Las grandes precipitaciones repentinas que han sacudido la provincia central de Ghor, en Afganistán, en los últimos días, han dado como resultado la muerte de seis personas y la desaparición de una mujer, según el portavoz del gobierno local, Abdul Wahed Hamas.
Además de las pérdidas humanas, Wahed ha informado que varias decenas de locales y negocios, además de viviendas, se han visto afectados por este fenómeno climático, el cual, aunque sea estacional, no se preveía que fuera de tan grande magnitud.
Estas inundaciones perjudican notablemente la lenta recuperación en la que se encontraba la sociedad afgana, tras una ola de frío que tuvo lugar a principio de año. Esta dejó más de 160 muertos en todo el territorio nacional, siendo Kabul, la capital, y nuevamente la provincia de Ghor, las más afectadas, llegando en este último territorio a registrarse una temperatura de -33° Celsius, la más baja.
Durante esta ola invernal no solamente se vio afectada la población humana, también la actividad ganadera, ya que, con base en cifras proporcionadas por el ministerio de Gestión de desastres, 70 mil cabezas de ganado perecieron como consecuencia de las bajas temperaturas. También se sumó la afectación vial entre las provincias del norte y el centro de la nación por las fuertes nevadas.
Las organizaciones locales e internacionales, como la ONU, están preocupadas por estos desastres naturales, ya que, además de no tener mecanismos de socorro adecuados para afrontar estas emergencias, la condición de pobreza en la que se encuentra el país asiático, y la coyuntura política con los talibanes, afecta cualquier acción de ayuda que se quiera realizar en la nación.
La geografía de la nación asiática no es de mucha ayuda al momento de efectuar rescates o atender llamados de emergencia. Desde el hermetismo social, por la imposición radical del Islam y hasta los paisajes desérticos y montañosos que se presencian en todo el territorio, hacen de Afganistán una nación adversa a cualquier tipo de ayuda humanitaria.
No obstante, organizaciones como la Cruz Roja realizan activamente su trabajo, aunque las cifras que comunican no son alentadoras.
De acuerdo con la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC), se estima que el 70 % de los hogares afganos no cuenta con los recursos necesarios para abastecer a sus integrantes con alimento y con los insumos de aseo mueblería.
También, esta organización supone que cerca de tres millones de niños y niñas están en riesgo de contraer enfermedades como sarampión, casos severos de diarrea y desnutrición.
Desde agosto de 2021, con la retirada oficial de Estados Unidos del territorio afgano y la llegada de los talibanes al poder de manera apresurada, la ONU y la comunidad internacional han puesto moderada atención en la actividad diaria de la población afgana, que se encuentra sitiada por el gobierno de facto de la organización radical islámica.
Las dos décadas de ocupación militar estadounidense no dieron los resultados esperados al momento de su regreso hacia Washington. Miles de personas intentaron huir hacia los países vecinos por tierra o aire; no obstante, la mayoría de la población, que se encuentra en la pobreza, sucumbió hacia el nuevo oscurantismo que les esperaba.
El ahora Emirato Islámico de Afganistán ha sido constantemente una referencia de guerra, hambruna y represión, y las condiciones climáticas por las que ha tenido que pasar su población en lo que lleva el 2023 no ayudan mucho a mejorar la ya carente imagen de desarrollo y calidad de vida con la que cuentan los más de 40 millones de habitantes que día a día luchan, moderadamente, por sus libertades colectivas e individuales.