El Holodomor es un término que deriva del ucraniano Голодомор y se traduce como “matar de hambre”. Hace referencia a la hambruna que asoló a la URSS y tuvo un gran impacto en Ucrania entre 1932 y 1933. Pero no fue la primera, pues también es reseñable la hambruna de los años veinte, especialmente en la región del Volga, que requirió ayuda internacional.
La aplicación de la política económica de colectivización forzosa, la escasez de alimentos y la extremadamente difícil supervivencia motivaron la muerte por inanición de millones de personas. La hambruna ha dejado huella en los testimonios de los supervivientes y también ha sido reflejada en la literatura (en la novela Todo fluye de Vasili Grossman).
La hambruna en tiempos de Stalin
La aplicación de la colectivización forzosa a partir de 1928 y los planes quinquenales supusieron un viraje respecto a la Nueva Política Económica (1921), que había aumentado el nivel de vida de los campesinos. Las consecuencias de la colectivización fueron, entre otras, el fin de las estructuras tradicionales de vida de los campesinos y la integración del sector de la agricultura de forma plena en la estructura económica y política centralizada.
El 7 de agosto de 1932 se aprobó la Ley de las Espigas, que establecía castigos para todos aquellos que estuviesen en contra de la confiscación de grano, lo ocultaran y, sobre todo, para quienes lo robaban. Se impusieron penas y se coartó la movilidad. Además, se proyectó una imagen de los kulaks como traidores, como puede apreciarse en el cuadro de Boris Ioganson Conspiración de Kulaks, enemigos de la colectivización de 1933-1934. Y la hambruna quedó relegada al silencio en la propaganda del sistema.
En el plano historiográfico, la hambruna de los años treinta ha generado debate sobre las cifras, la intencionalidad y existencia de la misma. A modo de breve panorámica, Medvedev califica de graves los errores durante la colectivización forzosa de la agricultura y la industrialización. Y Conquest, en su obra La cosecha del dolor, conecta colectivización y hambruna, pues la escasez en Ucrania, entre 1932 y 1933, estuvo causada por una política agrícola llevada a cabo por Stalin con un fin destructivo. Anne Applebaum incide en esta cuestión en Hambruna roja: la guerra de Stalin contra Ucrania. En palabras de Carr: “Lo que había sido planeado como una gran realización terminó en una de las grandes tragedias” (La Revolución rusa. De Lenin a Stalin, Altaya, 1996: 209).
¿Fue un genocidio la hambruna soviética?
El genocidio es definido en términos jurídicos como un acto perpetrado con la intención de destruir total o parcialmente un grupo nacional, étnico, racial o religioso, ya sea cometido en tiempos de paz o de guerra. Se considera un delito de derecho internacional en la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio de 1948 y en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de 1998.
En 2006, el Parlamento de Ucrania reconoció como “genocidio” la muerte de millones de campesinos ucranianos durante la colectivización forzosa en los años treinta del siglo XX. Algunos países también lo han reconocido, como EE.UU. —en el Senado—, Canadá, Polonia, Estonia, Letonia y Lituania. Otros estados aplican el término de “acto de exterminación”, como es el caso de España, Italia y Argentina.
La Federación Rusa no considera el Holodomor un genocidio porque la gente no falleció por el hecho de ser ucraniana sino por ser víctimas de las duras imposiciones económicas que sufrieron, como el resto de soviéticos. El documental Holodomor-1933. Lecciones no aprendidas de la historia (Denisov, 2008) denuncia las cifras de víctimas dadas por considerar que se han sobredimensionado y que la cifra de siete millones incluiría a otros territorios soviéticos además de Ucrania: el Cáucaso Norte, la región del Volga, Kazajistán, entre otros.
El profesor André Liebich considera poco apropiado el término genocidio. Aclara que se trata de un crimen contra la humanidad, no contra un pueblo en particular, incide en que la hambruna se dejó sentir en más regiones y en que podría haber memorias compartidas del hecho que unieran, más que fracturaran, sociedades. Y afirma que “El Estado no tiene que decretar la verdad ni poner fin a las discusiones”.
El recuerdo de las víctimas del Holodomor
En Ucrania se recuerda oficialmente este luctuoso hecho a través del día en memoria de las víctimas del Holodomor el cuarto sábado del mes de noviembre, desde su aprobación por decreto presidencial de Leonid Kuchma el 26 de noviembre de 1998. El día ha sido renombrado y también se ha añadido un minuto de silencio dentro de los actos de homenaje.
En países donde la comunidad ucraniana tiene una presencia significativa, como en Canadá, también se rinde tributo a las víctimas. Y el Parlamento Europeo, en su resolución de 23 de octubre de 2008 sobre la Conmemoración del Holodomor, la hambruna ucraniana, la condena como crimen contra la humanidad, manifiesta sus condolencias y pide la apertura de archivos para su investigación.
En el entramado urbano de Kiev se han levantado monumentos en memoria de las víctimas, como la estatua que representa a una niña, situada en frente del Museo Nacional del Holodomor-Genocidio que, sobre todo, en los días de recuerdo recibe flores, velas y espigas. Y también hay otros monumentos en ciudades como Edmonton, Múnich, Varsovia y Washington.
En síntesis, la vertiginosa modernización emprendida en la URSS fue una imposición para los soviéticos que generó ingentes estragos. Y el Holodomor es un hecho que ha suscitado controversias, investigado y recordado a través de los supervivientes, monumentos e instituciones dedicadas a la memoria de las víctimas.
Por: Magdalena Garrido Caballero
Profesora Titular del área de Historia Contemporánea, Universidad de Murcia
Artículo publicado originalmente en The Conversation