No dejan de recibir propuestas para hacer una película o protagonizar un reality show y, aunque su respuesta siempre ha sido no, comprenden que su historia supera la ficción y por eso atrae.
También llama la atención el modo abierto en que ellos hablan de su historia de incesto, una práctica que la sociedad condena.
Los hermanos Ana y Daniel Parra, sin embargo, parecen dispuestos a luchar contra viento y marea, para lograr no solo ser aceptados en el ámbito social sino legal, ya que desean con todas sus fuerzas poder casarse.
Tan singular historia comenzó cuando el padre abandonó a Ana y formó un nuevo hogar con otra mujer. De ahí vino al mundo Daniel, quien creció sabiendo que tenía una hermana, pero su padre le decía que no se la dejaban ver.
Ana, por su parte, también sabía de la existencia de su hermano, pero le bastaba con el amor de su madre, su padrastro y la hermana nacida de esa nueva relación de su mamá.
Sin embargo, cuenta, con el tiempo empezó a sentir cada vez más curiosidad por ese hermano al que no había visto nunca.
Su madre le había dicho que si algún día quería conocerlo bastaba que se lo dijera, pero ella siempre pensó que llegarle de sopetón a su hermano podría ser traumático para él.
Durante algún tiempo se dedicó a observarlo en Facebook, red social en la que le pidió que lo agregara pero desde el perfil de otra persona.
Eso fue en 2006, cuando tenía 20 años, y por varios días no hizo sino analizar cómo era Daniel, lo que hacía, dónde vivía y otros rasgos de la vida que se reflejaban en Facebook.
Finalmente, decidió romper el hielo una vez que él anunció que le habían dado su licencia de conducir. “Felicidades”, le escribió, y ahí comenzó una conversación que cambiaría para siempre sus vidas.
Venciendo sus temores, Ana le reveló quién era en realidad, a lo cual Daniel reaccionó muy bien y quiso conocerla.
La conclusión que sacaron de su primer encuentro es que siempre habían estado muy cerca, pues Santa Eulalia de Ronsana, el pueblo catalán donde vivían era muy pequeño, con solo 7.000 habitantes de población.
Desde ese momento, la relación fue cada vez más cercana, no solo porque se entendían muy bien, sino porque ello no excluía las muestras físicas de afecto.
Ana tenía una relación en ese momento con un hombre, con quien se mudó a una casa muy cerca de donde vivía Daniel.
Ello ayudó a estrechar mucho más los lazos, pues se veían todo el tiempo. De ahí pasaron a frecuentar el mismo grupo de amigos, quienes, con el tiempo, empezaron a notar que su relación no era como la de los demás hermanos.
Aunque ellos lo negaran de puertas para afuera, en la intimidad sabían que se estaban acercando más de lo normal entre dos hermanos. A ello contribuyó el hecho de que Ana dejó a su pareja y, para aprovechar el espacio que tenía en su casa, Daniel se fue a vivir con ella.
El romance estalló una noche que se fueron de fiesta y Daniel le dio un beso mientras bailaban.
En principio, ella reaccionó con desconcierto, pero la respuesta de él fue darle otro beso, a lo cual ella le correspondió. Esa noche la pasaron juntos.
El peso que cargaban con su relación los hizo querer separarse al menos dos veces, pero siempre volvían.
En otro momento acordaron seguir con su relación en la intimidad de la casa, pero que ante la gente guardarían la discreción.
Sin embargo, esos propósitos no se cumplieron, sino que más bien se cansaron de esconderse y pasaron al siguiente nivel.
Una vez se fueron de paseo a Londres, donde, por primera vez, pudieron caminar de la mano como pareja. De regreso, resolvieron que lo mejor era mudarse a una ciudad grande, donde no se sintieran tan señalados todo el tiempo.
Cuando quisieron tener hijos se plantearon toda clase de interrogantes, pero un genetista les dijo que las posibilidades de que sus bebés nacieran con malformaciones por ser ellos hermanos no eran tan grandes.
Así, primero concibieron gemelos, uno de los cuales no llegó a nacer. El bebé que sobrevivió tiene 5 años y está acompañado por su hermana menor, nacida hace 3 años. Hoy, los dos estudian en el colegio Montessori, donde reciben a niños provenientes de todo tipo de familias.
Ahora que tienen el hogar que siempre añoraron, los Parra libran una lucha que también se les ha planteado cuesta arriba y es que los dejen casarse.
En España, el código civil prohíbe el matrimonio entre hermanos, pero la pareja cree que es un derecho que se han ganado, teniendo en cuenta que la ley lo reconoce a él como padre de sus hijos y son un hogar ideal.
En las entrevistas que han dado, insisten en que su deseo no es promover el incesto ni escandalizar a la sociedad. “Esta es solo nuestra vida”, concluyen.