Cientos de partidarios del influyente líder político chiita, Moqtada Sadr, ocupaban por segundo día consecutivo el parlamento iraquí como protesta contra la corrupción y la ineficacia de los gobernantes en un país inmerso en una profunda crisis institucional.

A pesar de los gases lacrimógenos, los cañones de agua y las altas temperaturas que rozaron los 47 grados, los manifestantes irrumpieron el sábado en el hemiciclo después de derribar barricadas de cemento de hormigón en las carreteras que conducen a la llamada Zona Verde, el área más protegida de Bagdad, donde se hallan las instituciones y las embajadas.

Casi diez meses después de las elecciones de octubre, Irak sigue sin un nuevo gobierno a tenor de las intensas negociaciones entre las formaciones.

Sadr, un clérigo que llegó a dirigir una milicia contra las fuerzas gubernamentales iraquíes y el ejército de Estados Unidos, está utilizando las protestas callejeras para señalar que sus puntos de vista deben tenerse en cuenta en la formación del nuevo gobierno, según los analistas.

El desencadenante de la ocupación viene tras la decisión del opositor al bloque chiita, de tendencia proiraní, de elegir al exministro del ejecutivo, Mohammed Shia al-Sudani, al puesto de primer ministro.

En la mañana de domingo, los manifestantes festejaron el mes musulmán de Muharram, una celebración tradicional chiita, con cánticos religiosos y grandes comidas colectivas.

“Esperábamos lo mejor, pero obtuvimos lo peor. Los políticos que actualmente están en el parlamento no nos han traído nada”, aseguró uno de los manifestantes, Abdelwahab al-Jaafari, de 45 años, un trabajador que tiene nueve hijos.

Los voluntarios distribuyeron sopa, huevos duros, pan y agua a los manifestantes.

Algunos habían pasado la noche dentro del edificio con aire acondicionado, que data de la época del dictador Sadam Husein, con mantas extendidas sobre el suelo de mármol.

Otros salieron a los jardines, donde se tumbaron sobre colchonetas de plástico bajo las palmeras.

Logjam

En un Irak multiconfesional y multiétnico, la formación de un gobierno ha implicado negociaciones complejas desde que la invasión liderada por Estados Unidos en 2003 derrocara a Hussein.

El bloque de Sadr emergió de las elecciones de octubre como la facción parlamentaria más importante, pero lejos de la mayoría.

En junio, sus 73 legisladores renunciaron en un intento de desencallar el atasco sobre la constitución de un nuevo gobierno, lo que convirtió a la facción proiraní en mayoritaria en el hemiciclo. Aún así, no se alcanzó ningún acuerdo para nombrar a un jefe de gabinete.

Pese a la riqueza petrolera y los elevados precios mundiales del crudo, Irak continúa golpeado por la corrupción y el desempleo, entre otros muchos problemas, lo que provocó un movimiento de protesta liderado por jóvenes en 2019.

Como resultado de acuerdos anteriores, los sadristas también tienen representantes en los más altos niveles de los ministerios gubernamentales y han sido acusados por sus oponentes de ser tan corruptos como otras fuerzas políticas.

Pero los manifestantes ven en Sadr un líder que lucha contra la corrupción.

Oum Hussein, una mujer de 42 años, afirmó que la sentada buscaba un gobierno de “personas con integridad que sirvan al país” y acusó a los opositores de Sadr de elegir figuras políticas “conocidas por la corrupción”.

Sudani fue la propuesta a primer ministro de la alianza del Marco de Coordinación, que incluye a legisladores del partido del antiguo enemigo de Sadr, el ex primer ministro Nuri al-Maliki.

Tanto Naciones Unidas como la Unión Europea advirtieron de la escalada de tensiones.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, instó al “diálogo pacífico e inclusivo” para formar un gobierno nacional efectivo, mientras que la UE pidió negociaciones constructivas.

Asimismo, las autoridades kurdas iraquíes en el norte del país se ofrecieron a albergar conversaciones en su capital, Arbil.

*Con información de la AFP