“Corrieron ríos de champaña”, es una expresión que se usa para dar a entender que la fiesta fue de largo aliento.
Pues bien, la expresión encuentra una imagen, si no exacta, al menos sí aproximada, con lo que acaba de pasar en la localidad de São Lourenço do Bairrol, centro de Portugal, donde dos tanques de vino de gran tamaño estallaron en un destilería.
El resultado: 2,2 millones de litros de vino tinto bañando las calles del lugar para asombro de sus apacibles habitantes.
Para dar una idea de los que eso significa, tal cantidad es la que cabe en una piscina olímpica.
El río rojo
Así, la gente no tardó en hacer videos y fotos del torrente de vino tinto fluyendo por una pendiente y tomando una curva en la carretera.
La bebida también inundó el sótano de una casa y uno que otro auto, pero la mayor parte de la corriente roja fue a parar a los campos que rodean la población, que solo cuenta con unos 2.000 habitantes.
De acuerdo con The Telegraph, de Londres, entre la población cundió el temor de que la extravagante corriente contaminara el cercano río Certima, pero las autoridades pronto tomaron las medidas para evitar daños adicionales.
Pero, por insólito y divertido que pudiera parecer el incidente, la destilería dueña del vino, Levira, se lo tomó en serio y emitió un comunicado en el que se disculpaba con la población por lo sucedido.
En él, los directivos de la empresa señalaron que la policía estaba investigando las causas del derrame.
“Estamos totalmente comprometidos con cubrir los costos asociados con la limpieza y reparación de los daños, y contamos con equipos listos para intervenir de inmediato. Nuestra prioridad es resolver esta situación lo más rápido posible”, explicó Levira.
El Telegraph expuso que este episodio, necesariamente, evoca uno muy parecido, conocido como “el milagro de Settecani”, que sucedió hace tres años.
Milagro en Italia
Un buen día, los habitantes del pueblo italiano del mismo nombre descubrieron que de los grifos de sus casas no brotaba agua sino espumoso Lambrusco, para delicia de muchos.
A pesar del nombre que le dio la gente a la historia, no tenía nada de sobrenatural.
Resultó que la bodega que produce el vino, Cantina Settecani, estaba conectada en sus sistemas de agua con los del suministro público y, en unas maniobras de mantenimiento, las válvulas funcionaran mal, dando lugar a que las casas se vieran surtidas con el líquido equivocado.
En ese momento, la representante de la empresa, Luisa Malaguti, habló con el Telegraph y le contó que los habitantes estaban felices con la situación, al punto que muchos estaban embotellando el Lambrusco en sus casas.
No obstante, concluyó, el personal de la empresa intervino rápidamente, para contrarrestar tanto las pérdidas como los perjuicios por la falta de agua en las casas.
La gente de este pueblo de la región de Emilia Romaña, imaginativa como en todas partes y muy católica como la mayoría de los italianos, empezó a hablar del “milagro de Settecani”, en una clara alusión al milagro de las bodas de Canán, en el que Jesús convirtió el agua en vino.
Pero las razones de la extraña situación tenían una explicación tan clara como el agua que dejó de aparecer por las tuberías:
“El problema se debió al mal funcionamiento de una válvula. La presión del vino era mayor que la del agua e inundó la red pública”, dijo Malaguti en ese momento.