“A las 10 y 17 siento arriba de mi cabeza dos explosiones, muy cerca, muy fuerte”, recuerda Óscar Larralde, que tenía 17 años cuando estalló el avión espía estadounidense U-2 en Cuba, precipitando a Washington y Moscú al borde de una confrontación nuclear en 1962.
Larralde era entonces un simple empleado bancario que acababa de alistarse en el Ejército. Este hoy coronel retirado de 77 años recuerda cada detalle de aquella mañana del 27 de octubre en que caminaba por una remota playa de la oriental provincia de Holguín, donde estaba emplazado su batallón.
Al escuchar el estruendo “no sabía qué era”, pero luego “un oficial nos comunica que un grupo antiaéreo operado por soviéticos había derribado un avión yanqui”, le cuenta a la AFP, al pie de una herrumbrosa rampa de lanzamiento de la época, que porta el cascarón vacío de un misil soviético V-75 (tierra-aire), convertida en monumento en La Anita, pequeño poblado del municipio Banes, en Holguín.
“La reacción de los combatientes”, que llevaban días “cavando trincheras, alistando el armamento de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)” donado por Moscú y soportando el acecho del “vuelo rasante” de la aviación estadounidense, “fue de entusiasmo, de alegría”, destaca Larralde.
Del 22 al 28 de octubre de 1962, el mundo estuvo a punto de entrar en un conflicto nuclear, después que Estados Unidos denunciara la presencia de cohetes atómicos en Cuba, instalados por la Unión Soviética.
El apogeo
Desde que el día 22 el presidente estadounidense John F. Kennedy (1917-1963) ordenó el bloqueo total de la isla y puso a las fuerzas estadounidenses en estado de alerta máxima. La tensión no dejó de escalar, pero la crisis alcanzó su apogeo con el derribo del avión espía y la muerte de su piloto, el mayor Rudolf Anderson, de 35 años y su única víctima mortal.
“Íbamos a quedar convertidos en cenizas”, porque “los halcones” del Pentágono le “exigían a Kennedy dar un golpe (nuclear) inmediato a los grupos antiaéreos y a los cohetes nucleares”, precisa Larralde.
A diferencia de lo que ocurrió en los días previos de la crisis, el 27 de octubre, los soviéticos encendieron los radares de sus 24 bases antiaéreas desplegadas en la isla, a instancias de Fidel Castro.
El líder cubano creía que habría una inminente invasión con aviones estadounidenses violando el espacio aéreo para realizar vuelos de reconocimiento a baja altura.
Larralde pasó años en la base soviética de La Anita y conoció detalles del derribo.
Al detectar el U-2 por el radar, “el jefe del grupo, Iván Guerchenov, da la alarma de combate” y “pide permiso a sus superiores para derribar el avión”. Luego “pierde la comunicación con el mando” y “ordena disparar”.
“A Anderson no le dio tiempo a nada”, explica el coronel retirado, aunque reconoce que sobre ese evento hay varias versiones.
Tentación de usar armas nucleares
Tras el derribo del avión de reconocimiento, Washington y Moscú empezaron a comprender que se aproximaban peligrosamente a un punto de no retorno.
La esperanza de una salida a la crisis surgió la noche del 26 de octubre cuando el número uno soviético, Nikita Jruchov, propuso secretamente a Kennedy retirar los misiles a cambio de la promesa de no invadir Cuba. Al día siguiente, le exige públicamente a Washington que retire sus misiles de Turquía.
Una reunión de última hora entre Robert Kennedy, hermano del presidente y ministro de Justicia, y el embajador soviético Anatoli Dobrynine, logra sellar un compromiso que le pone fin a la crisis.
Pero seis décadas después, la amenaza del presidente ruso, Vladimir Putin, de utilizar armas nucleares en Ucrania, revive aquellos días de angustia.
Con el prestigio que han perdido las fuerzas armadas convencionales de Rusia en la guerra contra Ucrania, “la única cosa en el arsenal estratégico político de Putin ahora son las armas nucleares” y “la tentación de usarlas, sin otra cosa en el armario, es muy grande”, le dice a la AFP Hal Klepak, experto en estrategia del Royal Millitary College de Canadá.
Para el académico y exdiplomático cubano Carlos Alzugaray, “lo que está pasando en Ucrania puede provocar una escalada, y lo más terrible es que puede provocar una escalada por error, que alguien cometa el error de golpear algún emplazamiento nuclear, que haya un primer golpe”.
Ante el peligro nuclear, Larralde apuesta por el diálogo: “Es importante negociar en los tiempos actuales para garantizar la paz mundial o la humanidad se seguirá enredando en la posibilidad de un nuevo conflicto nuclear”.
Recuerda que “en un momento muy complicado, la URSS y Estados Unidos lograron iniciar negociaciones y se logró una solución del conflicto”.
*Con información de la AFP.