Once votos es lo que separa a Pedro Castillo de la presidencia de Perú a la calle, esto después de que, en su segundo intento, la oposición del mandatario logró aprobar el debate en el Congreso, donde se discutirá si seguirá en el puesto o no.
La votación en contra del mandatario fue terriblemente preocupante para los allegados y seguidores del Gobierno de Castillo. A favor de la votación estuvieron 76 senadores, mientras que en contra hubo 41 y una abstención. Para declarar la vacancia de la presidencia se necesita un total de 87 votos, por lo que el mandato del controvertido jefe de Estado está en la cuerda floja.
Esta votación no es un fenómeno sin antecedentes en el país. Hace solo dos años, el mismo Congreso ya había decretado la destitución del presidente Martín Vizcarra en medio de un escándalo de corrupción que conllevó al proceso de vacancia, esto a pesar de que gozaba de una popularidad superior al 75 por ciento en su momento.
El gran problema para Castillo es precisamente la popularidad. Según la firma Ipsos, la desaprobación llega al 69 por ciento; en zonas como Lima, la capital del país, alcanza el 79 por ciento. Estas desalentadoras cifras no solo son reflejo de un mandatario sin experiencia, manejado por sus asesores radicales, totalmente desconectado de la realidad y, peor aún, manchado también de corrupción.
Así las cosas, Castillo está siendo denunciado por un entramado de corrupción manejado desde la sede de Gobierno. Primero, exministros más moderados de la administración hablaron de un ‘gabinete a la sombra’ que tomaba las decisiones en lugar del Gobierno. También se menciona el tráfico de influencias para gestionar el ascenso de militares y policías de la alta cúpula.
Recientemente, se le está adelantando una investigación en la que se plantea que Castillo colaboró permanentemente en un entramado para adjudicar obras públicas a contratistas cercanos a él y a parte de su familia, que está vinculada al Ministerio de Transportes y Comunicaciones junto al de Vivienda, siendo el último clavo del Gobierno del mandatario de izquierda.
Perú necesitaba un líder que le diera estabilidad política después de tener seis presidentes en cinco años, pero claramente Pedro Castillo no ha sido capaz de alcanzar ese objetivo. Tras solo ocho meses de asumir el cargo, ya enfrenta su segundo intento de vacancia, que al parecer puede tener éxito.
Castillo, fiel a su ideología, comenzó con la pierna izquierda. Su primer gabinete duró pocos meses después de que su primer ministro, Guido Bellido, fue obligado a renunciar tras ser acusado de apología al terrorismo al salir en defensa del grupo guerrillero y terrorista Sendero Luminoso.
Bellido fue reemplazado por Mirtha Vásquez, una decisión calificada de valiente y correcta, al ser una funcionaria más cercana a la centroizquierda, lejos del radicalismo que caracteriza a buena parte del partido originario de Castillo, Perú Libre. Sin embargo, a inicios del año, Vázquez, junto a varios ministros, renunciaron al Gobierno cuando se destapó el escándalo de los ascensos de Fuerzas Militares.
Prueba de la inestabilidad no solo es que ha tenido cuatro gabinetes distintos en menos de un año, sino que alrededor de cada 11 días hay un cambio en alguna de las carteras del país, donde al menos diez ministros han sido obligados a renunciar en medio de distintos escándalos.
Una fría respuesta
Castillo se mantiene encerrado y alejado de los medios, rara vez se le ve dando entrevistas, ya que las pocas que ha entregado solo han empeorado su imagen. Por ejemplo, hace poco más de un mes dio a CNN una polémica declaración: que estaba de acuerdo con que Perú podría ceder parte de su territorio a Bolivia para que tuviera salida al mar.
Asimismo, hace una semana, en la posesión del nuevo presidente de Chile, a Castillo le preguntaron por las relaciones entre Lima y Santiago, a lo que respondió que los acuerdos con “el hermano Santiago” habían sido fructíferos. Ahora, el mandatario defiende su gestión, mientras en las calles se pide su salida del cargo en marchas multitudinarias.
Los alegatos de Castillo dicen que si bien ha tenido errores durante su corto periodo presidencial, no ha cometido ningún acto de corrupción y que sigue comprometido en darle un rumbo distinto al país.
Pedro Castillo también aseguró que Perú vive una crisis sin precedentes en todas las ramas estatales, pero que va a darle un vuelco para cambiar la situación. “Perú está pasando por una crisis institucional sin precedentes (…) Vamos a enviar al Congreso de la República un conjunto de reformas que nos permitan superar esta crisis estructural”, declaró ante el Congreso.
El presidente defiende su gestión mediante acusaciones de persecución política y falta de independencia de los poderes judiciales. Además, reiteró que su mandato ha tenido logros importantes como la reforma agraria, renegociación y masificación del gas natural en el país, el plan de vacunación contra la covid-19 y las ayudas económicas a población vulnerable.
Lo que sigue ahora para Pedro Castillo no será nada fácil, el 28 de marzo se discutirá el proceso de vacancia en el Congreso, estando cerca de ser una posibilidad real a solo 11 votos de ser efectiva. En caso de que no prospere, el mandatario tendrá la tarea de unir al país y al Congreso en torno a su figura, que no parece despegar nunca.
Como solución de emergencia, Castillo estaría dispuesto incluso a adelantar las elecciones para mediados del próximo año, lo que también lo dejaría en un periodo presidencial de poco menos de dos años. El proyecto para acelerar los comicios de 2026 estaba redactado y listo para ser tramitado por el Congreso, pero a último momento el mismo presidente decidió echar reversa y darles un último intento a las negociaciones.
El mandatario llegó al poder en Perú después de una dura elección en la que su contendora, Keiko Fujimori, lo acusó en vano de fraude electoral. Pintaba ser un estandarte para la izquierda latinoamericana, como una revolución para el país y modernizar el agro y brindar oportunidades a los menos favorecidos. Sin embargo, Castillo ha pasado su periodo defendiéndose a él y a sus funcionarios, todo mientras el país pide soluciones inmediatas.