DW: La televisión estatal iraní habla de "varios millones" de personas que, se dice, despiden al general Ghassem Soleimani, asesinado por un dron estadounidense. Los medios de comunicación extranjeros hablan de cientos de miles. ¿Es este nivel de simpatía normal para un líder militar en Irán? Ali Fathollah-Nejad: Cuando se trata de manifestaciones o reuniones públicas en Irán, siempre hay que tener en cuenta que no son posibles en circunstancias normales. En el pasado hemos visto cómo el régimen reacciona de manera brutal contra manifestaciones de protesta. Por otro lado, el gobierno aplica ciertas tácticas para que sus propias manifestaciones lleguen a ser tan grandes como las actuales. Obliga, por ejemplo, a los funcionarios públicos, escolares, estudiantes y fuerzas de seguridad a que asistan a estas concentraciones; de lo contrario, se exponen a sanciones. Y la gente de los pueblos y ciudades cercanos es transportada a los funerales. A estas personas, en su mayoría los más pobres, se les promete comida. Todas estas medidas son conocidas por todos los iraníes, mas no por los extranjeros.

También hay que considerar un segundo factor: la forma en que se ha presentado a Soleimani en la propaganda estatal de los últimos años, como un líder nacionalista, indispensable para garantizar la seguridad nacional del Irán, que ha sabido defenderse de la amenaza de Estado islámico (EI). Pero lo que se oculta es que Irán ya estaba activo en Siria dos años antes del surgimiento de EI, y que la política de Teherán ha hecho parte de la historia del surgimiento de dicho grupo terrorista en Siria e Irak. Una política en la que el general Soleimani también participó activamente. Es natural que la representación de un héroe patriótico impresione también a aquellos que normalmente no son partidarios del régimen. Eso explica su relativa popularidad, en comparación con otros representantes del régimen. ¿Se puede hablar de un duelo dictado por el Estado? Ciertamente lo es. Muchos iraníes critican que después de la brutal represión de las protestas de noviembre, en las que fueron asesinados varios cientos de ciudadanos, no hubo ningún sepelio público. Esto ya muestra el flagrante doble rasero del régimen. ¿Cómo se ha tomado la muerte de Soleimani en otros países de Oriente Medio? Fuera de las fronteras de Irán, especialmente en aquellos países en donde las tropas iraníes actuaban bajo el liderazgo de Soleimani, el asesinato del general es visto como absolutamente lo contrario. Se han visto escenas de júbilo en las calles de Irak, en Siria y en los territorios palestinos.

Ali Fathollah-Nejad es politólogo e investigador de la Brookings Institution, con sede en Doha. Ghassem Soleimani era considerado el rostro y el arquitecto de la política regional iraní; alguien con las manos manchadas de sangre, ya sea apoyando al régimen de Assad en Siria o controlando a los milicianos iraquíes vinculados a Irán, quienes recientemente han sido fundamentales en la brutal represión de las protestas iraquíes de principios de octubre. Una violenta represión ordenada por Soleimani. Estas personas recibieron la noticia del asesinato de Soleimani como una liberación.

En Irán, muchas personas salieron a la calle a protestar contra las precarias condiciones de vida hasta hace unas semanas. Ahora, con el aparente duelo colectivo no se ve ningún rastro de ese descontento. ¿Cómo se explica eso? Esto está realmente conectado con el hecho de que las ceremonias funerarias son principalmente puestas en escena por el Estado, en las que se debe demostrar unidad interna, pero sobre todo, hacia el exterior. Dentro de un sistema extremadamente autoritario como el del Irán, no hay protestas ni manifestaciones libres. En ningún caso debe concluirse que todos los iraníes apoyan firmemente a sus dirigentes. El asesinato de Soleimani no cambia la miseria social y económica, ni la postura crítica del pueblo de Irán frente a un régimen represivo, del que Soleimani formaba parte. En tiempos como estos, simplemente se contienen y no salen a la calle, lo cual siempre es muy peligroso, pero sería aún más peligroso ahora. El caso de Soleimani y la orgía estatal de mitines, manejada muy eficazmente, tapa muchas realidades que siguen fermentando bajo la superficie en Irán. Ali Fathollah-Nejad es politólogo e investigador de la Brookings Institution, con sede en Doha. Anteriormente, fue experto en Irán en el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP). Fathollah-Nejad nació en Irán.