Como en Estados Unidos, en Francia es natural que los mandatarios busquen la reelección. Por eso, una onda de choque atravesó todo el país cuando el presidente, François Hollande, anunció el jueves que no iba a buscar un segundo mandato.Por un lado, la decisión fue recibida con alivio por la izquierda, pues desde desde hace ya años el mandatario ha arrastrado una popularidad inferior al 20 %. Según las últimas mediciones, esta era del 4 %, la más baja en la historia.Los sondeos indicaban, además, que de haber participado en las elecciones presidenciales de 2017 el mandatario no solo no pasaría a la segunda ronda, sino que se ubicaría en un humillante quinto lugar. De hecho, el presidente se exponía a ser eliminado incluso en la primera ronda de las primarias de su partido, previstas para el 22 de enero.Por el otro, su decisión reorganizó el tablero electoral de cara a las elecciones de 2017, en la que los sondeos dan por descontado que la a la ultraderechista Marine Le Pen llegará a la segunda ronda.Batalla ideológicaPara el Partido Socialista, la salida de Hollande marca el inicio de un enfrentamiento de marca mayor entre dos bandos que se disputan el liderazgo de esa agrupación.Aunque las tensiones entre esas facciones son de vieja data, Hollande ha evitado que choquen abiertamente. Como dijo le dijo el analista Hugh Schofield a la BBC, “este ha sido desde siempre el candidato indispensable del compromiso, que ha salvado al Partido Socialista de dividirse”.Pero tras el anuncio de esta semana, las cabezas de esas facciones, Arnaud Montebourg y Manuel Valls, chocarán de frente.El primero, Montebourg, es un ex primer ministro enemigo de la globalización que ha tratado de atraer a los izquierdistas desilusionados con las medidas neoliberales adoptadas por Hollande.El segundo es su primer ministro, Valls, un centrista que propuso retirar la palabra ‘Socialista’ del nombre del partido, que además es conocido como ‘el Sarkozy de la izquierda’. Ventaja para VallsEl propio Hollande ha señalado a Valls como su delfín político. Y lo cierto es que su salida le despeja el camino a un político ambicioso y competente, cuyo principal desafío será desmarcarse de un gobierno que simboliza el desgaste de la política tradicional. De hecho, los últimos sondeos le dan un 11 % de intención de voto, contra el 31 por ciento de François Fillon, el candidato de la derecha, y el 25 % de Le Pen. Como señala el analista Nicolas Chapuis en un chat organizado por Le Monde, “aunque el camino se despeja para el primer ministro, no se puede decir que ahora tenga una autopista hacia la victoria”. Muchos anticipan un cerrado duelo entre la derecha y la ultraderecha.¿Y Le Pen?Tras la derrota de Nicolas Sarkozy en la primera ronda de las primarias de Los Republicanos (el nuevo nombre de los conservadores galos) la ultraderechista Marine Le Pen dijo que el anuncio de Hollande “marca el gran fracaso del quinquenio (de su gobierno) y del Partido Socialista en su conjunto”.También, se refirió a Fillon y a Valls como “los dobles” de Sarkozy y Hollande, aludiendo a que ambos fueron sus primeros ministros. “Ellos van a tratar de hacer creer que no tienen ninguna responsabilidad en el balance”, dijo. Sin embargo, la desaparición de Sarkozy y de Hollande del escenario político significa que los políticos a los que Le Pen podría fustigar con mayor intensidad han desaparecido.De hecho, antes de las primarias de la derecha, Le Pen encabezaba los sondeos, seguida muy de lejos por Sarkozy. Con la victoria de Fillon en la segunda ronda de las primarias de la derecha, esa situación se invirtió, y hoy es ella la que ocupa el segundo lugar.Sin embargo, es poco probable que esa situación se repita tras la salida de Hollande, pues las divisiones de la izquierda son mucho más profundas que las de la derecha. En ese sentido, para el diario Financial Times, el desconcierto que reina en la izquierda podría ser un golpe de suerte para Le Pen que podría “reforzar su mensaje populista entre los desencantados del socialismo”.