SEMANA: Esta semana se conoció que la justicia de Haití investiga ahora a la viuda del presidente Jovenel Moïse como posible responsable de este magnicidio. ¿Este giro en la investigación le sorprendió?
Sondra Macollins Garvin: No. No me sorprendió. Hay muchos vacíos en la narración que ella hizo del crimen. Los colombianos aseguran que cuando entraron a la habitación, el presidente ya estaba muerto, nunca han mencionado que más personas estuvieran allí. Como saben, a esos colombianos luego los asesinan con un tiro de gracia, entonces nunca hubo forma de preguntarles detalles. Pero en el testimonio que dieron inicialmente solo mencionaron al presidente. Según el relato de la viuda, ella tuvo tiempo de ir y esconder a sus hijos en el baño. Luego regresó al cuarto y allí fue herida de bala en un brazo, se tiró al piso y se hizo la muerta, a pesar de que en este instante el homicida le pegó varios tiros a su esposo, uno de ellos en sus partes genitales y un último tiro de gracia en su cabeza.
SEMANA: ¿Y qué es lo que no cuadra en esa versión?
S.M.: Se suponía que ellos tenían la orden de matarlos a todos. Pero a ella supuestamente solo le dieron en el brazo y ya pensaron que se había muerto. En su relato, ella cuenta que el colombiano le puso una linterna en el ojo para mirar si estaba viva. Y dice que fue ahí cuando se hizo la muerta. Eso no pasa en la vida real. Cuando a uno le ponen una linterna en el ojo, la reacción del cuerpo es muy diferente si se está muerto a si se está vivo. Además, si al presidente lo remataron con un tiro de gracia, por qué no habrían de hacerlo con ella. No tiene sentido. En política, en criminalística no tiene sentido esa narración porque, además, el único muerto fue el presidente. Ni a las mascotas, ni a los hijos que estaban en el baño, ni a los nueve policías que lo cuidaban les pasó nada.
SEMANA: ¿Qué interés tendría ella en asesinar a su propio marido?
S.M.: Después se supo que la esposa tenía una vinculación muy cercana con el primer ministro de Haití, que había sido destituido por su esposo el día anterior a los hechos. Él, además, es quien hace un seguimiento muy detallado tras el asesinato. La recibe cuando ella regresa del atentado, la lleva a las honras fúnebres y él es quien coordina el operativo del entierro del presidente. Y se supone que él ahí estaba destituido. Su papel en el poder había sido muy cuestionado por el presidente Moïse.
SEMANA: ¿Una vinculación muy cercana es un amorío?
S.M.: En el periodismo de Haití, de República Dominicana y entre la gente de Haití se rumora que había una vinculación amorosa entre ambos. Y que esa sería la razón por la cual el presidente lo destituyó y nombró a Ariel Henry, quien hoy es el presidente interino. Entonces es una serie de detalles que estaban en el aire, hasta que la Fiscalía empezó a cuestionarlos. Ahí queda claro que no coinciden los hechos. Ni ella ni sus hijos aparecieron en el proceso a dar declaraciones. El juez Voltaire entonces decidió librar orden de captura en su contra.
SEMANA: El primer testimonio que ella dio al FBI fue bastante impactante. Después de eso, ¿cómo ha sido su colaboración en el proceso?
S.M.: Ella siempre ha colaborado con el FBI porque, de hecho, ella se fue inmediatamente a los Estados Unidos y la trataron en el hospital de la Florida. Esa información que ella le entrega al FBI es la que se aporta al proceso en Haití. Pero ella en su país nunca ha querido colaborar. No ha hecho presencia. Nunca ha declarado, hasta que el juez decide vincularla.
SEMANA: ¿La justicia ha escuchado a los hijos del presidente?
S.M.: El presidente Moïse tiene tres hijos, Joverlein, Jomarlie y Jovenel júnior. El hijo mayor, Joverlein, ha salido públicamente siempre a decir que los colombianos no son los responsables y ha dicho que está de acuerdo en que se investigue la actuación de Martine, porque sostiene que ella tiene antecedentes criminales. Los otros dos son más jóvenes y nunca han estado ni en el proceso ni ante la prensa.
