Cuando los soldados rusos llamaron a finales de abril a su puerta, ubicada en un pequeño pueblo ocupado del este de Ucrania, para comprobar la identidad de los supervivientes, Volodímir Zelenski se preguntó qué iba a pasarle.
El soldado ruso que revisó su pasaporte se partió de risa: “¡Ya está, chicos, la guerra ha terminado, podemos volver a casa! ¡Hemos atrapado a su presidente!”, exclamó.
Volodímir Zelenski contuvo entonces el aliento, cuando además el soldado quiso llevarse su documento de identidad “como recuerdo”.
“Le dije: ‘¿pero qué recuerdo? ¡No puedo vivir sin mi pasaporte!”, cuenta aún agitado y explica, con orgullo, que logró que se lo devolvieran.
Nacido en 1958 en Bajmut, una ciudad del este de Ucrania cuando este país formaba parte de la Unión Soviética, de madre minera del carbón y padre obrero, este jubilado ucraniano fue conductor en el ejército soviético y obrero de la construcción.
Sin parentesco conocido con el presidente ucraniano, su tocayo en una aldea del Donbás cuyo nombre la AFP ha preferido obviar por seguridad, pasó ocho meses de guerra y bombardeos escondido en un sótano.
“Había dejado de fumar y claro, he vuelto a hacerlo”, lamenta.
Parecido
En su casita con empapelado de flores, pero sumida en la oscuridad y el frío, el soplido seco de una explosión hincha la lona de plástico que cubre la ventana.
Su pueblo, liberado el 30 de septiembre por las fuerzas ucranianas, ahora es blanco del fuego de la artillería rusa.
Valentina, su mujer, se había ido al comienzo de la guerra, pero Volodímir no quiso abandonar la casa, el sueño de toda una vida que terminó de pagar en 2003: con su solar, su cocina de verano y el estanque donde el jubilado pesca carpas.
En el álbum familiar muestra una foto de sí mismo de joven, en uniforme. “No creo que me parezca al presidente. Nada de nada”, afirma.
“¡Sí que te pareces”!”, exclama su mujer, sentada en un taburete al otro lado del salón.
La pareja debía celebrar el mismo día sus 22 años de casados, pero en el pueblo arrasado por los combates, Volodímir no ha encontrado flores.
“La gente pequeña”
Valentina Zelenska asegura que tanto el nombre de su marido como el apellido son muy comunes en Ucrania, al igual que en Rusia, pero no conoce a otro que no sea su esposo y el elegido presidente en 2019.
El jubilado recuerda el entusiasmo con el que votó por él, pero tras varios años en el poder, no ve los cambios que creyó que traería.
Sobre todo, se siente decepcionado porque el mandatario se ha negado, según él, a ponerle fin a la guerra.
“Dijo que solo negociaría con el próximo presidente de la Federación de Rusia. Pero si Putin se queda allí otros diez años, ¿tenemos para diez años de guerra? La gente aquí no puede soportarlo más”, se indigna.
Como muchos residentes de su generación en el Donbás ucraniano, considera a Ucrania su “patria”. Pero el exsoldado soviético no oculta cierta nostalgia por el régimen soviético, que dice trajo paz y prosperidad a su generación.
“Qué quieres, los presidentes pasan y nosotros, la gente pequeña, nos quedamos”, concluye este anónimo Volodímir Zelenski.
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