Las filas de camiones llenos de colchones, armarios y ropa son cada vez más concurridas en las carreteras que conectan a la región de Idlib con el norte de Siria. El ataque del gobierno Bashar al Asad, apoyado por Rusia, a esta última zona controlada por grupos rebeldes ha hecho que, en total, casi un millón de personas huyan hacia la frontera con Turquía en busca de refugio. Solo en las últimas dos semanas, en pleno invierno, cuando los precios del combustible y los alimentos han subido estrepitosamente, más de 235.000 personas se fueron de Idlib, según cifras de Naciones Unidas.

El desplazamiento en Idlib es para organizaciones de derechos humanos "la peor crisis humanitaria" en una guerra civil, iniciada en 2011, que ya dejó 5 millones de refugiados y más de 60.000 muertos. A diferencia de otras crisis de refugiados en esta guerra civil, las familias que salen de Idlib prácticamente no tienen a dónde ir, debido a que el gobierno turco de Recep Erdogan ha cerrado la frontera con el argumento de que su país "no tiene cómo recibir" más sirios refugiados (hay 4 millones solo en Turquía). Y aunque el cierre de la frontera no impide del todo el flujo de personas, muchos pueden terminar en otros países europeos, sobre todo en Grecia. Mientras tanto, miles de familias sirias se han asentado en campamentos improvisados en el norte de Siria, usando sábanas como protección, debajo de árboles de olivas, en medio del frío y sin acceso a agua ni alimentos. Ofensiva por el control total del país La región de Idlib, en el noroeste de Siria y cuya capital lleva el mismo nombre, es la última zona importante en manos de rebeldes al presidente Al Assad, quien ha tomado ventaja en la guerra desde que inició el apoyo militar de Rusia en 2015. En 8 años de conflicto, el presidente nunca estuvo tan cerca de controlar el país entero. En agosto de este año, Siria y Rusia negociaron con Turquía, que apoya a los rebeldes, un cese al fuego en la zona fronteriza, pero los ataques nunca cesaron completamente en una región controlada por rebeldes y miembros de Al Qaeda.

La operación del gobierno en Idlib comenzó en agosto y los bombardeos aéreos, en noviembre. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, un centro de estudios con base en Inglaterra, más de 5.000 civiles han muerto en esta ofensiva concreta, de los cuales casi 250 son niños. Desde mediados de diciembre, un aumento en los ataques aéreos y en la lucha terrestre ha acelerado el desplazamiento de civiles. La ofensiva del gobierno dejó a esta región "casi vacía", dijo esta semana la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha, por sus siglas en inglés). Crisis humanitaria Organizaciones de derechos humanos alertan que la situación, sobre todo en términos de salubridad, es cada vez peor. Muchos de los desplazados son personas que llegaron a Idlib huyendo de la violencia en otras partes del país. El 11% de los niños que acuden a las clínicas locales están desnutridos, según el Comité Internacional de Rescate, una ONG. Y mientras que la crisis humanitaria se agudiza, anota el diario The New York Times, el principal canal humanitario de ayuda a víctimas de la guerra fue bloqueado por Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU. "Para Rusia y China, que han optado por hacer una declaración política al oponerse a esta resolución, tienen sangre en sus manos", dijo el secretario de Estado, Mike Pompeo. Rusia, sin embargo, dice que la situación humanitaria en Siria está mejorando.