fosa donde había una montaña de tierra. Me acerqué a la fosa y vi mucha gente encima de otra gente. Solo les veía la cabeza. Casi todos tenían sangre que les bajaba de la cabeza hacia los hombros. Algunos de los que estaban en la fosa todavía se movían. Algunos levantaban los brazos y movían la cabeza para mostrar que estaban vivos.
La fosa estaba dos tercios llena. Calculé que debía haber allí 1.000 personas. Vi el oficial de las SS encargado de disparar. Estaba sentado en el borde de la fosa. Fumaba un cigarrillo. La gente que iba bajando hacia la fosa, completamente desnuda, se iba acomodando donde el oficial indicaba, encima de las cabezas de los que estaban allí, se acostaban sobre o al lado de los muertos, algunos acariciaban a los que todavía estaban vivos y les hablaban en voz baja. Luego escuché los disparos. Muchos cuerpos se retorcían o las cabezas quedaban inmóviles encima de los cadáveres mientras la sangre bajaba sobre los hombros.
Días después del asesinato de Cukurs la oficina de la Associated Press en Bonn, Alemania, recibió una carta anónima firmada por “Los que nunca podrán olvidar”:
Tomando en consideración la gravedad de los cargos contra el acusado, a saber que personalmente supervisó la ejecución de más de 30.000 hombres, mujeres y niños, y considerando la extrema crueldad demostrada por el sujeto cuando ejecutaba sus tareas, el acusado Herbert Cukurs fue sentenciado a muerte. El acusado fue ejecutado por los que nunca podrán olvidar el 23 de febrero de 1965. Su cadáver se encuentra en la Casa Cubertini Calle Colombia, Séptima Sección del Departamento de Canelones.
La AP informó a su oficina de Montevideo que notificó a la Policía. Casa Cubertini era una pequeña casa cerca a la playa. Dentro del baúl estaba el cadáver putrefacto.
En el idioma letón de Latvia, cukurs significa azúcar.