SEMANA: ¿Esta nueva tesis cómo afecta el proceso de los exmilitares colombianos acusados de asesinar al presidente?
S.M.: Ya tuvo unos efectos muy importantes. El juez modificó la acusación contra los colombianos de coautoría a complicidad. Eso significa que están reconociendo que ellos no lo mataron, como era la tesis inicial, pero igual los siguen vinculando como parte del gran complot. Hoy la justicia los califica como “cómplices y secuaces”. Ellos desde el principio han dicho dos cosas: que no fueron los que lo mataron y que iban a capturar a un personaje y que les pidieron que los acompañaran a hacer el operativo de seguridad. Ellos creían que estaban trabajando supuestamente con la DEA. Ellos no fueron esos mercenarios que llegaron la noche anterior al crimen, sino que se fueron a trabajar a Haití. Llevaban un mes. Solo cumplían órdenes. Eran militares y allá funciona la jerarquía.
SEMANA: ¿Qué implica para los colombianos este cambio de coautores a cómplices?
S.M.: Significa que la justicia ha reconocido que su relato es cierto. Ya fueron escuchados y ellos están aclarando cuál era su rol dentro de toda esta situación. La mayoría de ellos ni siquiera entraron a la casa. Otros apenas llegaron hasta el primer piso y esposaron a los policías. Los colombianos realmente fueron llevados ahí de gancho ciego, por lo menos los 17 que están en Haití. Los que deben responder por los hechos son los que ordenaron el supuesto operativo de captura y los que lo dieron de baja. Nadie va a poder demostrar que ellos son los homicidas. La Fiscalía no tendrá que probar que ellos lo asesinaron porque ya no los acusan de eso. A los colombianos que sí entraron a la casa y que estuvieron en la habitación del presidente los asesinaron y luego quemaron sus cuerpos, algo que nunca se puede hacer cuando hay una muerte violenta, sin hacer una necropsia, pero allá no existe nada de eso. Sigue siendo grave para los colombianos porque en Haití la complicidad da cadena perpetua. Si ellos tuvieran un juicio justo, saldrían inocentes y libres.
SEMANA: ¿Cómo son las condiciones de ellos en la cárcel de Haití?
S.M.: Han mejorado. Al comienzo eran terribles. Yo llevo casi dos años en este caso. Muchas cosas han cambiado. Ellos estaban expuestos a ser asesinados en cualquier motín y siempre me pareció que esa era la idea, como les pasó a los colombianos presos en Ecuador acusados del asesinato del candidato presidencial Villavicencio. A ellos los ahorcaron en la cárcel y el caso quedó ahí. En este proceso ha habido mucho ruido y eso ha sido una oportunidad para garantizar que tengan mejores condiciones y que sobrevivan. Pero ahora falta garantizar que tengan un juicio justo.
SEMANA: ¿Cómo ha sido el papel de Colombia en este proceso?
S.M.: Ha sido muy importante. Tras la visita de la Cancillería, las autoridades de Haití se pusieron pilas. Vieron que no estaban como tirados. Entonces ya tenemos unos abogados de oficio, ya la mayoría de ellos han podido ir a declarar y estamos avanzando con ellos en el proceso. Lo único, sí, es que obviamente, como es un caso con una connotación política tan fuerte, pues el tema de la objetividad es muy complicado. En la isla quieren tener resultados a como dé lugar. Es muy importante tener una veeduría internacional para que tengan un juicio justo. Ahora, con la suspensión del canciller Leyva, nos preocupa qué pueda pasar.
SEMANA: ¿Qué cree que pueda pasar con ellos?
S.M.: Si fueron un gancho ciego, ellos no pueden ser condenados como cómplices ni como autores materiales, no pueden ser responsables de nada. Alguien tiene que pagar por este crimen, que fue muy bien planeado y por eso contrataron a los colombianos. Es muy fácil culparlos, pero este asesinato no es un hecho preparado por una persona, sino un tema enorme de conspiración. Los más pendejos no pueden ser los que pagan aquí. Todos los que están presos en Haití son inocentes.